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Memoria recobrada (1931-1939) XVIII


Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega registra la actividad bélica de las organizaciones políticas y sindicales integradoras del Frente Popular en las regiones de Cataluña y Valencia para la invasión y conquista de Aragón; los bombardeos y asedios a que fueron sometidas las capitales aragonesas y otras poblaciones en el camino de las mismas; y la primera declaración publicada durante la guerra de la más adelante famosa frase de “No pasarán”, que tuvo lugar en Zaragoza.

Ya el día 19 de julio de 1936, a las pocas horas de iniciada la guerra, desde Barcelona se decide la formación de columnas armadas que habrán de invadir la región aragonesa para satisfacer dos objetivos: el primero, establecer la línea del frente lo más alejada posible del territorio catalán; el segundo, adueñarse de cuanta más superficie aragonesa mejor en aras a imponer la política emanada del gobierno de Cataluña y aquella otra, de mayor alcance y encubrimiento, determinada por los asesores soviéticos implantados en Barcelona. Cada cual con sus ideas, a la larga litigantes, pero entonces puestas las bases en común para anticipar el desarrollo de la contienda y la eliminación de enemigos internos, pese a la apariencia de fraternal alianza, como los anarquistas, para el gobierno separatista catalán, y éstos junto a los trotskistas y demás opuestos a las directrices de Stalin, para los soviéticos colocados en los órganos decisorios de las actividades política y bélica, funcionando a la par.
    Se pretende invadir Aragón en marchas rápidas sobre las tres capitales aragonesas: Zaragoza, Huesca y Teruel; pero como la turolense queda más lejos de la dirección de avance catalana y más cerca de la posible a partir de Castellón y Valencia, la resolución tomada en Barcelona elige a Huesca y Zaragoza.
    Tanto Huesca como Zaragoza son plazas de difícil defensa por carecer a su alrededor de una orografía apropiada para ello; por el contrario, favorecen sus respectivos emplazamientos la aproximación y el cerco y cierto dominio desde las suaves alturas limítrofes.

No pasarán
Al centenar de voluntarios, cifra en números redondos señalada por Vicente Gracia (obra Aragón, baluarte de España), presentados en las dependencias militares y civiles de Zaragoza el 18 de julio, se une los días siguientes una masa importante de gentes varias, que refiere José García Mercadal (obra Frente y retaguardia. Impresiones de guerra) y aquí se sintetiza: “De todas partes acudían al Gobierno Civil y a la División Militar gentes a ofrecerse. Los dueños de automóviles, autobuses y camiones, brindaron sus coches que fueron inmediatamente aceptados; los oficiales retirados y los de complemento se pusieron a las órdenes del general Miguel Cabanellas Ferrer; muchas mecanógrafas, que desde el primer momento ofrecieron sus servicios; en suma, miles de paisanos dispuestos a ejecutar lo que se les mandase. Era unánime la decisión de los voluntarios y brioso su entusiasmo”.
    Al respecto de la movilización cívica, El Noticiero de Zaragoza publica el 30 de julio con relación a las columnas de milicianos, sindicalistas, militares, carabineros y guardias de asalto dirigidas hacia la región aragonesa para ocupar principalmente su capital: “No pasará: porque el tesón aragonés se opone a ello… No pasarán. Dícese que las hordas salvajes que en la semana actual han ensangrentado algunos pueblos de Aragón son la vanguardia de una ofensiva… No pasarán”. Frase que hizo fortuna meses después en Madrid gracias a la estrategia propagandística siempre amplia y estridentemente utilizada por el Frente Popular bajo dirección soviética.
    La amenaza de las columnas se había situado por aquel entonces a una veintena de kilómetros de Zaragoza y aún a menor distancia de Huesca; en el caso de Teruel, el primer contacto entre defensores y atacantes de esta capital se estableció a una distancia intermedia entre las citadas para las otras dos capitales, aunque era de mayor perímetro el cerco a que se la sometió que el de Zaragoza.

