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Campañas de Marruecos en 1859-1860. Tratado de Wad-Ras. Leopoldo O’Donnell

Si la guerra se hace indispensable, es necesario llevar todos los medios de triunfar

Batallas de Tetuán, Los Castillejos y Wad-Ras

27 de marzo de 1860



“¡Ay de las naciones donde se pese o se cuente el peso de la gloria, donde los Ejércitos escatimen su sangre, donde los pueblos regateen su dinero cuando se trate de grandes intereses nacionales o de grandes intereses futuros!”
Antonio Cánovas del Castillo, Apuntes para la Historia de Marruecos, 1857.

A mediados del siglo XIX, los intereses españoles en el Norte de África sufrían el acoso y agresión de las cabilas rifeñas y, en general, del sultanato de Marruecos a lo largo de los litorales del Rif y Yebala, y territorios interiores de posesión española, entre las Plazas de Soberanía de Ceuta, hasta el islote Perejil, y Melilla, incluidas las islas Chafarinas. La posición de Ceuta y Melilla era precaria en cuanto a su seguridad y comunicaciones terrestres; los enfrentamientos, a modo de escaramuzas, eran constantes, las reclamaciones de los gobiernos españoles caían en saco roto y la acción diplomática, poco eficaz y erróneamente versallesca cosechaba fracasos y desplantes. Llegado un punto a todas luces inaceptable, el Ministro de Estado, Manuel Pando Fernández de Pinedo, marqués de Miraflores, ideó un plan de acción que frenara las acometidas beligerantes marroquíes de acuerdo con los gobiernos de París y Londres, también implicados en los asuntos magrebíes de la zona del estrecho de Gibraltar y Tánger.
En 1854, Leopoldo O’Donnell, Jefe de Gobierno, ordenó al Brigadier Antonio Buceta, a la sazón Gobernador de Melilla por él nombrado, que reconociera la costa desde el Peñón de Vélez de la Gomera hasta la desembocadura del río Mulaya con el fin de localizar fondeaderos y playas de desembarco por si la necesidad obligaba a emprender una campaña militar contra los rifeños. Además, se proyectó en el campo exterior de Ceuta la construcción de una línea de fuertes, avanzadillas defensivas de la ciudad, en la denominada por España Sierra Bullones. Las cabilas (Kábila) de Anghera (o Anyera), fronterizas con la plaza española, se negaron al considerar los terrenos de su pertenencia. Los españoles sostenían lo contrario, que el Tratado de los límites de 1845 derogaba el convenio de 1799 que aducían los cabileños.
Iniciada la obra del primer puesto de guardia luciendo el escudo de España, el de Santa Clara, sufrió un ataque reivindicado por sus autores que lo destruyó. Elevadas las protestas españolas a la autoridad competente, ésta respondió que desconocía las acciones en esa zona, de nombre para ella extraño, y procedió a ignorar con largas diplomáticas el asunto. El cónsul en Tánger Jesús Blanco del Valle era el negociador español y Mohamed el Jetib, ministro de Asuntos Exteriores del Sultán, el homónimo marroquí.
El 16 de octubre de 1859, continuados los ataques cabileños a los puestos españoles, el gobierno español comunicó su ultimátum al Sultán; el último párrafo como sigue:
“A la altura que han llegado las cosas, no os queda más disyuntiva que la de cumplir estricta y brevísimamente todo cuanto hemos convenido para desagraviar debidamente a la nación española, o la guerra. Escoged.”
En vista de los nulos resultados prácticos de la protesta española, el Gobierno, avalado por la opinión pública, declaraba la guerra al agresor para restituir el honor nacional y la validez de los acuerdos anteriores.
Discurso de Leopoldo O’Donnell el 22 de octubre de 1859 en el Congreso:
“No nos lleva un espíritu de conquista; no vamos a África a atacar los intereses de la Europa, no; ningún pensamiento de esta clase nos preocupa; vamos a lavar nuestra honra, a exigir garantías para lo futuro; vamos a exigir de los marroquíes la indemnización de los sacrificios que la nación ha hecho; vamos, en una palabra, con las armas en la mano a pedir la satisfacción de los agravios hechos a nuestro Pabellón. Nadie puede tacharnos de ambiciosos; nadie tiene derecho a quejarse de nuestra conducta.”
El erario público contaba con recursos suficientes y se dotó al Ejército de medios modernos y abundantes para la campaña. La afluencia de voluntarios para la guerra fue sobresaliente. La reina, Isabel II, dijo: “Nunca como ahora me ha pesado el sexo al que pertenezco”, al no poder compartir con sus soldados los riesgos de la pelea y las fatigas de la campaña; en compensación donó sus joyas para costear la campaña; los funcionarios dieron parte de sus sueldos a tal fin; llegaron donativos de las provincias y particulares de toda España, se regalaba ganado para el ejército y se crearon hospitales y pensiones para los futuros inválidos.

