Eso investido de parafernalia ideológica es un negocio.
Esos activistas de las varias corrientes del inmenso cauce ideológico son vividores de un gran negocio publicitado y sostenido en el tiempo con sus aconteceres dinámicos.
La ideología en la sociedad tecnológica, la sociedad desnaturalizada, la sociedad incursa en el totalitarismo de imagen captadora y sonido percutor, la sociedad infantilizada y dependiente, es un negocio financiado por plutócratas de toda laya, por gobiernos y Estados de indignas costumbres de mucha y selectiva rentabilidad y por los obligados contribuyentes de cada lugar localizado en un mapa de fácil visualización; un negocio dominador, aniquilante y ejecutado por gentes de única vía retribuidos según la satisfacción de los objetivos.
Honoré Daumier: El melodrama (h. 1860)
¡Es un negocio, cretinos!, proclama el mando a los subordinados en las asambleas de los compartimentos estancos; en caso de que aflore algún idealista, incluso romántico pretérito, que ponga en riesgo la tramoya con su torpeza desfasada.
Simple y llanamente un negocio, que dejaría inmediatamente de serlo a falta de dinero o cargo de aposentamiento.
