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Autoridad y poder


Ejercicio diferenciador en el gobierno de una sociedad.


La tradición jurídica romana, que informa el pensamiento europeo, distingue entre autoridad y poder. También, en los tiempos que corren, las fuentes con solvencia abundan en la distinción y explicitan desde la génesis de los conceptos y desde la aplicación a lo largo de la historia qué es y de donde nace la autoridad y lo mismo para el poder.
En consecuencia, la autoridad es definición y se traduce en leyes de obligado cumplimiento para que la convivencia de las personas cívicas sea posible y justa.
La etimología de la palabra poder nos sitúa en el concepto de potestad, que significa coerción y justifica su existencia en la incapacidad de los ciudadanos, por sí mismos, de asegurar el cumplimiento de las leyes.
Por tanto, la ley es la norma de convivencia imprescindible e ineludible para procurarla.
De lo anterior se infiere que, jurídica y socialmente, el autoritarismo no impide el desarrollo libre de la persona mientras que la prepotencia, como ejercicio desmedido sistemático del poder concedido o adjudicado, constituye per se una amenaza -quizá la peor e inmediata a la propia negación del libre albedrío y las capacidades inherentes a la condición humana- contra la libertad de las personas.

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Compendio de ambos conceptos
Somero análisis, a modo indicativo, para situar en el tiempo la evolución y deriva de la autoridad y el poder.
Autoridad:
Con este término se expresa el conjunto de cualidades reconocidas que confluyen en una institución o persona a la que los individuos (desde su individualidad, su libre albedrío) se someten por acuerdo para desarrollar y conseguir determinadas finalidades sociales (en el marco de una sociabilidad elegida).
Este es el punto de partida.
A partir del cual en la época moderna, la autoridad se concibe como el conjunto de las prerrogativas sociales y jurídicas que permiten el ejercicio del poder. Quedando establecido el vínculo entre autoridad y poder, la una como esencia, el otro como plasmación.
El pensamiento liberal expone que la libertad y la igualdad formales son derechos originarios y naturales de la persona, y como tales condicionan el ejercicio de la autoridad y constituyen su fundamento.
Bajo esta concepción, mayoritaria en las sociedades denominadas libres a todos los efectos de los siglos XIX y XX, la autoridad pasa de ser una prerrogativa de un poder político impuesto a ser emanación de la voluntad general de la ciudadanía.
La autoridad se convierte en la guía del progreso humano.
Cosa lógica ya que el concepto de autoridad queda vinculado con la necesidad de reglamentar las relaciones sociales y adscrito a la racionalidad, puesto que un incremento de ésta postula el de la autoridad como garante de derechos y libertades y reguladora de la convivencia.
Siempre y cuando la autoridad sea legal, aquella legitimada por un sistema de leyes formales decretadas para regular el modo de vida y para alcanzar los objetivos propuestos; sea tradicional, la autoridad legitimada por la tradición; y carismática, que es la autoridad legitimada por las características extraordinarias del jefe o líder, responsable en definitiva de una misión.
En las orientaciones sociológicas contemporáneas, la autoridad suele considerarse indispensable para el funcionamiento de cualquier organización compleja, ya que abrevia el tiempo de respuesta a las exigencias ambientales.
Poder:
Con este término se designa la posesión por parte de un sujeto individual o colectivo de la capacidad de obtener sus propios fines en una esfera específica de la vida social a pesar de la voluntad contraria de otros.
El poder debe ser ejercido al menos intermitentemente para mantener sus efectos de forma estable, ya que la posesión continua del poder está asegurada sólo por el ejercicio recurrente, aunque sea discontinuo, del mismo.
Un repaso a la fenomenología del poder lo define según dos concepciones: la distributiva y la generativa. Según la concepción distributiva del poder, éste es visto como una magnitud finita, por lo que todo el poder que un sujeto determinado posee en un momento dado se presenta como sustraído a otro; y viceversa. Por su parte, la concepción generativa del poder considera a éste como una capacidad que puede crecer en base a los recursos que una colectividad confiere a un sujeto determinado con el fin de conseguir ciertos objetivos de interés común. De hecho, en cualquier situación concreta se pueden observar los dos supuestos.
Toda forma de poder conlleva una mayor disponibilidad de recursos por parte de un sujeto determinado respecto a otros. El catálogo de recursos es el siguiente: la fuerza, el conocimiento técnico y científico, el capital o los medios de producción, la ley y la organización. La combinación simultánea de varios tipos de recursos multiplica el poder, como ocurre con el Estado, que es el máximo sujeto de poder en el mundo moderno y contemporáneo, en cuya capacidad de organización y de control de la vida social se conjuga el monopolio de la fuerza legítima y los grandes medios capitales, el saber burocrático y ciertas normas fundamentales de derecho.
Las principales clases de poder son el poder político y el poder económico. El poder ideológico, referencia constante en los discursos del socialismo aunque la práctica contradiga a la teoría, es reducible a uno y a otro o bien a alguna forma de autoridad o de influencia, pues es un comodín o pieza de encaje que viste de apariencia el verdadero trasfondo. Ambas clases, la política y la económica, presentan dos vertientes: una volcado a la afirmación y a la conservación y la otra a la transformación del sistema político y económico existente.
El poder es una de las dimensiones fundamentales de la estratificación social, relacionada de manera distinta con otras dimensiones como la riqueza y el prestigio: quien tiene mucho poder suele intentar conquistar un grado proporcional de riqueza y de prestigio, mientras éstos son utilizados con igual frecuencia para incrementar el poder de un individuo o de una colectividad.

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