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Yo solo. Bernardo de Gálvez

El apoyo español a la independencia de los Estados Unidos de América

El Imperio en América del Centro y del Norte: Las victorias en Mobila y Pensacola

Del 9 de marzo al 10 de mayo de 1781 en Pensacola




Preámbulo
Los Estados Unidos de Norteamérica deben su independencia de la corona británica al reino de España. La decisiva y variada intervención española, inventariada con aportes financieros, armas y municiones, pertrechos, efectivos humanos, servicios de inteligencia, cobertura terrestre y naval, y atención logística, facilitó sobremanera la independencia de aquellas Trece Colonias rebeldes, embrión de lo que serían los Estados Unidos de América, en el momento que se produjo.
Un momento de la historia en que coincidieron los intereses españoles en la zona, incluidas Centroamérica y Norteamérica, con las aspiraciones de independencia de los emigrantes europeos, primero súbditos de Inglaterra y luego de Gran Bretaña, establecidos a lo largo de la costa este norteamericana desde el límite septentrional de la Florida continental hasta la frontera actual con Canadá.
La declaración formal de guerra se produce en 1779, pero ya entre 1777 y 1781 tres potencias pelean con excusas y ambages por la supremacía en esa disputada región: España, Francia y Gran Bretaña; las dos primeras vinculadas por el Tercer Pacto de Familia (borbónica). Todas quieren o mantener su dominio territorial o aumentarlo a expensas de la derrota enemiga. Y a ellas se ha sumado, para alcanzar su independencia, la población de colonos europeos cuya raíz quiere trasplantar del viejo al nuevo mundo.
En España reina Carlos III. Su ministro de Asuntos Exteriores (entonces Secretario del Despacho del Estado), es el conde de Floridablanca, José Moñino y Redondo, partidario de fortalecer las posesiones españolas de Ultramar y de una política que manifieste firmeza frente a la continua amenaza británica en suelo español y allá donde España rige y defiende intereses propios, aconseja tomar partido por la causa de las colonias norteamericanas en contra de la metrópoli inglesa. Del mismo parecer y con similar actitud, el embajador español en la corte francesa, Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda (X conde de Aranda), auspicia el que a la postre sería el acuerdo que puso fin a la guerra de independencia americana, el Tratado de París de 1783; aunque el conde Aranda mostraba serias diferencias con el rey Carlos III y un mayor encono hacia el conde de Floridablanca, el episodio americano, que en principio benefició los intereses de España, aunó criterios y decisiones.

José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, y Pedro Pablo Abarca, conde de Aranda.

Imágenes de http://www.jovellanos.org y http://www.datuopinion.com

Los objetivos de España en Centro y Norteamérica comprenden la recuperación de las dos Floridas, la peninsular y la continental, mantener bajo la administración española el inmenso territorio de Luisiana, que se extiende desde Canadá hasta las aguas del Golfo de México, asegurar el control del mar en ese litoral y en el conjunto del Caribe y las Antillas, evitar las incursiones inglesas en los dominios mesoamericanos y consolidar las líneas comerciales con la metrópoli, Europa y el resto del vasto imperio español en el nuevo mundo. Con ello, garantizada la hegemonía, anular por tiempo la amenaza británica y la veleidosa actitud francesa, de bandazos e intrigas según los días.
La Luisiana es un territorio poco poblado, casi virgen y de imposible vigilancia sin un enorme ejército y la participación amistosa de indígenas y vecinos. Originariamente francés, La Luisiana pasó a manos españolas tras la guerra europea de los Siete Años (periodo entre 1756 y 1763), pero se perdió La Florida que fue cedida a Gran Bretaña.
La ocasión que propicia la rebelión de las colonias inglesas es pintiparada para recuperar lo que se anhela y, de paso, infligir un severo correctivo en forma de derrota militar amplia y duradera al orgulloso inglés.
Bernardo de Gálvez facilitó el tráfico y movimiento de los rebeldes norteamericanos y cerró a los británicos la navegación por el Mississippi, a través del cual habrían podido tomar por la espalda a los colonos, todavía muy necesitados de los favores de sus aliados para vencer.