Bombardeos y asedios
Como Huesca está más próxima geográficamente que Zaragoza, la presa codiciada por encima del resto, y es una ciudad con menor guarnición y medios y la más inmediata flecha de conquista, en ella recae el bautismo de fuego aéreo de los aviones que partían de sus bases en Cataluña; es el 21 de julio, con mezcla de proclamas y bombas, según Antonio Algarra (El asedio de Huesca), con el segundo bombardeo al día siguiente según Cirilo Martín Retortillo (Huesca vencedora); el diario de operaciones de la 5.ª División indica que el primer bombardeo de consideración tuvo lugar el día 23 de julio: a partir de este día hubo bombardeos diarios en el mes de julio, veintiocho días en agosto, veintidós en septiembre y seis en la primera semana de octubre; siendo la peor jornada el catorce de agosto, con una duración el incesante bombardeo de catorce horas.
    Aunque desde el principio la ciudad de Zaragoza tampoco se libró de numerosos bombardeos aéreos intimidatorios y destructivos, comenzados el día 22 de julio por cuatro aparatos que arrojaron no menos de sesenta bombas. El episodio más significado de los bombardeos sobre Zaragoza se escribe la madrugada del 3 de agosto de 1936, cuando un aparato Fokker del gobierno catalán, simulando su procedencia al llevar pintada la bandera bicolor, voló en rasante sobre la capital aragonesa y tras varias pasadas con apenas unos disparos de fusil en respuesta desde tierra, arrojó cuatro bombas: una cayó en el río Ebro, otra en la calle a ocho metros de la Basílica del Pilar y las otras dos, de 50 kg. cada una, dentro del templo, milagrosamente sin llegar a explotar. El derribo del primer avión catalán de las Alas Rojas lleva por fecha el 14 de agosto de 1936.
Los bombardeos de aviación de apoyo a las columnas procedentes de Cataluña, principalmente de Barcelona y en menor medida Lérida y Tarragona, y de Valencia y Castellón, que avanzan respectivamente sobre Huesca y Zaragoza, capitales, directamente, y la zona norte turolense, aquéllas, y directamente hacia Teruel, capital, éstas, además de sembrar el terror en la población civil del territorio atacado, son constantes mientras en los cielos no aparecen aviones enemigos.
    El 25 de julio de 1936 se intensifica el ataque contra la villa de Caspe, en la trayectoria hacia Zaragoza, significadamente antimarxista y pro nacional, sometida a un intenso fuego artillero y de infantería la víspera, unido en esta jornada al indiscriminado de la aviación.
    La pequeña localidad oscense de Siétamo, sufrió el terrible castigo de todas las armas a disposición de los atacantes frentepopulistas desde finales de agosto hasta su completa destrucción e incendio el 13 de septiembre: bombardeos de aviación y artillería (31 de agosto, 1, 2 y 3 de septiembre, con especial virulencia para facilitar la penetración de la infantería y los vehículos), líquido inflamable, minas y dinamita (del 8 al 12 de septiembre), y oleadas de infantería (del 4 al 13 de septiembre). El pueblo se había convertido en una inmensa pira. De la destrucción y heroísmo de sus defensores dan cuenta amplia, entre otras, tres obras de distinto signo: José Mira, Los guerrilleros confederales. Un hombre: Durruti; José María Soler “Máximo Sirio”, La guerra en el frente de Aragón; y Antonio Algarra, El asedio de Huesca.
La primera ofensiva directamente sobre Huesca se consigna el 19 de agosto de 1936 al consumarse el cerco de la plaza. Previamente, desde los últimos días de julio, como ya ha sido referido, la actividad de la aviación es intensa y continua; más aún al disponer los atacantes de Cataluña del aeródromo de Sariñena, localidad a 45 kilómetros de Huesca y a 70 de Zaragoza.