Leopoldo O’Donnell y Jorís

Imagen de archivosguardiacivil.esy.es
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Mandos españoles en la Guerra de África de 1859-60
Jefe del Ejército de Operaciones, compuesto por tres Cuerpos de Ejército, una División de Caballería y una División de Reserva, más la Escuadra Auxiliar de la Armada, Capitán General Leopoldo O’Donnell y Jorís, conde de Lucena y de Tetuán; Comandante en jefe del 1.º Cuerpo de Ejército, Mariscal de Campo Rafael Echagüe y Bermingham, conde del Serrallo; Comandante en Jefe del 2.º Cuerpo de Ejército, Teniente General Juan Zabala de la Puente, conde de Paredes; Comandante en jefe del 3.º Cuerpo de Ejército, Teniente General Antonio Ros de Olano, conde de la Alamina, marqués de Guad el Jelú; Comandante en jefe de la División de Reserva, Teniente General Juan Prim y Prats, conde de Reus; Comandante en jefe de la División de Caballería, Mariscal de Campo Félix Alcalá Galiano, marqués de San Juan de Piedras Albas; mando de la Escuadra Auxiliar de la Armada, Brigadier de la Armada Segundo Díaz Herrero; Comandante en Jefe de los Tercios Vascongados, General Carlos Latorre; Comandante en Jefe del Cuerpo de Reserva, Mariscal de Campo Diego de los Ríos; mando de la Brigada de los Artilleros e Ingenieros, Brigadier Julio de Angulo.

Rafael Echagüe y Bermingham

Imagen de grabadoantiguo.com

Antonio Ros de Olano

Imagen de todocoleccion.net
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Documentos
Diario de Sesiones del Congreso, 11 de octubre de 1859:
“Si hemos de ir a África, si la guerra se hace indispensable, es necesario llevar todos los medios de triunfar; es necesario llevar aprestos, es necesario llevar hospitales; es necesario llevar los recursos indispensables para asegurar la victoria.”

Diario de Sesiones del Congreso, 22 de octubre de 1859:
“No vamos a África animados de un espíritu de conquista; no. Firmes en nuestra razón y en nuestro derecho, vamos con las armas en la mano a pedir la satisfacción de los agravios hechos a nuestro pabellón.”

Diario de Sesiones del Congreso, 22 de octubre de 1859:
“Pedimos al Congreso se sirva declarar que ha oído con la mayor satisfacción las palabras del Gobierno de S.M. y que éste puede contar con el firme y decidido apoyo del Congreso de los Diputados para defender la dignidad española y los altos intereses de la Nación.”

El Presidente del Consejo de Ministros y titular de la cartera de Guerra, Leopoldo O’Donnell, embarcó para África antes que el Ejército Expedicionario, a bordo del vapor de ruedas Vulcano, donde fue nombrado General en Jefe por Real Decreto de 3 de noviembre; y reconoció la costa marroquí.

Real Decreto firmado por Isabel II
Ministerio de Estado. Real Decreto.
Por acuerdo y con el parecer de mi Consejo de Ministros, vengo a decretar lo siguiente:
Artículo 1.º El Presidente de mi consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, Don Leopoldo O’Donnell y Jorís, Capitán General de los Ejércitos nacionales, queda nombrado General en Jefe y del Ejército de África, conservando los altos cargos que en el día ejerce, los cuales serán desempeñados interinamente durante su ausencia por las personas que yo designe.
Artículo 2.º Para que esta disposición produzca los buenos resultados que me propongo al adoptarla, autorizo del modo más amplio al mencionado Capitán General para dictar cuantas medidas juzgue conducentes a mejor desempeño del mando que le confío; proponer la concesión de cualquier gracia a favor de las altas clases y recompensar, desde luego, sobre el campo de batalla, hasta la de Coronel inclusive, según las bases establecidas o que se estableciesen, los méritos y servicios distinguidos, dándome cuenta para mi conocimiento y Real aprobación.
Por el Ministerio de la Guerra se expedirán las disposiciones necesarias para la ejecución del siguiente Decreto.
Dado en palacio, a 3 de noviembre de 1859. Yo la Reina.
El Ministro de Estado, Saturnino Calderón Collantes.
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Inicio de la campaña militar
El 18 de noviembre de 1859 Leopoldo O’Donnell pasó revista al Segundo Cuerpo de Ejército en Cádiz, arengando a la tropa entre vítores.
“Soldados: Vamos a cumplir una noble y gloriosa misión. El Pabellón español ha sido ultrajado por los marroquíes, y la Reina y la Patria confían a vuestro valor el hacer conocer a ese pueblo semibárbaro que no se ofende impunemente a la Nación Española.
La campaña que vamos a emprender será dura y penosa; el enemigo contra quien vamos a combatir es valiente y fanático, pero vosotros sois tan valientes como él y tenéis la ventaja que os dan la disciplina y la instrucción sobre masas desorganizadas, que son tanto más fáciles de vencer cuanto más numerosas se presentan sobre el campo de batalla.
Que vuestro valor e impetuosidad no os lleven nunca más allá del punto que se os señale por vuestros Jefes; esto os evitará caer en las emboscadas que pueda prepararos un enemigo conocedor del terreno. En las alarmas, tan comunes en la guerra que vamos a hacer, particularmente de noche, tened seguridad y completa confianza en vuestros Jefes y Oficiales; la confusión, el desorden es el único enemigo a quien podéis temer.
Soldados: Mostraos dignos de la confianza de la Reina y de la Patria, haciendo ver a la Europa que nos mira que el soldado español es hoy lo que ha sido siempre cuando ha tenido que defender el trono de sus Reyes, la independencia de su Patria o vengar las injurias hechas a la honra nacional.
Nuestra causa es la de la justicia y la civilización contra la barbarie; el Dios de los Ejércitos bendecirá nuestros esfuerzos y nos dará la victoria.
Cuartel General de Cádiz, 18 de noviembre de 1859. Leopoldo O’Donnell.”