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Apunte biográfico de Bernardo de Gálvez y su familia inmediata
La familia Gálvez, afincada en la malagueña localidad de Macharaviaya desde el siglo XV, ha dado nombres ilustres a España, que en el caso de Bernardo ha trascendido como héroe en Estados Unidos.
Cuatro hermanos Gálvez ocuparon puestos relevantes durante el reinado de Carlos III: José Bernardo de Gálvez y Gallardo, marqués de Sonora, fue jurista, político, Visitador de la Nueva España y Ministro de Indias, impulsor de las principales reformas en el reinado de Carlos III; Miguel de Gálvez y Gallardo, también fue jurista y político, Alcalde de Casa y Corte, Ministro togado del Consejo de Guerra y embajador y Ministro Plenipotenciario en las cortes de Prusia y Rusia; Matías de Gálvez y Gallardo, militar y político, alcanzó el empleo de Capitán General de Guatemala y presidente de su Audiencia, posteriormente ejerció el muy elevado cargo de Virrey de la Nueva España y, además, organizó el Banco de San Carlos, institución dependiente del Banco de España; Antonio de Gálvez, asimismo político y militar, desempeñó como Administrador General de Canarias, Comandante General del resguardo de la Bahía de Cádiz y Administrador del puerto de Cádiz.

Matías de Gálvez y Gallardo

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El hijo de Matías es Bernardo de Gálvez y Madrid, militar con una extraordinaria hoja de servicios en la que descuella su decisiva participación como jefe militar y estratega en la Guerra de la Independencia Americana, hecho sobresaliente antes precedido de otros como la Guerra de Portugal, la expedición a Argel, su concurso con mando en las posiciones de vigilancia y defensa en la frontera mexicana y los combates sostenidos contra los apaches en territorio norteamericano; y la dirección de las operaciones para asegurar el dominio español en los mares adyacentes, arrebatando territorio insular a los ingleses, concluida la batalla de Yorktown, última de la Guerra de la Independencia Americana. Bernardo de Gálvez es por aquel entonces coronel del Regimiento de Infantería Fijo de Luisiana, que ha llegado a la provincia para mandar dicha unidad, pero que el 19 de julio de 1776, tan solo unos días después de proclamada la independencia de las colonias norteamericanas por su Congreso Continental, se convierte en gobernador interino de la provincia; cargo ratificado el 1 de enero de 1777. A Gálvez se encomienda el fortalecimiento de las posesiones españolas en la desembocadura del río Misisipi en vistas a una previsible declaración de hostilidades al enemigo inglés; se instala en la ciudad de Nueva Orleans, protegida por el Bayou San Juan que Gálvez tuvo la precaución de fortificar adecuadamente además de atraer tropas al interior, y en 1777 contrae matrimonio, o similar, con la criolla María Feliciana de Saint-Maxent. Hábil político, de casta le viene al galgo y buenos maestros no faltaron a Bernardo de Gálvez, atrajo a los indígenas del área asignada para el refuerzo con medios humanos y materiales, y reclutó colonos de las islas canarias y de la comarca malagueña de la Axarquía, pobladores al cabo con los que fundó las ciudades de Galveston, Nueva Iberia, Valenzuela y Baral. Su último destino fue la concesión real del Virreinato de Nueva España, donde ejerció sus dotes de mando social y político en una brillante carrera, recordada por su eficacia en la gestión, que truncó una muerte prematura.

La campaña norteamericana (I): La ribera del Misisipi y Mauvila (Mobila)
Bernardo de Gálvez, plenamente consciente de las exigencias de su misión, mientras funda nuevas colonias suministra víveres y armas a los norteamericanos; sabe perfectamente que es preciso derrotar a los ingleses para recuperar lo que España considera propio y luego ya llegará el turno de los acuerdos con los nuevos vecinos y, a qué dudar, la lidia con los nuevos pleitos y disputas. Los ingleses conocen de la ayuda española a los rebeldes, por lo que no sólo a modo de venganza se aprestan a invadir la Luisiana. Pero Gálvez, que ha recibido órdenes al respecto, se adelanta a esos movimientos: advierte que la clave está en el control del río Misisipi, cuya orilla es frontera con el poniente de la Florida continental, y decide atacar las posiciones inglesas ubicadas a lo largo del río y la ciudad de Baton Rouge (posteriormente la capital del Estado de Luisiana).