    Vencidas las resistencias nacionales en Siétamo y Estrecho de Quinto, puntos defensivos de la capital frente a las incursiones de las columnas frentepopulistas, los bombardeos de artillería y aviación, junto a las oleadas ofensivas por tierra durante veinte meses, aproximadamente, casi todo este tiempo con la plaza cercada, y algunas jornadas completamente aislada de su contacto por carretera con Jaca, convierten a Huesca en la ciudad española que soporta el más largo asedio de la guerra civil; y así se valora en la concesión a Huesca de los títulos de Invicta y Heroica el 5 de abril de 1938. La defensa de Huesca, en la que participó decididamente la población civil, es una gesta de la guerra equiparable a las del Alcázar de Toledo y de la ciudad de Oviedo, y aunque con otro desenlace, a la del Santuario de la Virgen de la Cabeza.
    La ciudad de Huesca quedó desfigurada tras este castigador periodo, ante el que no sucumbió.
La ciudad de Teruel quedó pronto rodeada de enemigos por casi todas partes; un enemigo que tenía su base principal de aprovisionamiento en la ciudad de Valencia, a 145 kilómetros. El cerco se aproximó a una quincena de kilómetros, con la facilidad para el castigo artillero y la no menos facilidad para las pasadas aéreas con descarga de bombas.
    Las líneas de ataque contra la capital turolense dibujan tres direcciones: las fuerzas procedentes de Cataluña, las procedentes de Levante (Castellón y Valencia) y las procedentes del centro peninsular (Guadalajara y Cuenca). Desde el 19 de julio, la capital turolense fue sometida a durísimos ataques de la aviación. El primer bombardeo aéreo se data el día 23 y sería el preludio de una serie de ataques casi constantes que irían modificando hacia las ruinas la fisonomía de la capital.
    Resume lacónicamente José García Mercadal en su obra Tres reductos el efecto de los ataques:
“La publicada estadística de los bombardeos sufridos por la población civil de Teruel deja muy atrás los ataques renovados con que se mechó de horrores la Gran Guerra, y eleva a sus habitantes a la categoría de mártires insuperadamente beneméritos. Durante meses y meses, raro fue el día en que sobre el cielo de Teruel no trazaran sus rúbricas infames los rojos aviadores asesinos. La vida turolense lleva ignorando durante todo este tiempo lo que es vivir una hora seguida de tranquilidad. El haber habido bombardeo a primera hora de la mañana ningún alivio ni confianza provocará, pues no será raro que también bombardearan por la tarde. Y hasta se llegó un día, el 27 de marzo [de 1937] a que Teruel fuese bombardeado a partir de las seis y media de la mañana, que fue el primero, a sufrir hasta siete bombardeos, el postrero a las tres y media de la tarde”.

Las columnas invasoras de Aragón
Para ocupar la región aragonesa se formaron diversas columnas, homogéneas unas (de filiación comunista, anarquista o separatista), otras heterogéneas (mezcla aleatoria de civiles y militares, sindicalistas y reclutados), con idéntico propósito todas pero diferente espíritu, carácter y determinación.
    Barcelona fue el gran centro de reclutamiento, por número de habitantes, por influencia y por la gran cantidad de armamento y medios de combate en la ciudad acopiado, absorbiendo a integrantes forzosos y voluntarios. Hubo un eficiente control en la formación e inicial organización de las milicias, el denominado Comité de Milicias, a cargo de un titular encargado de la movilización y un equipo técnico de ayudantes, no produciéndose las oleadas propagandistas que se hicieron creer en el frente y la retaguardia.
    Desde Barcelona se pretendía alcanzar y dominar Huesca y Zaragoza, dejando para Valencia el principal avance y toma de Teruel.