Escenario de la campaña militar

Imagen de Emilio Marín Ferrer / Susaeta Edidicones.

Al anochecer del día 18 de noviembre, en Algeciras, el General Echagüe arengó a las tropas del Primer Cuerpo de Ejército, entre el entusiasmo del pueblo que acudió a la despedida.
“Soldados del Primer Cuerpo. Por primera vez os dirijo mi voz y en el momento más solemne.
Vais a tener la honra de ser los primeros en pisar el territorio africano, y dentro de breves horas solemnizaréis, tal vez en el mismo, si los enemigos nos aguardan, el glorioso día de nuestra soberana, con un hecho de armas que sirva de digno prefacio a la brillante campaña con que allí sabrá ilustrar el Ejército su preclara historia.
Me consta vuestro valor y ardimiento, así como el deseo que os anima de castigar a esas hordas salvajes, reto constante a la civilización del siglo.
Ya sabréis que pelean a semejanza de los bárbaros que acaudillaba el feroz Atila, valiéndose de sofocados gritos y atronadores aullidos, cual si esta usanza pudiera intimidar a los pechos serenos.
Pero cumple mi deber, y es el objeto que me propongo, recomendaros la mayor calma y sangre fría en tan supremos momentos, así como os encargo despleguéis la más exquisita vigilancia en los campamentos y en las marchas; no olvidéis, además, que la unión íntima constituye la fuerza y que la disciplina, subordinación y ciega obediencia a las órdenes de los superiores es la gran base de los ejércitos.
Considero inútil recomendaros humanidad para con los vencidos. Sois españoles y como tales generosos y valientes; guardad pura la fe de vuestros mayores y practicad la caridad en su verdadera significación.
Soldados: la campaña de África será la página más honrosa de vuestra vida; en el campo marroquí recogeréis inmarcesibles laureles que serán ornamento precioso de gran reinado de Isabel II.
Además del merecido premio, os atraeréis el aprecio público y el de vuestros Jefes, así como la entusiasta bendición de vuestros honrados padres para cuando, ufanos, os presentéis en sus modestos hogares a recibirla, después de haber cumplido lealmente con vuestro deber.
Soldados: al África y viva la Reina. Viva España.”
Algeciras, 18 de noviembre de 1859. Vuestro General, Rafael Echagüe.

Se procedió al cruce del Estrecho. Llegadas las primeras tropas a Ceuta, las de la Brigada Lassausaye, sin esperar el completo desembarco del total desplazado y en una demostración inmediata de fuerza, la vanguardia ascendió el Otero, alcanzaron el Serrallo, a tres kilómetros de la ciudad, y ocuparon el antiguo palacio abandonado a la carrera por sus defensores.
El 19 de noviembre, onomástica de la reina Isabel II, ondeó la bandera española en El Serrallo.
Los ingenieros españoles fortificaron a continuación con dos reductos, de nombres Isabel II y Príncipe Alfonso.
Desde la cercana Sierra Bullones, el califa del imperio de Marruecos Muley-el-Abbas observaba las maniobras del Primer Cuerpo del ejército español, que creyó único contingente militar enviado desde la Península para combatir en la campaña; por lo que decidió lanzar un ataque para desalojar a las tropas de sus posiciones recién conquistadas y devolverlas a Ceuta y el reembarque. Fueron siete jornadas de intenso duelo bélico, finalizadas el 25 de noviembre, con mayor número de efectivos por parte de los locales, que pese a la victoria española, dado el teatro de operaciones y los efectivos contrarios en liza y su valía en el combate, supuso un cambio de planes en el mando.
Con la llegada progresiva a Ceuta del ejército expedicionario, se afianzaron las conquistas previas y se atacó al enemigo las jornadas del 9, 15, 20 y 25 de diciembre.
El 28 de diciembre, a los dos meses de la declaración de guerra, la Armada española procedió a la destrucción de fuertes y baterías en la ría de Tetuán.