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Como carece de una fuerza regular para entablar combate con garantía de éxito, improvisa una expedicionaria compuesta por cuatrocientos españoles y un número equivalente de criollos, negros, mulatos e indios. Los británicos acusan la ofensiva, no en vano es un ataque por sorpresa, y pierden la primera partida ante el jefe español disputada en el tablero de juego. Es septiembre de 1780. Gálvez toma el fuerte inglés de Bute de Manchac, que rinde por la astucia de colar a sus hombres por una tronera; a continuación obtiene una sucesión de victorias navales en los lagos próximos, y acto seguido conquista la importante plaza de Baton Rouge merced a un falso ataque nocturno que disimula la verdadera progresión de sus hombres para colocarse en posición favorable de disparo. Destaca por la eficacia de tiro de sus cañones el jefe artillero Julián Álvarez. Los ingleses también rinden el fuerte de Panmura de Natchez, dejando libre el Misisipi para la causa norteamericana ya que se ha impedido una proyectada ofensiva inglesa sobre Nueva Orleans. España recibe la entusiasta felicitación de Washington y Bernardo de Gálvez, que cuenta treinta y tres años, es ascendido al grado de mariscal de campo (equivalente a general de división).
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La apuesta española ha abierto una vía segura de aprovisionamiento para los colonos rebeldes y mantiene ocupados a los atribulados ingleses en el frente sur (embebidas buena parte de sus fuerzas en el continente merced a otros movimientos coincidentes), menguando a la par su poder bélico en el frente norte donde se libraba la independencia de las colonias.

Monumento a Bernardo de Gálvez en Nueva Orleans.

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Los británicos responden a los éxitos españoles en el sur con una ofensiva desde el norte, dirigida desde Michigan, hacia la principal posesión española en la región del Missouri y llave de la penetración en el Misisipi, San Luis, protegida por los fuetes de Don Carlos. Fernando de Leyba es el Gobernador de San Luis. En su correspondencia con Gálvez le informa de la amenaza y de las medidas que dispone para repeler el ataque; pide refuerzos. Gálvez, inmerso en su propia campaña, no puede auxiliar la plaza con prontitud. Leyba actúa con diligencia y obtiene una importante victoria, el día 20 de junio de 178o, que confirma a Gálvez por carta; y también del quebranto de su salud. Gálvez envía a Francisco Cruzat para el relevo, que tiene efecto el 20 de julio de 1789.
Sin enemigos de consideración en la retaguardia tras la victoriosa campaña del río Misisipi y el rechazo de la ofensiva inglesa en el río Missouri, Gálvez toma la iniciativa acelerando las acciones para emprender la parte más compleja de su misión: quiere recuperar sin tardanza la Florida para España. Fija el objetivo en las plazas de Mauvila (Mobila), lo que hoy es Alabama, y Pensacola para impedir las maniobras enemigas desde el litoral sur.
La operación de conquista de la primera plaza fue un alarde de genio. El plan consistió en un desembarco de tropas en la bahía de Mobila, custodiada por la fortaleza inglesa de Charlotte, que tuvo que superar uno de los inefables sucesos que frecuentan la historia de España: de nuevo una tempestad, remedo de aquella trágica que desmanteló la escuadra que pretendía invadir Inglaterra en 1588, condiciona el resultado de la empresa. Pero aunque enterados los ingleses de la desdicha y desplazado el grueso de su ejército a Mobila para hacer leña del árbol caído, Gálvez actúa rápido y se anticipa al rescate. Reorganiza la maltrecha tropa, aguanta con paciencia y pericia la llegada de refuerzos y acosa el fuerte Charlotte con un cañoneo nocturno de las bien posicionadas piezas que al amanecer iza bandera blanca. Corría el 13 de marzo de 1780. Cuando el grueso del ejército inglés alcanza Mobila sólo puede certificar la conquista española del fuerte y territorio aledaño.

Monumento a Bernardo de Gálvez en Mobila.

