Ir al contenido principal

Las dos fases de la coronación


Fiado a las compañías, que por deseadas buscadas y del buen gusto alabadas. ¿Quién pudiera?, ¿quién tuviera? El coro de aspirantes te aúpa con su estribillo, y el correspondiente suspiro. ¡Haz honor a tu fama! Deja el pabellón en lo alto; aprende ahora y luego enseña. Vas.
Llegas.
¿Cómo ha sido? Tan rápido de la acechanza al calvero, un éxito. Oculto estabas tras árboles, rocas y arbustos, pendiente de un gesto, de una debilidad atento, de la pasión siervo cuan antes de la tentación señor y maestro. En un visto y no visto de la umbría a la luz trasladado, sobre tersuras portado a la concupiscente morada de aire y agua.
Feliz sátiro reclamado.
De sus manos has llegado al lugar de la entrega, da y toma, por sus cuerpos y sus caras arrobado, ninfas de la tierra mágica, sensuales, pícaras, lascivas, rijosas, dulces prendas de seducción.
Cumpla el elegido.
Dispuesto.
No parece…
Te cogen.
Siente, disfruta.
Qué sucede…
Ha de haber para todas.
Cuenta…
Ignora el sacrificio que la recompensa lo merece.
Tú puedes.
Del dicho al hecho…
El canto de las beldades te abruma.
Deleitosa música, instrumentos afinados, de tacto suave, cautivador, y de dicha.
En ellas entrometido, por el placer atraído, invitado de postín desde el precepto admitido y en la fiesta inscrito, antes de imaginarlo siquiera; por el regalo entrellevado de la fortuna a la sima.
Que no se diga.
Tú a lo tuyo, no te asustes, no desquicies el paisaje. Gira.
Atina.
En derredor las ninfas bailan, celebran el desposorio de la pieza compartida, contigo, el trofeo, en el ombligo de la geometría variable. Con desparpajo tienden el cebo risas, voces y manos.
¡Aquí estamos!, con los poderes al descubierto.
Y tú también estás aquí, con tus poderes a la intemperie más por el temor encogido que de emoción henchido.
Así sucede en la realidad como en la fantasía.

William Adolphe Bouguereau: Ninfas y Sátiro, 1873. Sterling and Francine Clark Art Institute, Williamstown, MA, EE.UU.


Ayer nació lúdico, hubo exceso, apuesta y juego. Hoy, en cambio, del floreado pasado no queda sino un vago recuerdo, diluido en la melancolía.
Ya pasó.
Se acabó lo que se daba.
¿Qué se dio?
Lo previsible, no obstante inesperado: satisfacción y decepción.
Pudo ser peor.
Escarmiento, venganza, asomaron al destello del ludibrio.
Mejor pudo ser.
¿Quién ha perdido más?
Pro y contra acuerdan un responso a boca cerrada, con amoroso recogimiento.
Hoy muerto, aquí yace el incitador que en esto ha quedado, terreno prensado y lápida, y en el cortejo fúnebre una electa representación de las incitadas, contritas y llorosas, instrumentos de tragedia, de luto vestidas, de duelo el atavío, que obedientes al señuelo acudieron y al máximo se empeñaron en trasladar el anhelo a la escena, cada cual en su papel y con sus dones y sus artes en ristre.
En esto has quedado, aunque otra vez bien acompañado conquistador ufano. Burla no vence, cierto; tampoco clara victoria a ti corresponde. Dejémoslo en tablas, y aquí paz y después gloria.
Valga para el epitafio que sólo en parte es tuya la culpa del resultado. Conste en acta.

William Adolphe Bouguereau: El día de los difuntos, 1859. Colección particular.

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Antropología de la esperanza. Pedro Laín Entralgo

Médico, antropólogo, filósofo y ensayista, Pedro Laín Entralgo, nacido en la turolense localidad de Urrea de Gaén el año 1908, estudió medicina y química y fue profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Complutense hasta 1978, año en que se jubiló de la docencia presencial, fundador de las revistas  Cuadernos Hispanoamericanos ,  Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina  y  Asclepio  y miembro y presidente de la Real Academia Española, de la de Medicina y de la de Historia. Ha publicado numerosos trabajos de investigación en el campo médico, por ejemplo  Medicina e Historia , de 1941;  Estudios de historia de la medicina y antropología médica , de 1943;  Mysterium doloris: Hacia una teología cristiana de la enfermedad , de 1955;  La relación médico-enfermo: historia y teoría , de 1964,  El médico y el enfermo , de 1969;  Ciencia y vida , de 1970;  La medicina actual , de 1973; y  Ciencia, técnica y medicina , de 1986. Ha estudiado y trabajado cuestiones propias de