Batalla de los Castillejos
“¡Qué cuadro tan imponente, tan horrible, tan grandioso! A nuestra espala queda el mar, desde donde algunos vapores y lanchas cañoneras barren a cañonazos la llanura, teniendo a raya a los moros por aquél lado. Entre tanto, embárcanse heridos y más heridos, que dentro de algunas horas se encontrarán en Algeciras, en Cádiz, en Málaga y en el Puerto. A nuestra izquierda se ven formados dos escuadrones de húsares que tanta gloria han alcanzado hoy, siquier a precio de tanta sangre. Los huecos de sus filas han desaparecido al recobrar la formación, pero no por ello deja de notarse lo mermada que ha quedado esa legión de héroes. En frente de los mismos húsares ofrécese a la vista el principio de la retorcida cañada en que penetraron hace pocas horas y donde han quedado tantos de sus compañeros.”
Pedro Antonio de Alarcón, Diario de un testigo de la Guerra de África.
Imagen de msde.es

El primero de enero de 1860, la mayor parte del Ejército Expedicionario avanzó faldeando la sierra donde, en paralelo y resguardadas, seguían el movimiento de avance las tropas marroquíes. Costeaban los pie en tierra y los caballos, y un refuerzo naval de cobertura que zarpó desde Ceuta. Camino de Tetuán las alturas estaban ocupadas por los cabileños, lo que obligó a intentar el asalto para desalojar al enemigo y su peligroso fuego y acecho; conseguido lo cual, se reagruparon los moros huidos en el valle, en las inmediaciones de la casa del Morabito, nuevo escenario de contienda. Fue tomada la casa pero no despejado el valle colindante, en el que se acumulaba el enemigo. Tras feroz combate para salvar los fosos donde quedaban atrapados los caballos y la granizada de proyectiles, se logró una posición ventajosa respecto al enemigo en la cañada que desemboca en la porfiada llanura.

“En el llano, los húsares de la Princesa cargaron sobre los moros que desembocaban por la cañada en el valle, los pusieron en fuga y los persiguieron acuchillándolos. La carga fue brillantísima y oportuna hasta que llegaron a la cañada; temeraria desde que se internaron en ésta; absurda al invadir la hondonada y llegar hasta el campamento marroquí; peligrosísima cuando, viendo que el enemigo les hacía fuego nutridísimo de espingarda desde las alturas, se vieron en la absoluta necesidad de retroceder por la misma cañada que recorrieron para entrar, y siempre heroica.”
Francisco Martín Arrúe, Guerra  Hispano-Marroquí.

Juan Alaminos: El cabo Pedro Mur arrebata un estandarte al enemigo.

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Augusto Ferrer Dalmau: Cabo Pedro Mur, húsar del Regimiento de la Princesa.

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Situado en el Morabito, el general Leopoldo O’Donnell ordenó continuar el ataque desde el valle aprovechando el castigo infligido al enemigo. Pero los marroquíes volvieron a la carga para intentar recuperar las posiciones perdidas. La zona elegida para la contraofensiva estaba sostenida por la tropa del general Prim, que aguantó las embestidas aun a costa de gran sacrificio y víctimas. El Batallón de Córdoba acudió al relevo del Batallón del Príncipe en las posiciones de vanguardia y extrema vanguardia, y entonces hubo un momento de indecisión, de titubeo por parte de los españoles en la denominada Loma de las Mochilas (nombre dado al lugar donde habían dejado sus pertrechos los soldados para entrar ligeros al combate) que, atento y predispuesto, el general Prim solventó con su famosa frase: “Soldados, podéis abandonar esas mochilas, porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta bandera que es la de la Patria. ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro general?” Y enarbolada la bandera nacional se lanzó contra las posiciones enemigas arrastrando consigo a su tropa que logró rechazar definitivamente al enemigo y mantener la posición con la oportuna llegada de refuerzos.
A las cuatro de la tarde de ese 1 de enero de 1860 terminó la batalla.