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Gálvez es hombre de mente ágil, ingenioso y certero, audaz en las decisiones, dotado de tesón y que no se arredra ante la dificultad a la que busca el resquicio para batirla. Los ingleses empiezan a conocerle por sus obras.
Un obstáculo vencido en el camino de La Florida.
En posesión de Mobila, el mayor inconveniente para la recuperación de Las Floridas es Pensacola. Esta plaza fuerte es el principal puerto de la zona y pieza fundamental en esta partida de reconquista. Gálvez necesita refuerzos, sin ellos la empresa no es asumible. Los pide a La Habana, y la autoridad sita en La Habana los niega aduciendo, no sin razón pero carentes de audacia y sobrados de envidias, celos y demás politiqueos de baja estofa, que las condiciones marítimas en esa época son malas para la navegación. Además, la autoridad y resto de jefes militares consideraban a Bernardo de Gálvez un advenedizo, a quien le quedaba trecho para encaramarse a las cimas logradas por su padre y tíos. Joven y arrogante, así lo tildaron, les ponía en evidencia y hacía peligrar las sillas; más parecía que el peligro era él y no los ingleses o las tempestades.
Pasaron dos meses de tira y afloja hasta que la flora estuvo aparejada, y pese al retardo en la continuación de la campaña ésta resurgió con la misma intensidad tras superar el consabido inconveniente de la furia de los elementos. Una nueva tempestad, desencadenada en el viaje de ida a las costas de La Luisiana, esparció los barcos de la flota restándole poderío militar. Percance aprovechado por los detractores del plan. A los que opuso Bernardo de Gálvez una lección de historia: “Los ingleses que se dirigían a Charleston fueron sorprendidos por una fuerte tempestad; sus barcos fueron diseminados hasta tal punto que algunos fueron arrastrados hasta casi Inglaterra. Esto es lo que, más o menos, nos ocurrió a nosotros. Pero los ingleses no se desanimaron: se volvieron a organizar y atacaron Charleston. ¿Es que nosotros no somos capaces de cosa semejante? ¿Ha desaparecido la virtud militar que tanto nos caracterizó atacando a nuestros enemigos? ¿Somos tan pusilánimes e inconstantes que una simple tempestad tropical nos amilana en nuestra gloriosa empresa? Esto es lo que pensarán los ingleses de nosotros, derrotados por un simple contratiempo, a no ser que nos mantenga un propósito de mucha mayor importancia.”
Enterado de la controversia y de la apelación al orgullo nacional, el monarca intervino para apremiar el auxilio solicitado por la vanguardia en La Luisiana y su propósito compartido de recuperar La Florida. A principios de 1781 Gálvez había reunido un número suficiente de efectivos para abordar el asalto a Pensacola.
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La campaña norteamericana (y II): Pensacola
Pensacola era una plaza fronteriza, llave de acceso para la reconquista de la Florida. Puerto y fortaleza situados en el límite Noroeste de la Florida continental. Bernardo de Gálvez está decidido a tomar Pensacola; no puede haber victoria contundente en la campaña sin adueñarse de esa llave de paso que es la plaza y el puerto de Pensacola. Y tiene informes favorables para la conquista.
Otro nombre propio de la guerra paralela a la de los colonos rebeldes norteamericanos en el lugar de los hechos es José de Ezpeleta y Galdeano, coronel del Regimiento de Infantería de Navarra, que participó en la campaña de Misisipí, en la toma de Mobila, ciudad de la que fue nombrado gobernador y desde la que tuvo que hacer frente con valor y entereza de ánimo a los duros ataques de los ingleses y sus aliados indios, rechazándolos todos, y luego tomó parte en la batalla de Pensacola. Fue un elemento muy valioso para Bernardo de Gálvez, al que sustituyó en el mando cuando le hirieron en el asedio a Pensacola.

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José de Ezpeleta averigua por su servicio de espionaje que los ingleses piensan quemar Pensacola en caso de ataque por parte de los españoles, y así se lo comunica a Bernardo de Gálvez. Ante esta noticia, Gálvez escribe al general John Campbell, al mando de la plaza, advirtiéndole que en caso de destruir la ciudad, los barcos atracados, los almacenes o cualquier otra parte de la misma, no les concederá ninguna capitulación, siendo tratados con el mayor rigor:
Excmo. Sr. Muy Señor mío: Los ingleses en La Habana [aproximadamente una veintena de años antes, cuando sitiaron esta ciudad], intimaron con amenazas que no destruyesen, quemasen, ni echasen a pique las fábricas y buques, así del Rey como de particulares, so pena de ser tratada con el mayor rigor; la misma prevención hago a Vuestra Excelencia y demás a quienes competa, con las mismas condiciones. Dios guarde a V. E. muchos años.
Campo de la Isla de Santa Rosa, 20 de marzo de 1781. Excmo. Sr. B. L. M. a V. E.
Bernardo de Gálvez
La pronta respuesta del general inglés:
Muy Señor mío: las amenazas de un enemigo que nos embiste no son consideradas bajo otro aspecto que el de un ardid o estratagema de guerra, de que se vale para seguir sus propias ideas. Confío en que no haré en mi defensa de Panzacola (viendo que estoy atacado) nada contrario a las reglas y costumbres de la guerra, pues me considero con obligaciones hacia Vuestra Excelencia por su franca estimación, aunque le aseguro que mi conducta dependerá más bien de la suya en respuesta a las proposiciones que el Gobernador Chester le enviará mañana acerca de los prisioneros y las mías relativas a la ciudad de Panzacola (Pensacola), que de sus amenazas. Ínterin quedo de V. E. su más humilde y obediente servidor.
Cuartel General de Panzacola a 20 de marzo de 1781.
John Campbell

