Qué tiempos aquellos en que desde el círculo interior, o desde el círculo allegado, se recomendaba a un infractor, a un descarriado, a uno que pasado de listo acabó en la absorbente profundidad del laberinto, que en actitud de sincera disculpa trocara las cien veces de color amarillo por la única en colorado, y con ese gesto enmendara o fuera enmendando lo negativo hacia lo positivo. Aquellos tiempos quizá vuelvan, pese a lo difícil que es de creer en milagros que ni se solicitan, y renazca de su olvidada ceniza el atractivo de valer por uno mismo y sin coste ajeno, de ganar el pan con el sudor de la propia frente, de aprender para independizarse en el camino que va y sobre la marcha de arneses y débitos de muy largo plazo e interés creciente, y de hacer oídos sordos a la propaganda de humo y baratija. Decíase antaño que no casaba el orgullo con la pobreza, sino la dignidad con el empeño noble. Sin embargo hogaño, el enlace impuesto de la vanidad y la tontuna, la marca del tont
Historiador y diputado por Cataluña en las Cortes de Cádiz durante la Guerra de la Independencia, el barcelonés Antonio de Capmany y Montpalau, nacido el año 1742, inició con el siguiente párrafo su obra Centinela contra franceses : “No es este tiempo de estarse con los brazos cruzados el que puede empuñar la lanza, ni con la lengua pegada al paladar el que puede usar el don de la palabra para instruir y alentar a sus compatriotas. Nuestra preciosísima libertad está amenazada, la patria corre peligro y pide defensores. Desde hoy todos somos soldados, los unos con la espada y los otros con la pluma”. Recogido por el también historiador y documentalista español Jesús Lainz. Antonio de Capmany y Montpalau Imagen de abbooks.com Apodado “el alférez de los libros” por su afición al estudio en su etapa militar, Antonio de Capmany posteriormente desempeñó labores de Estado con los reyes Carlos III y Carlos IV, en calidad de diplomático, gestor e historiador, nombrado por esta capacidad secret