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Mostrando entradas de marzo, 2016

Brigada de Investigación Criminal (1): Las intuiciones

Nos reunimos con el viejo policía en el abrigado bar de la plaza porticada. La tertuliana mesa, concurrida por amigos, discípulos, agradecidos y un invitado silente, deviene un homenaje espontáneo al jubilado inquieto y comunicador. El viejo policía es hombre hecho a riesgos y afincado en determinaciones, asequible, puntual, exigente y todavía, por esencia, vinculado a principios; su experiencia convence, su ironía instruye. Anciano, sí, y por ello y por aplicación, sabio. Ha sobrepasado la edad renovando su vocación y esa abrumadora franqueza que encumbra y premia a la par que hiere y enemista. A un espectador sentimental confeso, al que a menudo rasgan las paredes del estómago púas de materia incandescente, conforta la espontánea lección del maestro que conoce el anverso y el reverso de lo que trata. Sentados a la mesa, importa y seduce el dejarse llevar por un discurso perlado de ciencia y praxis, enlazados los temas para que mientras quede mecha la llama no se apague. El viej

El sacrificio del Regimiento de Cazadores de Alcántara, 14 de Caballería. Fernando Primo de Rivera y los Escuadrones de Alcántara

Con su arrojo lograron lo imposible Campañas de Marruecos en el siglo XX: Las cargas del Regimiento de Cazadores de Alcántara Del 21 al 29 de julio de 1921 La guerra de África fue un verdadero quebradero de cabeza para España, un país en desarrollo, con un ejército mal equipado y peor encuadrado, con un alto índice de analfabetismo y, por tanto, escaso conocimiento de la guerra moderna y, mucho menos, de la que, en plan guerrillas, se iba a encontrar en el Norte de Marruecos y sobre todo en el Rif, territorio agreste, salvaje y poblado por bereberes muy apegados a sus tradiciones y libertad, así como fieros hasta el salvajismo. Frente a ellos, los soldados españoles, sin equipo adecuado, conocimientos e instrucción fueron carne de cañón para los rifeños, máxime cuando algunos de sus altos mandos, por aquello de alcanzar la gloria, sin medir sus fuerzas, territorio y rival, lo que alcanzaron fue la muerte propia y de miles de españoles. El año 1921 fue aciago, el ge

¿Es vencible la ignorancia?

Quiero creer que la ignorancia es vencible. Es una suposición voluntarista la mía, bien intencionada, una muestra de generosidad homologable ante cualquier tribunal a cargo de resolver las cuitas del intelecto. Pero la apelación a la credulidad en el fuero interno no es suficiente. Hay que servirse de la mejor de las ayudas, que es la invocada luz del magisterio, patrocinadora de la más evocadora de las liberaciones, para penetrar la atmósfera inquietante del conjunto tenebroso. Bartholomeus Spranger: Minerva vencedora de la ignorancia (1591). La expresiva pugna tiene un sustrato artificioso. Porque el conflicto es de intereses absolutamente dispares. El recurso a la alegoría evidencia un proceso largo y arduo, compilado en sucesivas derrotas que cubren los periodos de tiempo en los que se añora la determinada actuación de Atenea sanadora. Es el lamento singular del aquejado por la epidemia de mal crónico. Nunca faltan enfermos, arraigados a la dolencia, y

Victoria incruenta de las armas españolas. Ramón María Narváez y Fernando Fernández de Córdoba

Primavera-verano de 1849: Cuerpo expedicionario de liberación   La reposición en el solio de Pío IX A finales de 1848, los revolucionarios italianos penetran en la Ciudad Eterna. Roma es un botín muy cotizado, pero caro de conseguir. No obstante logran sus objetivos Garibaldi y Mazzini, capitanes de la invasión, y ponen sitio al Vaticano regido por el papa Pío IX. El gobierno pontificio es sustituido por un triunvirato y una Asamblea Constituyente sustentado en dos batallones de anárquicos soldados poco menos que de fortuna. La guardia del Papa era testimonial, por lo escasa y decorativa, ante lo que el pontífice decide llamar al embajador de España, Francisco de Paula Martínez de la Rosa, quien aconseja al solicitante la salida de Roma dada la situación en las calles. El Papa se acoge a Gaeta, el puerto del reino de Nápoles más cercano a Roma, del que era monarca el rey Fernando, tío carnal de la reina de España Isabel II. En Gaeta aguardaba el embajador de España en Nápol