La contra-armada a pique y con los dos pies en la isla Afán baldío y conveniente respuesta El Imperio en Europa: La invasión española de Cornualles Alonso de Bazán y Carlos de Amézquita Entre 1589 y 1595 en el Océano Atlántico El castigo a los ingleses súbditos de Isabel I (léase británicos si se prefiere) que el monarca español Felipe II quiso infligir en un acción demoledora, como advertencia, lección y escarmiento que durara lo suficiente para librarse de su amenaza, fracasó porque la Grande y Felicísima Armada levó anclas en 1588 para combatir al enemigo reconocible y señalado (temeroso de lo que se le venía encima, contado por su eficiente servicio de espionaje) y no contra los elementos que, a la postre, dispusieron el resultado. La furibunda climatología atlántica hundió aproximadamente sesenta barcos, arrastrando al agua rabiosa a unos 15.000 hombres. Pese a la tragedia, y al festín desmesurado de los nunca vencedores sino beneficiados, la supremacía naval
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