“Después de tan portentosa acción [la batalla de los Castillejos], los generales podrán muy bien decir: ‘Con soldados como estos no hay nada imposible’ Y los soldados responder: ‘¡Con tales generales se va siempre a la victoria!’
Pedro Antonio de Alarcón: Diario de un testigo de la Guerra de África, 1860.

Batalla de Tetuán
“El 6 de febrero cayó Tetuán. El Regimiento de Zaragoza penetra en la ciudad. La toma de posesión fue solemne. O’Donnell, a caballo saluda; las tropas presentan sus armas; truena el cañón mientras en la Alcazaba, fortaleza y vigía, se eleva majestuosamente a los compases de la Marcha real la bandera roja y gualda de las glorias e España y el aire se estremece con vítores y aplausos.
En la Península el entusiasmo es inmenso; inenarrable. Queda dominado el Imperio Marroquí. España, ante el asombro de mundo, parecía reanudar con paso firme y seguro las empresas imperiales.”
Santos Díaz Santillana, Tetuán.

Arenga en lengua vernácula del general Juan Prim y Prats a los Voluntarios Catalanes recién desembarcados en tierra africana:
“Catalanes: Acabáis de ingresar en un  Ejército bravo y aguerrido: en el Ejército de África, cuyo renombre llena ya el Universo. Vuestra fortuna es grande, pues habéis llegado a tiempo de combatir al lado de estos valientes. Mañana mismo marcharéis con ellos sobre Tetuán.
Catalanes: Vuestra responsabilidad es inmensa; estos bravos que os rodean, y que os han recibido con tanto entusiasmo, son los vencedores de veinte combates; han sufrido todo género de fatigas y privaciones; han luchado con el hambre y con los elementos; han hecho penosas marchas con el agua hasta la cintura; han dormido meses enteros sobre el fango y bajo la lluvia; han arrostrado la tremenda plaga del cólera, y todo, todo lo han soportado sin murmurar, con soberano valor, con intachable disciplina. Así lo habéis de soportar vosotros; no basta ser valientes, es menester ser humildes, pacientes, subordinados; es menester sufrir y obedecer sin murmuras; es necesario que correspondáis con vuestras virtudes al amor que yo os profeso, y que os hagáis dignos con vuestra conducta de los honores con los que os ha recibido este glorioso Ejército, de los himnos que os ha entonado esa música, del General en jefe bajo cuyas órdenes vais a tener la honra de combatir, del bravo O’Donnell, que ha resucitado a España y reverdecido los laureles patrios; y también es menester que os hagáis dignos de llamar camaradas a los soldados del Segundo Cuerpo, con quienes viviréis en adelante, pues he alcanzado para vosotros tan señalada honra.
Y no queda aquí la responsabilidad que pesa sobre vosotros. Pensad en la tierra que os ha equipado y enviado a esta campaña; pensad en que representáis aquí el honor y la gloria de Cataluña; pensad en que sois depositarios de la bandera de vuestro país. Y que todos vuestros paisanos tienen los ojos fijos en vosotros para ver como dais cuenta de la misión que os han confiado. Uno solo de vosotros que sea cobarde labrará la desgracia y la mengua de Cataluña. Yo no lo espero. Recordad las glorias de nuestros mayores, de aquellos audaces aventureros que lucharon en Oriente con Reyes y Emperadores, que vencieron en Palestina, en Grecia y en Constantinopla. A vosotros os toca imitar sus hechos y demostrar que los catalanes son en la lid los mismos que fueron siempre. Y si así no lo hiciereis, si alguien de vosotros olvidase sus sagrados deberes y diese un día de luto a la tierra en que nacimos, yo os lo juro por el sol que nos está alumbrando, ni uno solo de vosotros volvería vivo a Cataluña. Pero si correspondéis a mis esperanzas y a las de todos vuestros paisanos, pronto tendréis la dicha de abrazar otra vez a vuestras familias con la frente coronada de laureles; y los padres, las madres, las mujeres, los amigos dirán, llenos de orgullo al estrecharos en sus brazos: Tú eres un bravo catalán.”

Vicente Pamaroli González: Batalla de Tetuán, 1870.