    La primera columna como tal que partió hacia Aragón sale de Barcelona la mañana del 23 de julio de 1936 en su vanguardia, y entre el mediodía y la tarde del 24 el grueso de la misma. La manda el anarquista Buenaventura Durruti, acompañado por el asesor y técnico militar comandante Enrique Pérez Farrás (condenado a muerte y posteriormente indultado por su participación en la revolución de socialistas, comunistas, anarquistas y separatistas de octubre de 1934), y se dirige a Zaragoza por Fraga, Candasnos y Bujaraloz, desviándose a la altura de Caspe para ocupar esta población. Constaba de aproximadamente 2.000 milicianos, con algunos soldados regulares bien armados, bastantes ametralladores y tres baterías.
    La Segunda Columna, así llamada y también Columna Ortiz, formada el día 25, la mandaba el sindicalista Antonio Ortiz y era el asesor técnico militar el comandante Fernando Salavera. Con parecido número de efectivos, máquinas y piezas siguen la misma carretera hasta desviarse, cruzando el río Ebro, en dirección a Caspe.
    También del 25 es la tercera columna, llamada Columna Ascaso (en homenaje al anarquista Francisco Ascaso), con la que marcharían a territorio aragonés como dirigentes políticos (comisarios políticos) los anarquistas Gregorio Jover Cortés, Domingo Ascaso Abadía y Cristóbal Alvaldetrecu y como asesor militar el capitán Tortosa; consta de similar número de efectivos, camiones, máquinas y piezas, pero ya incorpora a los primeros brigadistas internacionales: italianos del grupo Giustizia e Libertá, el Batallón de la Morte o Centuria Malatesta y el Batallón Matteotti o Columna italiana, al mando de Carlo Rosselli y Fausco Falschi; alemanes anarquistas del Grupo Internacional Eric Mühsam y alemanes marxistas dirigidos por Hans Beimler. La columna se dirigió a Monzón y Barbastro, camino de Huesca, a unirse con las fuerzas allí presentes del coronel José Eduardo Villalba Rubio.
   Igualmente del día 25 es la primera columna de afiliaciones comunistas (P.S.U.C.) y socialistas-sindicalistas (UGT), con los dirigentes Luis Trueba y José del Barrio, que dieron nombre en un primer momento a la columna (Columna Trueba o Columna Trueba-Del Barrio), que después se denominaría Columna Calos Marx; el asesor militar era el comandante Enrique Sacanell, y en esta columna se integró un grupo extranjero. La dirección seguida fue de Barcelona a Lérida, y de allí a Fraga y Sariñena para cortar la carretera general de Huesca a Zaragoza.
    Otra columna de significación marxista (P.O.U.M.) partió de Barcelona con dos mil efectivos, incluyendo medio centenar de combatientes extranjeros, mandada por José Rovira, el comisario político Jorge Arquer y el asesor militar un tal Russo, que la publicación del P.O.U.M. La Batalla señalaba como un ingeniero industrial italiano, aunque otras fuentes lo identificaban como alemán; esta columna se conocería con el nombre de Columna Lenin.
    En Lérida, con fecha 25 de julio, se organizó una columna de mil hombres, entre milicianos y soldados regulares de guarnición en la plaza, con el sindicalista de la UGT Hilario Esteban y el capitán Sebastián Zamora al frente; se denominaría Columna Hilario-Zamora y se dirigió a Caspe.
    Y también este día, de Tarragona salió la Columna Martínez Peñalver, que era el nombre de su jefe, el coronel Ángel Martínez Peñalver, compuesta mayoritariamente por fuerza regular y con oficiales profesionales; se dirigió hacia Gandesa y Alcañiz.
