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Disección de un arte eterno


Por los sentidos entra y por la expresión corporal sale. Adivina, adivinanza: tiene la última palabra, la que escribe el epílogo, al concluir el último acorde, que suena en el trayecto del emisor al receptor durante un tiempo indefinido.
Las semejanzas entre las artes que la naturaleza humana compone son públicas y notorias, seguidoras de un abecedario de normas de uso y recomendaciones para una adecuada dosificación. Las equivalencias, similitudes y analogías entre las magnas obras de la naturaleza libre y activa componen, tabuladas desde la gaya ciencia, con precaria afinación y deslavazada orquesta, una deslumbrante fenomenología apartada de los cauces que el analista o el déspota, que ambos a una, idearon y trazaron con escaso intelecto e insuficiente técnica. Siendo indulgente la sentencia.

Tomás Iriarte: La música, grabado de 1779.


Una vez fuera del genio,
una vez dentro de la sensibilidad,
ya camino de su destino,
de regreso al parnaso el soplo fecundo,
en un instante nació todo,
y lo demás, a su estela, llegó en un inmediato después,
tras ella y con voz propia,
a perpetuar el inasible origen,
que por siempre lo sea,
la fascinante aventura de viajar sin límite
de forma a fondo y viceversa.

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