El bastión inglés de Pensacola era la plaza fuerte de mayor importancia en la Florida occidental, defendida por un nutrido contingente de 2.500 efectivos, por los impresionantes cañones de Barrancas Coloradas y por su bahía; argumentos de peso para echar a volar la determinación, el ingenio y las agallas si se quería poner pie en su interior y cambiar la enseña ondeante. Había que superar el fuego cruzado de las baterías costeras y el de los fusileros desde las aspilleras en las posiciones avanzadas de defensa en la isla de Santa Rosa, que cierra la bahía, y en un fuerte al otro lado del canal.

Bergantín Galvezton

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Gálvez se apoderó de la isla, pero el cañoneo de las baterías inglesas dificultaba la penetración del grueso de la flota para la efectividad del tiro de las naves y el desembarco de los infantes. La renuencia del jefe de la flota de española, José Calvo de Irazábal, a meterse en la boca del lobo provocó un enfrentamiento con Gálvez. Pero como en el duelo de palabras tenía las de perder, el mariscal de campo se lía la manta a la cabeza en cuanto la climatología le es menos desfavorable y desafía al almirante y al enemigo a la vez. A bordo de su barco, el bergantín Galvezton, regalo de los norteamericanos, izada la insignia de almirante, envía un presente con mensaje a Calvo de Irazábal; el presente es una bomba y el mensaje reza: “Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galvezton para quitarle el miedo”.

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Los cuatro barcos de que disponía Gálvez penetraron en la bahía bajo el esperado fuego enemigo. Sin sufrir apenas daños, a velas desplegadas y con el Galvezton disparando quince salvas para darse a conocer, los cuatro pasaron la barrera de fuego y alcanzaron una zona a resguardo de la artillería y el acoso del mar. El resto de la flota, en vista del éxito de la temeridad, siguió al mariscal de campo a correr su misma suerte, lo que así sucedió, excepto el almirante que regresó a La Habana encarado y molesto. La operación anfibia planeada por Bernardo de Gálvez era un hecho.
Desde la posición ganada, la artillería española posicionada en tierra firme comenzó a batir las posiciones inglesas: los fuertes de la Media Luna y Jorge y los reductos Príncipe de Gales y Sombrero. La pericia de los artilleros y la bravura de los infantes consiguen reducir al mínimo las embestidas por librarse del cerco de los ingleses. Los españoles intensifican las acciones de ataque sabedores de que tienen la partida ganada si no ceden en el empuje; las bajas crecen en ambos bandos mientras la moral de los sitiadores aumenta con el paso de las horas y la buena dirección de los proyectiles y la de los sitiados decrece hasta desaparecer. El fuerte de la Media Luna vuela por los aires al recibir una granada en su polvorín; el fuerte Jorge iza la bandera blanca. Es ocho de mayo. El Gobernador inglés de la provincia, Almirante Chester, y el Comandante en Jefe de las fuerzas británicas en Florida, Mayor General John Campbell, buscan ganar tiempo ante la imposibilidad de revertir la situación. Campbell envía un parlamentario al Comandante en Jefe español con una carta solicitando el cese de hostilidades durante veinticuatro horas. Gálvez rechaza la petición oliendo el ardid de fuga; entrega al emisario una breve contestación en la que comunica que no aceptará otra conversación que la dirigida a definir los términos de la capitulación. Acompaña a la nota conminatoria un borrador con las estipulaciones de la rendición que sirva de documento de trabajo. Los ingleses, con los reductos defensivos impotentes ante el avance español, depuestas las armas, redactan unas cláusulas de rendición en respuesta al borrador de Gálvez que le entrega el sobrino de John Campbell, Mayor de brigada Campbell, en calidad de plenipotenciario, para que sean aceptadas o discutidas. Las negociaciones se prolongan unas horas y por fin, amanecido el día 9 de mayo, las partes firman el acuerdo de capitulación. El 10 de mayo de 1781 se produce la ceremonia de rendición ante el Fuerte Jorge.
La toma de Pensacola supone el fin de la campaña militar en la región del Misisipi y la Florida occidental, que vuelve a manos españolas. Los objetivos marcados por Carlos III para sus tropas han sido satisfechos: el Golfo de México está prácticamente libre de fuerzas inglesas.