    Desde Valencia, el día 25 de julio, partió una fuerte columna formada por un gran número de milicianos y cuatrocientos guardias civiles (que al contactar con las líneas nacionales se pasaron), con la intención de ocupar Teruel; la mandaba el coronel de Carabineros Hilario Fernández Bujanda, y en funciones de comisario político el diputado por Castellón Francisco Casas Salas; fue la Columna Bujanda. Hasta el mes de octubre partieron otras cuatro columnas, nutridas por efectivos milicianos y soldados regulares de las regiones valenciana y murciana, todas con el objetivo de rodear Teruel: eran la Columna Torres-Benedito, mandada por el coronel Jesús Velasco Echave, siendo el delegado político Domingo Torres, con 2.600 hombres entre socialistas, anarquistas y brigadistas internacionales de la División Centuria Malatesta, una batería, 16 ametralladoras, cuatro morteros tres blindados; la Columna Eixea-Pérez-Uribes ( también Columna Pérez-Uribes), mandada por el diputado comunista José Antonio Uribes y asesoramiento militar del comandante Pérez Martínez, con 3.050 hombres, una batería, dos ametralladoras, siete morteros y tres blindados; la Columna Peire, al mando del teniente coronel Primitivo Peire, con 700 efectivos, una batería y 8 ametralladoras; y la tristemente célebre Columna de Hierro, de significación anarquista, que causó tanto pánico en la vanguardia como en la retaguardia, con 2.200 efectivos, una batería, dos ametralladoras, siete morteros y dos blindados.
La formación de columnas en Barcelona en el último tercio de julio continuaría los siguientes meses, aunque remitiendo e integradas por un número inferior de efectivos y medios; puesto que se iban conociendo las desalentadoras noticias del frente y, asunto trascendental, se diluía la disciplina y el fervor revolucionario inicial en las organizaciones anarquistas, sumado a la lucha de poder en las varias facciones comunistas y socialistas, también en pugna contra el estilo político y social de los anarquistas, los duelos entre los belicosos sindicatos socialistas y anarquistas por hegemonizar el control de las masas, y la ascendente implantación de los Consejos de Obreros y Soldados en las unidades de combate minimizando, e incluso anulando, la autoridad de los oficiales profesionales.
    A finales de agosto de 1936 saldría de Barcelona la Columna Los Aguiluchos, mandada simbólicamente por Juan García Oliver, anarquista, responsable del Comité de Milicias, sustituido por el también anarquista Manuel García Vivancos, con el capitán José Guarner como técnico militar; a los entre mil y dos mil milicianos se añadieron guardias de Asalto y dos baterías; tomó la dirección de Huesca capital.
    En septiembre se constituyó la Columna Rojo y Negra, de filiación anarquista, con milicianos procedentes del fracasado desembarco en Mallorca, siendo su comisario político el sindicalista García Pradas y como asesor militar el capitán Luis Jiménez Pajarero; partió de Barcelona en dirección a Igriés-Huesca.
    Igualmente del mes de septiembre es la Cuarta Columna o Columna Maciá-Companys; salió de Barcelona el día 9 con dirección a Montalbán y Alcañiz; estaba compuesta por aproximadamente mil hombres de significación catalanista mandados por oficiales profesionales, con el teniente coronel Jesús Pérez Salas como jefe.
La situación de las columnas en verano y otoño de 1936 es la siguiente:
Frente a Huesca: Columna Los Aguiluchos, Columna Ascaso, Columna Trueba-Del Barrio (Columna Carlos Marx) y Columna Rovira-P.O.U.M. (Columna Lenin).
Frente a Zaragoza: Columna Durruti (Primera Columna), Columna Ortiz (Segunda Columna), Columna Hilario-Zamora y Columna Martínez Peñalver.
Frente a Teruel: Columna Fernández Bujanda, Columna Torres-Benedito, Columna De Hierro, Columna Pérez-Uribes y Columna Peire.
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Fuentes principales
Servicio Histórico Militar, Monografías de la Guerra de España, n.º 5. Ponente: Coronel José Manuel Martínez Bande. Ed. San Martín.
Ricardo de la Cierva, Historia actualizada de la II República y la Guerra de España 1931-1939. Ed. Fénix.

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