Imagen de elrincondecarlos-miniaturas.blogspot.com

Al amanecer del día 4 de febrero, reorganizado el Ejército Expedicionario tras la victoria de los Castillejos y asentamiento de las posiciones ganadas, comenzó la marcha hacia la ciudad de Tetuán. Los españoles cruzaron el puente  sobre el río Alcántara y atravesaron el terreno pantanoso a continuación. Pronto dispararon las piezas artilleras del campamento avanzado de Sidi Achmed y las situadas en Tetuán en la Torre Gelelí y Bab-el-Okla. La artillería española respondió eficazmente a la enemiga, y de igual modo, los Lanceros y los Coraceros de los generales Villate y Galiana, respectivamente, al intento de penetrar en las líneas españolas por los jinetes marroquíes.
Perdiendo terreno unos, los defensores, y conquistándolo los otros, los atacantes, el asalto a la bayoneta de los Cazadores de Alba de Tormes y del Batallón de Voluntarios Catalanes con Juan Prim a la cabeza, condujo hasta el campamento, donde en lucha cuerpo a cuerpo y la suma del Tercer Cuerpo desalojaron al enemigo obligándolo a retroceder fuera del  valle del río Busceja a las puertas de Tetuán.
Para evitar un asedio que ninguno de los vados deseaba, O’Donnell y El Hach Ahmed ben Ali Abair, Gobernador de Tetuán, acordaron la entrega de la ciudad a los españoles, lo que tuvo efecto el 6 de febrero.

Dionisio Fierros Álvarez: Batalla de Tetuán, 1894.

Imagen de altorres.synology.me

Orden General dada frente a la plaza de Tetuán, 5 de febrero de 1860:
“Soldados: En el día de ayer habéis conseguido una completa victoria tomando al enemigo sus reductos y atrincheramientos con todas sus tiendas y bagajes. Habéis correspondido dignamente a lo que la Reina y la Patria esperan de vosotros y habéis elevado a una grande altura la gloria y nombre del Ejército español.
Soldados: Continuad con la misma constancia con que habéis luchado durante tres meses contra los elementos, en un clima duro y en un país inhospitalario, hasta que obliguemos al enemigo a pedir gracia, dando a España satisfacción cumplida de sus agravios e indemnización de los sacrificios que ha hecho.”
El Capitán General y en jefe del Ejército español, Leopoldo O’Donnell.

Emilio Rosales: Batalla de Tetuán, 1868.

Imagen de laalcazaba.org

Mensaje al Gobernador de Tetuán para rendir la plaza, 5 de febrero de 1860:
“Habéis visto vuestro ejército mandado por los hermanos del Emperador batido; su campamento con la artillería, municiones, tienda y cuanto contenía, ocupado por el ejército español que está a vuestras puertas con todos los medios para destruir vuestra ciudad en pocas horas.
No obstante, un sentimiento de humanidad me hace dirigirme a vos. Entregad la plaza, para la que obtendréis condiciones razonables, entre las que estarán el respeto de las personas, de vuestras mujeres, de vuestras propiedades y leyes y de vuestras costumbres.
Debéis conocer los horrores de una plaza bombardeada y tomada por asalto: evitadlos a Tetuán, y de otro modo cargad con la responsabilidad de verla convertida en ruinas y desaparecer la población rica y laboriosa que la ocupa.
Os doy 24 horas para resolver: después de ellas no esperéis otras condiciones que las que impone la fuerza y la victoria.”
El Capitán general y en jefe del Ejército Español, Leopoldo O’Donnell. Campamento junto a la plaza, 5 de febrero de 1860.

Salvador Dalí: Batalla de Tetuán, 1961.

Imagen de altorres.synology.me

Primeras conversaciones de Paz
El 11 de febrero de 1860, Muley-el-Abbas envió cuatro mensajeros para entrevistarse con Leopoldo O’Donnell con el propósito de iniciar conversaciones para la negociación de la paz; conversaciones que por decisión española comenzaron el día 23. De muy corto recorrido, pues el 24 se rompieron y el 25 y 26 la Escuadra bombardeó los puertos de Arcila, Larache y Rabat.

Acción de Samsá
En dirección a Tánger, el Cuerpo expedicionario español que había salido de Ceuta el 4 de marzo, llegó al poblado de Samsá el día 10. Allí, los naturales habían pedido la protección de los españoles para hacer frente a las partidas de rifeños y cabileños que los acosaban, habiendo quedado el aduar saqueado y desierto previamente a esta solicitud de auxilio. La vanguardia del general Echagüe contactó con los elementos hostigadores que en número elevado preparaban un asalto a gran escala. Dada la situación, Echagüe mandó aviso a O’Donnell para que ordenara el refuerzo de soldados y materia bélico así como el retomar la iniciativa de avance y conquista. O’Donnell procedió de inmediato y también dispuso la participación de los efectivos del general Prim. La ofensiva española tuvo éxito y la zona de Samsá fue despejada de enemigo.
De esta contingencia bélica, en apariencia inesperada, se disculpó Muley-el-Abbas aduciendo que los atacantes eran rifeños y cabileños independientes a la autoridad del Majzén (autoridad suprema). Muley-el-Abbas y O’Donnell se entrevistaron en Tetuán y procedieron a nuevas negociaciones de paz e indemnizaciones que tampoco obtuvieron resultado; el 21 de marzo volvía el lenguaje de las armas.

