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Los Tercios en Mar y Tierra

Operaciones anfibias de Los Tercios

El Imperio en Europa: Los Tercios embarcados



La importancia y extensión de los dominios ultramarinos de España en los siglos XVI y XVII, así como la todavía en sentido estricto no formada Infantería de Marina, llevaron a los Tercios a participar asiduamente en operaciones navales; desempeñando, por consiguiente, misiones distintas de las efectuadas en tierra, ya en batallas campales o en asedios.
Los tercios embarcados se movieron básicamente en tres escenarios:
El océano Atlántico y las Indias.
Las costas británicas, francesas y de los Países Bajos.
El mar Mediterráneo.

Las acciones fueron de combate naval y operaciones anfibias; estas últimas consideradas desde el golpe de mano, de un reducido número de soldados, al despliegue masivo en ofensiva. De hecho, los Tercios fueron Infantería de Marina anticipadamente; su peculiar organización los habilitaba para misiones que exigían una adecuada combnación del choque y del fuego y una inmediata reacción ante imprevistos o contraofensivas.
Valga la reseña de las siguientes operaciones como muestra.

Desembarco en Lisboa (durante la guerra de anexión de Portugal, en 1580)
Consistía esta operación en franquear el obstáculo del río Tajo, en cuya orilla derecha se situaban los portugueses. Los españoles se posicionaron en la orilla izquierda para desde ahí dar el asalto a Lisboa. El duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, responsable de la operación, decide atacar desde el mar.
Entre el 27 y el 28 de julio de 1580, embarca en la armada de Álvaro de Bazán un total de 15.544 infantes, 170 jinetes, 2 cañones, 1 medio cañón y 40 mulas para el transporte artillero. En la Infantería figuran dos unidades veteranas españolas: el Tercio de Nápoles, con 1.940 hombres, y un Tercio constituido por compañías de los de Lombardía y Sicilia, con 1.000 efectivos. Se cuentan también tres Tercios levantados para esta campaña: el Tercio de Moreno, con 1.709, el Tercio de Niño, con 1.509 y el Tercio de Enríquez, con 1.670. El resto de tropa es italiana y tudesca (alemana).
Para desorientar a los portugueses apostados en torno a Lisboa, el duque de Alba envía un fuerte destacamento en dirección a la localidad de Santarem; el cual, tras este movimiento de distracción, raudo vuelve a Setúbal para embarcar en las naves aprestadas para la conquista. La expedición al completo zarpa la tarde del 28 de julio para arribar a la playa elegida, al norte de Cascaes, al amanecer del día siguiente.
La orden de desembarco es la habitual para los españoles: mezclando unidades y aprovechando las cualidades específicas de cada arma entre las presentes. La primera oleada la forman 1.500 picas tudescas, con 600 arcabuceros de Nápoles y Sicilia, reservando en escuadrón a las alabardas y las banderas en un posterior salto a tierra; con los desembarcados va un grupo de jinetes para explorar el terreno allende la orilla. Los soldados dotados de armas de fugo establecerán las mangas y guarniciones de los que portan armas blancas; los alabarderos, por su parte, se agrupan para conformar una agrupación complementaria a las picas alemanas.
En segunda oleada ha de desembarcar a la cabeza de playa el resto de los Tercios viejos, las vituallas y los Tercios nuevos, seguidos del contingente italiano.
Determinó el Mando que en esta primera fase desembarcaran los gentilhombres u otras personas distintas de los soldados, en evitación de los constantes forcejeos por los puestos de honor y riesgo.
La operación anfibia tiene lugar al amanecer del día 30 de julio, con la cobertura de fuego desde el mar a cargo de los cañones de crujía de las galeras. El bombardeo pretende allanar la llegada de los infantes y los jinetes que transitan de los barcos de transporte a la orilla en esquifes de veinte unidades de capacidad. En sucesivos viajes transportarán estas barcas 1.500 hombres, destacando en tierra la primera acción a pelotones de arcabuceros (armas de fuego portátiles ligeras) y mosqueteros (armas de fuego portátiles pesadas); esta tropa delimita en breve un perímetro de seguridad que posibilita la llegada del grueso militar.
Con 600 hombres arribados a tierra firme, el duque de Alba y los distintos jefes deciden acompañarlos para dirigir el combate sobre el escenario. En cuanto logran formar tres escuadrones, sin esperar a que las unidades se completen, avanzan hacia el interior dando cabeza a la conquista de terreno. El resto, a corta y media distancia sigue la estela sin topar apenas con resistencia.
De esta impetuosa manera pasó el ejército a la orilla derecha del río Tajo, abriendo así la siguiente fase de la campaña que culminaría con la ocupación de Portugal.