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Consecuencias (I): La independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y la recuperación de Florida
Las victoriosas acciones de los españoles en la Luisiana, el Golfo de México y la Florida, desbarataron los proyectos de la Gran Bretaña en Norteamérica y su peso en la Europa meridional y las colonias americanas, al tiempo que fortalecieron las pretensiones de los rebeldes norteamericanos. A partir de la derrota en Pensacola, los ingleses, ya debilitados desde el inicio de la campaña, irían sucumbiendo en su lucha con el ejército de las Trece Colonias; al extremo que en 1783 se firmaba el Tratado de Versalles que reconocía la independencia de los Estados Unidos y confirmaba la posesión española de las Floridas oriental y occidental.

Consecuencias (II): Otras operaciones militares en Norteamérica
En Centroamérica y las Antillas también se libraron combates contra el mismo enemigo antes y después de la campaña americana en Luisiana y Florida. El relato en síntesis de los episodios es el que sigue.
El 20 de octubre de 1779, al poco de declararse la guerra contra el imperio británico, lo que tuvo lugar el 21 de junio, los ingleses conquistaron el fuerte español de San Fernando de Omoa, en la costa de Honduras. Una conquista efímera puesto que el de inmediato, Matías de Gálvez, padre de Bernardo, Capitán General de Guatemala, organizó un pequeño ejército que en un mes reconquistó la posición.
En realidad un anticipo de lo que se proyectaba desde Londres. La idea era invadir Nicaragua a lo largo del río San Juan, tomando las ciudades de Granada y león y las fértiles tierras adyacentes, hasta el lago de Nicaragua y el océano Pacífico. La tropa invasora sumaba el apoyo efectivo de zambos (mestizos de indios misquitos y negros) e indios misquitos. Iniciado el avance por tierra nicaragüense, los resultados acompañaron a los invasores en los primeros compases. Enterado Matías de Gálvez de la penetración invasora, constituyó un ejército de seiscientos hombres y una defensa elemental en retaguardia por si fracasaba la acción liberadora. Pero no fue preciso activar el plan de emergencia. Descendiendo al frente de sus fuerzas por el río San Juan hasta su desembocadura consiguió en breve expulsar de tierra a los ingleses y aliados de ocasión.
Un tercera vía de penetración tenía lugar en Costa Rica. Matías de Gálvez también se propuso expulsar a los ingleses de ese territorio, para lo que se aplicó en organizar un nuevo ataque de reconquista a finales de 1781. En una brillante secuencia de operaciones, primero se apoderó de varios puestos fortificados que habían levantado los ingleses al pisar el territorio; luego instaló su cuartel general en Trujillo y desde allí tomó la isla de Roatan el 16 de marzo de 1782. Por si no bastara la lección administrada por el Capitán General de Guatemala, antes de poner fin a la campaña de liberación, se dirigió con su tropa a Belice para expulsar a los ingleses del río Tinto y apoderarse de sus fuertes.
Pero también se acometieron empresas de conquista, o no tan de reconquista inmediata; la una hacia Jamaica, en alianza con la escuadra francesa, frustrada; la otra hacia Bahamas, netamente española y exitosa.
La escuadra inglesa tuvo noticia de la situación y planes de la francesa que atravesaba el océano para unirse a la española del almirante Solano, por lo que le fue fácil interceptar los navíos galos y derrotarlos en la llamada batalla de los Santos.
El almirante José de Solano y Bote, marqués del Socorro, había sido destinado a la escuadra del Teniente general de la Armada Antonio González de Arce Paredes y Ulloa (en 1796 ascendido a Capitán general), para someter a bloqueo naval a Gran Bretaña, tarea realizada a la perfección, y capturar a cuantos navíos de línea de la misma nacionalidad cruzaran la vigilancia. En 1780 le es conferido el mando de una flota militar de convoy a otra, numerosa, civil de suministro a los principales puertos americanos y transporte de tropa; pese al intento del almirante George Rodney de interceptación, abordaje y apresamiento de este gran contingente, el almirante Solano logró eludir el acecho y llegar a La Habana, primera escala del viaje, con la integridad de las naves, mercancías y dotaciones. Ya en aguas del Golfo de México y a disposición del mando, en 1781 colaboró con pericia y arrojo en la campaña norteamericana para la expulsión de los británicos de Luisiana y Florida. Por méritos de guerra fue ascendido a Teniente general y posteriormente, en 1802, a Capitán general de la Armada española.
Desechada una nueva acción contra la isla de Jamaica, el Teniente general Juan Manuel de Cagigal y Martínez, promovido a tal empleo por su actuación en Pensacola, aprovechó con maestría los efectivos destinados a la frustrada expedición contra Jamaica para organizar una dirigida a las islas Bahamas, en concreto a la de Nueva Providencia donde radicaba la capital del archipiélago. Un éxito rotundo sin coste. En cuanto el Gobernador Maxwell avistó la escuadra española supo que la cuenta atrás para su dominio era inevitable. Cuando Cagigal conminó a la rendición Maxwell la aceptó en seguida considerando que su defensa era imposible ante la envergadura de la fuerza enemiga. El 8 de mayo de 1872 las Bahamas pasan a manos de España y con ellas un incremento favorable del control de la navegación por los canales de Florida y de Bahamas.