Entre negociaciones para afianzar una paz que era deseada cuanto antes y las reiteraciones de los ataques para impedirlas, el 16 de marzo de 1860 se incorporaron al contingente español en África, en calidad de refuerzos, las unidades vascongadas de voluntarios, los Tercios Vascongados, a quienes arengó el 7 de marzo durante la Jura de Bandera su jefe, el general Latorre.
“Vascongados: Sobre el campo de batalla en que el día 4 de febrero el Ejército nuestro hermano sostuvo heroicamente el pabellón español y escuchándoos desde el cielo los que entonces sucumbieron para vivir siempre en la memoria de la Patria, habéis jurado vuestras banderas. A su sombra están vuestra honra y el renombre de las provincias que os han enviado aquí a representarlas y a que compartáis vuestras fatigas y gloria con los que, más dichosos que nosotros, inauguraron la campaña. Esta sola idea y recomendaros la disciplina y unión en el combate, y que todos procuremos secundar y cumplir exactamente las órdenes de nuestro digno General en Jefe, son los deberes que hoy os recuerda vuestro Comandante General.”

Batalla de Wad-Ras
“Nunca hemos visto tantos moros juntos: nunca se han presentado masas tan numerosas y tan compactas: nunca han combatido con tanto valor, nunca con tanta inteligencia.
Eran cuando menos de cuarenta y cinco a cincuenta mil hombres, luchando como fieras, apareciendo en el valle, ocultándose en el bosque, reapareciendo en la altura, defendiéndose en el aduar, vadeando los ríos, desparramándose, concentrándose, resistiendo, atacando, haciendo toda clase de esfuerzos de valor, de rabia, de astucia, hasta de heroísmo, preciso es hacerles esta justicia, por obtener la victoria que les ha negado el cielo.
Y nosotros teníamos la mitad de sus fuerzas, y luchábamos en un terreno desconocido, y verificábamos una marcha penosa, y estábamos de pie desde las dos de la madrugada, y los soldados llevaban encima todo su equipo, manta, tienda, raciones, y así y todo salvaban ríos, subían montes, atravesaban selvas. Y el sol de África derramaba una lluvia de fuego sobre nuestra frente.
¡Todo, todo conspira a engrandecer nuestro triunfo! Pero la sangre ha corrido a torrentes de uno y otro lado.”
Pedro Antonio de Alarcón, Diario de un testigo de la Guerra de África.

Juan Alaminos: El general Prim en África.

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Cincuenta mil efectivos armados, con algunas de sus unidades mandadas por jefes y oficiales europeos, aguardaban ante el desfiladero del Fondak de Ain Yeddida para detener el avance español.
A las dos horas del 23 de marzo se inició la marcha del ejército español que enfilaba la garganta para adentrarse en ella, como paso obligado.
Sobre las nueve horas, levantada la persistente niebla que dificultaba el avance, se produjo el encuentro con el enemigo. La dura resistencia marroquí fue vencida y ocupadas las alturas de Samsá y Saddina, montes y aduares que servían de protección al enemigo, y luego el monte Uad-Ras, posición que domina todo el valle homónimo, regado por el río Busceja.
El cruce del río y la conquista de las inmediatas alturas de Lautzien, supusieron un choque cruento y obstinado, concluido hacia las catorce horas. A continuación, una nueva fuerza española atravesó el río con la misión de tomar los aduares de Amsal y Benide, al abrigo del bosque de Benider, donde se refugiaban del empuje español.
Un intento a la desesperada por parte de las fuerzas marroquíes no logró envolver a los españoles que, por el contrario, pudieron afianzarse en el terreno ganado entre los ríos Busceja y Guad-el-Jelú y desbaratar cualquier ofensiva para sacarlos de allí. Por fin estaban aseguradas las comunicaciones con Tetuán.
Por último, para completar la victoria, O’Donnell ordenó un ataque general contra todas las posiciones del enemigo en frente y a los flancos. A las diecisiete horas, con el objetivo inicial cumplido, acampada la tropa española en el territorio conquistado, se dio por finalizada la batalla.
Con la victoria de Uad-Ras (o Wad-Ras), se consiguió despejar de enemigos el camino hacia Tánger. El ejército marroquí estaba agotado. El día 24 Muley-el-Abbas envió un emisario en solicitud de paz, siéndole concedidas veinticuatro horas para que aceptara las anteriores negociaciones al respecto. El 25, el propio emir se presentó ante O’Donnell a las once de la mañana, y en una tienda de campaña se firmó el armisticio preliminar. El definitivo lleva la fecha del 26 de marzo de 1860.
El día 27 se ratificó la paz y a partir de este día se organizaron las expediciones de regreso a la Península. Las tropas hicieron su entrada triunfal en Madrid el 11 de mayo de 1860.