Desembarco en las islas Terceras o Terceiras o Azores (23 de junio a 2 de agosto de 1583)
Esta operación viene precedida por un gran combate naval, en julio de 1582, en el que el marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán, aniquiló una flota francesa con una propia mucho menos numerosa; apresada la nao capitana, hundida la almiranta y causando dos mil muertos y más de trescientos heridos. Las bajas españolas fueron alrededor de ochocientas.
El 23 de junio de 1583, casi un año después de aquel victorioso combate en el mar, Santa Cruz abandona Lisboa con una escuadra que lleva a bordo 20 banderas del Tercio de Figueroa, sumando 3.741 efectivos; 12 banderas del Tercio de Bobadilla (incluyendo 4 compañías “viejas de Flandes”), con 2.084 y quince banderas del Tercio de Sandoval -también denominado de Portugal- (con tropas de los de Nápoles y Sicilia de guarnición en Lisboa y Oporto, más banderas bisoñas reclutadas en Andalucía), con 1.525. Se cuenta, además, con 5 compañías de alemanes, 3 de italianos y 1 de portugueses.
Llegados al archipiélago de las Terceras o Terceiras o de las Azores, la escuadra recala brevemente en la isla San Miguel para recoger al Tercio de Íñiguez, que allí había quedado de una expedición anterior, con 16 compañías y aproximadamente 2.600 efectivos. Reunidos pusieron proa a la isla principal, la Tercera o Terceira, las cien velas incluyendo 12 galeras, transportando en total 11.500 hombres.

La isla estaba defendida por 44 fuertes unidos por una línea de trincheras, con 203 piezas de artillería y unos 9.000 soldados; la mayoría portugueses, aunque se cuentan en la defensa 18 compañías de ingleses y franceses que pretenden imponer su hegemonía en el archipiélago. Manda el conjunto el comendador De Chaste.
El 25 de julio se elige la zona de desembarco: la Cala de las Muelas, equidistante de las tropas enemigas concentradas en Angra, la capital de la isla, y el paraje llamado La Playa.
Se adopta una estrategia. Algunas galeras amagarán un desembarco de distracción, para que el comendador crea que ese es el lugar; las demás bogarán hasta la costa remolcando cada una grupos de embarcaciones menores con tropas. En todas las galeras asoman planchas de madera para que la Infantería salte a tierra.
La primera oleada de desembarco la forman elementos escogidos de 12 compañías del Tercio de Figueroa (que desempeña las funciones de maestre de campo general), 8 de Bobadilla, 14 de Sandoval, 11 de Íñiguez, 4 alemanas, 2 italianas y la portuguesa; unos 4.500 soldados. El resto seguirá una vez asegurada la cabeza de playa.
La madrugada del día 26 da inicio el asalto. Santa Cruz lo precede a bordo de una galera cuyo fuego apaga los del enemigo.
Los Tercios desembarcan con un orden que De Chaste alabará: “Se ponían en batalla tan pronto como llegaban a tierra”. El primero fue el alférez de la compañía personal de Bobadilla, que por haber embarrancado su embarcación fue a nado. Sin formar escuadrón dan el asalto a la trinchera enemiga “tan alta que no se podía subir sin ayuda”; la defienden dos compañías portuguesas y una francesa, que son expulsadas. El ataque ha costado sólo 40 hombres, pero entre ellos figuran cuatro capitanes españoles, dos italianos y el portugués, heridos por picazos, arcabuzazos y pedradas; un ejemplo de que las fuerzas se mandaban desde la vanguardia por sus jefes. Como siempre sucedía en estos casos, las crónicas recogen minuciosamente los nombres de los primeros hombres que alcanzan el objetivo, así como el de los alféreces que se adelantaban a plantar sus banderas.
Alertada por el tiroteo y por toques de campana de los defensores, la guarnición de La Playa acude a rechazar al agresor. Sin conseguirlo. La tropa española ha formado el escuadrón y un sargento mayor organiza las mangas de arcabuceros. El resto de la fuerza expedicionaria, con seis piezas de artillería, ha desembarcado; también Santa Cruz y Figueroa, haciéndose cargo del grueso de la tropa, al tiempo que Bobadilla e Iñiguez cubren el frente con un destacamento de arcabuceros y mosqueteros. De las galeras se había sacado lo preciso para sostener el combate; esclavos turcos conducen a primera línea la pólvora y la munición para las armas de fuego, y cubas con agua para sofocar la sed bajo un sol abrasador. Por último se embebe la lucha a las picas alemanas y españolas.
Tras dieciséis horas de enconada disputa bélica la noche extiende su manto y en el escenario callan las armas. Los españoles tuvieron 370 bajas, pero sostuvieron las posiciones conquistadas. Los enemigos, cerca de 500. Gran parte de la guarnición portuguesa muestra su desánimo abandonando a De Chaste, que se ve obligado al repliegue. Al cabo, los españoles ocupan la capital de la isla, Agra, apresando más de treinta naves portuguesas, francesas y británicas. El marqués de Santa Cruz premia a sus soldados con tres días de saqueo: “lo que se ejecutó con la diligencia y presteza acostumbrada, sin derramamiento de sangre, reservando los monasterios y lugares sagrados”.
El 2 de agosto de 1538, el comendador De Chaste firma la capitulación. Tras su valerosa defensa ha obtenido la vida de sus hombres, las espadas de los oficiales y transporte a Francia.