Juan Manuel de Cagigal y Martínez

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Consecuencias (y III):
El curso de la guerra contra Inglaterra en Norteamérica y el Caribe, entre 1780 y 1782, resultó favorable a España. Pero la clásica conflagración entre imperios en alza y en declive, unido a las volubles alianzas y a esos intereses que con el transcurso del tiempo y los acontecimientos son de ida y vuelta, ampliaba su círculo de contiendas también en viaje de antaño a hogaño. Querían los españoles, negaban los británicos, y viceversa; apoyaban los franceses, antes sopesaban esa ayuda, sin incluirla a beneficio de inventario, y luego evaluaban la cuenta de resultados tirando del lazo consanguíneo. La gallardía y el honor no eran valores cotizados en los negocios o en las cancillerías, aunque sí en los frentes de batalla para fortuna de los oponentes.

Navío Santísima Trinidad

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Esto viene a colación del conjunto de operaciones que la guerra dispuso para vencer en el mayor número de frentes militares y políticos posible, porque mientras en Centroamérica y el mediodía de los futuros Estados Unidos los españoles lidiaban contra el león inglés en suelo disputado, con la ilustre familia Gálvez en vanguardia, el almirante Luis de Córdova y Córdova, director general de la Armada española, asestaba un serio correctivo a una escuadra inglesa de protección y convoy hacia las colonias norteamericanas. El 9 de agosto de 1780 una flota de vigilancia al mando del almirante Luis de Córdova, con 27 navíos y algunas fragatas, cuya rapidez y maniobrabilidad eran proverbiales para este tipo de misiones, atacó con audacia y astucia de experto cazador a las más numerosas naves ingleses que surcaban la ruta de las Azores para desde allí, con disimulo en el traslado, proseguir navegación segura hasta destino, logrando una victoria sonada junto a una presa excepcional. A bordo de su buque insignia, el navío Santísima Trinidad, dirigió la maniobra que acabó en el mayor golpe logístico de toda la historia de la Armada británica.

Luis de Córdova y Córdova

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Aproximadamente un año después de tan importante suceso para España, otro fue el motivo de satisfacción patrio. El general francés duque de Crillon, al servicio de España, zarpaba del puerto de Cádiz en julio de 1781 al mando de una flota española y con un ejército español de desembarco que, sin apenas resistencia de la desconcertada guarnición y con el avance de la infantería a banderas desplegadas vitoreado por los paisanos, retornó la isla de Menorca a la soberanía española.
Habiendo transcurrido sesenta y nueve años de dominación británica, la nueva autoridad española dio una instrucción militar con fuerza de ordenanza al respecto del trato a los menorquines: “Siendo todos los habitantes del país oriundos de España y no habiendo dejado de tener nunca el corazón español, de ningún modo se deberán considerar como enemigos, antes al contrario será preciso tratarlos con la mayor suavidad y amistad, debiendo todos los individuos del Ejército considerarse en esta isla como si estuvieran en el centro de España.”
Por capitulación de las armas británicas el 7 de febrero de 1782 ante las del ejército de las Trece Colonias finalizó la guerra de independencia norteamericana. Pero aún tendría que pasar un año y medio para hacer efectiva la victoria de los segundos y la derrota de los primeros. Los días 2 y 3 de septiembre de 1783 se firmaba la Paz de Versalles o Tratado de París (firmado en Versalles) o Tratado de Versalles, acuerdo que cierra la guerra y por el que Inglaterra reconocía la independencia de los Estados Unidos y la conquista española de Menorca y las Floridas, aunque España tuvo que devolver Bahamas y seguía sin recuperar el peñón de Gibraltar.

