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Mostrando entradas de diciembre, 2014

A ninguna parte

Dice, oigo: “Estoy aquí”. Con voz incierta, oscilante, que apenas llega desaparece.     Le pregunto dónde está. Le pregunto qué hace. Me pregunto si me oye. Me pregunto qué hago y dónde estoy.     No me asiste la certeza.     Aun así miro, hablo y pretendo escuchar la voz que va y viene desde una figura que baja o sube o mira o espera.     “Soy yo, estoy aquí”, dice, oigo.  “Ven”, pide.     Todavía no entro o salgo ni estoy aquí o allá: arriba, abajo, fuera, dentro.     Digo: “No quiero”.  Me voy. Digo: ” Adiós”. Maurits Cornelis Escher: Relatividad (1953).

La sofística

Sofista es el que produce argumentos aparentes —e intrincados si la necesidad acucia— para defender una proposición falsa; es sofista el que está dispuesto a defender con idéntico objetivo cualquier proposición, sea verdadera o falsa.     Invitan los acontecimientos y aconsejan las circunstancias repasar en síntesis documentada las oscilaciones históricas e intelectuales de la sofística.     —Una larga transición degenerativa desde la refinada sutileza hasta el recurso necio.    En el mundo antiguo, en la Grecia del siglo V a. C., emergió un movimiento cultural denominado sofística que, mediante el análisis del lenguaje y su utilización para influir en los ciudadanos, intentaba renovar los hábitos mentales tradicionales. Los sofistas eran los sabios —los “maestros del saber”, según la definición académica antes citada—, que en virtud de la primera crisis de la filosofía aparecieron y proliferaron en Grecia convirtiendo el periodo cronológico en antropológico. No obstante,