Al despuntar la mañana ya estoy cómodamente vestido para lo que tengo previsto hacer. La amplia bolsa de viaje revisada y cerrada sigue con mirada perezosa mis últimas idas y venidas por la habitación del hotel, acostumbrado a llegar y a partir con pocos días de diferencia; lo que se dice el viaje antes y después del viaje. A la hora que me había fijado acabo un desayuno copioso, de esos que sólo ingiere quien ha experimentado con su estómago en múltiples ocasiones de muy variado cariz y sabe que bien alimentado el ánimo responde mejor. Ningún esfuerzo suplementario iba a exigirme a lo largo del día, salvo imprevistos difícilmente sospechados. Eso sí, y no es recomendación en balde: conviene cenar con frugalidad quijotesca la noche anterior, o lo que es lo mismo, la víspera de cualquier partida a distancia considerable y previsible trasiego psicosomático. Un sueño real y abrigado es de ayuda para encarar incluso lo deseado. “Siéntete despierta y absorbe la vida alrededor”. Los
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