Cristóbal Alandi: Batalla de Wad-Ras (copia de la obra homónima de Mariano Fortuny).

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Tratado de Wad-Ras
Firmado por Leopoldo O’Donnell, Capitán General en Jefe del Ejército Español en África, y Muley-el-Abbas, Califa del imperio de Marruecos.
Don Leopoldo O’Donnell, duque de Tetuán, conde de Lucena, Capitán General en Jefe del Ejército Español en África y Muley-el-Abbas, Califa del Imperio de Marruecos y Príncipe del Algarbe, autorizados debidamente por S. M. la Reina de las Españas y por S. M. el Rey de Marruecos, han convenido en las siguientes bases preliminares para la celebración del tratado de paz que ha de poner término a la guerra existente entre España y Marruecos.
Art. 1.º S. M. el Rey de Marruecos cede a S. M. la Reina de las Españas, a perpetuidad y en pleno dominio y soberanía, todo el territorio comprendido desde el mar, siguiendo las alturas de Sierra Bullones hasta el barranco de Anguera.
Art. 2.º Del mismo modo S. M. el Rey de Marruecos se obliga a conceder a perpetuidad en la costa del Océano en Santa Cruz la Pequeña (Ifni) el territorio suficiente para la formación de un establecimiento como el que España tuvo allí anteriormente.
Art. 3.º S. M. el Rey de Marruecos ratificará a la mayor brevedad posible el convenio relativo a las plazas de Melilla, el Peñón y Alhucemas, que los plenipotenciarios de España y Marruecos firmaron en Tetuán el 24 de agosto del año próximo pasado de 1859.
Art. 4.º Como justa indemnización por los gastos de la guerra, S. M. el Rey de Marruecos se obliga a pagar a S. M. la Reina de las Españas la suma de 20.000.000 de duros. La forma de pago de esta suma se estipulará en el tratado de paz.
Art. 5.º La ciudad de Tetuán con todo el territorio que forma el antiguo bajalato del mismo nombre, quedarán en poder de S. M. la Reina de las Españas como garantía del cumplimiento de la obligación consignada en el artículo anterior, hasta completo pago de la indemnización de guerra. Verificado que sea esto en su totalidad, las tropas españolas evacuarán seguidamente dicha ciudad y su territorio.
Art. 6.º Se celebrará un tratado de comercio en el cual se estipularán en favor de España todas las ventajas que se hayan concedido o se concedan en el porvenir a la nación más favorecida.
Art. 7.º Para evitar en adelante sucesos como los que ocasionaron la guerra actual, el representante de España en Marruecos podrá residir en Fez o en el punto que más convenga para la protección de los intereses españoles y mantenimiento de las buenas relaciones entre ambos Estados.
Art. 8.º S. M. el Rey de Marruecos autorizará el establecimiento en Fez de una casa de misioneros españoles como la que existe en Tánger.
Art. 9.º S. M. la Reina de las Españas nombrará desde luego los plenipotenciarios para que con otros dos que designe S. M. el Rey de Marruecos extiendan las capitulaciones definitivas de paz. Dichos plenipotenciarios se reunirán en la ciudad de Tetuán, y deberán dar por terminados sus trabajos en el plazo más breve posible, que en ningún caso excederá de treinta días a contar desde la fecha.
En 26 de marzo de 1860. Firmado: Leopoldo O’Donnell. Firmado: Muley-el-Abbas.

Joaquín Domínguez Bécquer: La Paz de Wad-Ras, 1870.

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Paulino de la Linde: Isabel II y su familia dando gracias a la Virgen, 1860.

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Joaquín Sigüenza: Recibimiento del Ejército de África en la Puerta del Sol, 1860.

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Eduardo Cano: Regreso de la Guerra de África, 1861.

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Nota: Para un estudio detallado de las Operaciones militares de la campaña aquí resumida, así como para la cronología de la misma y la de los sucesos inmediatamente anteriores e inmediatamente posteriores, recomendamos la obra La Guerra de África 1859-1860. Uniformes, Armas y Banderas, de Miguel del Rey, con ilustraciones de Juan Carlos Carrasco Torrecilla, editada por Grupo Medusa Ediciones, Madrid 2001. También recomendamos como obra de consulta la titulada Atlas ilustrado de las Guerras de Marruecos 1859-1926, de Emilio Marín Ferrer, editada por Susaeta Ediciones. Madrid 2013.
Nota: Los cañones capturados a los marroquíes a lo largo de la campaña sirvieron de homenaje a los vencedores y recuerdo a los caídos al ser fundidos, en Sevilla, y destinados a las puertas de las Cortes en forma de leones que esculpió el aragonés Ponciano Ponzano.

Pedro Antonio de Alarcón

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