Epílogo
La guerra de independencia norteamericana encumbró a Bernardo de Gálvez ante amigos, aliados y enemigos. Había cumplido las misiones a él encomendadas y tomado decisiones de gran riesgo para su persona y la empresa, en los ámbitos político y militar, superando las dificultades con calidad y resultado a la vista. La campaña fue un éxito, aunque una vez conseguidos los objetivos por parte de los vencedores, como suele ocurrir a los quijotes, el olvido o la ignorancia voluntaria y los nacientes intereses de quienes ya se consideran poderosos relegaron la memoria y la gratitud a un plano difuso.

Granaderos y Damas de Gálvez en EE.UU.

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Bernardo de Gálvez fue ascendido a Teniente general y otorgados los títulos de vizconde de Gálvezton (la actual ciudad de Galveston, en Texas) y conde de Gálvez. En virtud a su arrojo y temple demostrados en la conquista de la plaza fuerte de Pensacola, Carlos III añadió a las distinciones nobiliarias una divisa en su escudo de armas con el lema Yo solo y el dibujo de su bergantín Galvezton.

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Con ocasión del vistoso desfile de la victoria en Nueva York, conmemorando la victoria en la guerra de independencia, a la izquierda del presidente Goerge Washington aparecía el flamante embajador de España Diego Gardoqui, y el único barco extranjero fondeado en el puerto era el bergantín Galvezton. Otras fuentes señalan que en este mismo acto, situado a la derecha del presidente Washington en las calles alborozadas neoyorkinas, figuraba el héroe español Bernardo de Gálvez, invitado por la autoridad máxima del nuevo Estado y por ella reconocido.

Homenaje anual en Washington D.C.

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A propósito de la independencia de Estados Unidos, el conde de Aranda, con sagacidad y clarividencia, comenta:
Esta República Federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad del apoyo y la fuerza de dos potencias tan poderosos como la Francia y la España para conseguir su independencia. Vendrá un día en que sea gigante, un coloso terrible en esas comarcas. Olvidará entonces los beneficios que ha recibido y no pensará más que en engrandecerse. La libertad de conciencia, la facultad de establecer nuevas poblaciones sobre inmensos territorios, así como las ventajas del nuevo gobierno, atraerán agricultores y artesanos de todas las naciones, porque los hombres corren siempre tras la fortuna, y en algunos años veremos con mucho dolor la existencia titánica del coloso de que hablo. El primer paso de esta potencia cuando haya llegado a engrandecerse será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México.

En 1785 Bernardo de Gálvez fue designado virrey de Nueva España, sustituyendo a su padre recién fallecido. Moriría un año después, con cuarenta, tras haber dejado constancia de su buena gestión también en esa faceta de su vida pública.
En 1976 el rey Juan Carlos I entregaba en Washington una estatua erigida en su honor. Los historiadores norteamericanos reconocen que la intervención de España en general, y de Bernardo de Gálvez en particular, fue fundamental para la independencia de los Estados Unidos de América.

Imagen de http://deespana.blogspot.com

Bernardo de Gálvez
(Count de Galvez)
1746-1786
Bernardo de Galvez the great spanish soldier carried out a courageous campaign in lands bordering the lower Mississippi. This masterpiece of military strategy heightened the pressure of the english in the war against the american settlers who were fighting for their Independence. May the estatue of Bernardo de Galvez serve as a reminder that Spain offered the blood of her soldiers for the cause of american Independence.
Excerps of a speech given on this location on june, 3, 1976 by His Majesty Don Juan Carlos I, King of Spain.
Sculptor Juan de Avalos.
Madrid, Spain.

Imagen de http://gr4naderosdegalvez.blogspot.com

“Yo solo”
BERNARDO DE GÁLVEZ
Macharaviaya 1746 – Tacubaya (México) 1786
Teniente General de los reales ejércitos, Conde de Gálvez y Virrey de Nueva España.
Está representado cuando en 1776 fue nombrado Gobernador de la provincia española de La Lousiana. Sus victorias sobre las tropas británicas en el Mississippi, en Mobile y en Pensacola fueron decisivas para que los Estados Unidos lograran su independencia.
Homenaje de la diputación de Málaga con motivo de la celebración del Día de la Provincia.
Abril 2014


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