La toma del puerto de Blavet (Bretaña, octubre de 1590)
Otra operación notable fue esta, aunque poco citada dados sus merecimientos. En octubre de 1590 zarpó de El Ferrol una flota dirigida a la península de Bretaña, donde desembarca una selecta tropa. Pone pie en tierra bretona el Tercio del maestre de campo Juan del Águila y elementos del de Agustín Messía y Francisco de Toledo: 4.578 hombres. Prestos y ardorosos toman el importante puerto de Blavet, desde el cual, galeras y filipotes efectúan audaces operaciones de incursión corsaria, mientras las tropas de tierra actúan en el interior llegando a amenazar Brest.

Los españoles permanecen en la zona conquistada, invictos, hasta que, según los términos de la paz de Vervins, tienen que retirarse, en 1598, a cambio de que Francia desocupara Charolais y las plazas tomadas en Flandes; constituyendo durante todo ese tiempo una constante amenaza contra ingleses y franceses.
Fueron muchos los episodios acaecidos en esos ocho años de presencia, entre otros, el levantamiento del sitio de Croan, con muerte de 1.500 enemigos y cientos de prisioneros frente a 24 españoles; el levantamiento del sitio de Blaye, en el que las bajas de los contrarios superaron los dos millares; la defensa del fuerte de El León, heroica donde las haya, donde dos compañías resisten hasta quedar con un alférez como único oficial vivo y agotar la munición; la guarnición de 300 hombres causó miles de muertos a los sitiadores.
El comandante jefe francés de los sitiadores del fuerte de El León, admirado por la defensa, mandó enterrar con todos los honores al jefe de la misma, capitán Paredes, muerto en el empeño. Además, devolvió a Juan del Águila los trece supervivientes acompañados de una nota elogiando su conducta, la de los vivos y la de los caídos. Sin embargo, la suerte por sobrevivir, tras la heroica defensa, no sonrió a los trece afortunados. El maestre de campo Del Águila les espetó:
“¿De dónde venís, miserables?”
“De entre los muertos” respondieron.
A lo que el maestre de campo opuso:
“Con ellos debisteis quedar, que esa orden teníais”
A duras penas su estado mayor le convenció para que no los mandara ahorcar.

La toma del fuerte de Penzance (bahía de Mounts, Cornualles, Inglaterra, agosto de 1595)
Finalizaremos esta sucinta relación de operaciones anfibias con el desembarco en la bahía de Mounts, Inglaterra, de 400 arcabuceros españoles del capitán Carlos de Amézquita a bordo de cuatro galeras, con algunos piqueros. Se apoderaron del fuerte de Penzance, permanecieron tres días en la zona apoderándose de algunos lugares: Mousehole, Newlyn, Paul y Penzance, desmontaron la artillería de los fuertes ingleses y la embarcaron en las galeras sin sufrir bajas. Una aventura conquistadora en cinco jornadas.
Antes de volver a las naves, celebraron una misa en aquellas tierras de “herejes”, a modo de desafío.
El 5 de agosto, un día después de zarpar con lo confiscado y el éxito, de vuelta a la base de partida, las 4 galeras se toparon con una escuadra holandesa de 46 barcos de la que se zafaron no sin antes hundir dos buques enemigos. El 10 de agosto, el capitán Amézquita y sus hombres desembarcaron triunfantes en el puerto de Blavet. La expedición se saldaba con 20 bajas, todas ellas en la escaramuza naval contra los holandeses.


Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba




Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz

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