Suena La música nocturna de las calles de Madrid – Fandango, de Luigi Boccherini
Puede ocurrir que un día cualquiera, sin que medie la influencia del calendario, el bullicio festivo invada el territorio de la convivencia, de cuyos límites se escribe tanto como se habla y vive. Llega, a veces por azar, otras por anuncio y predisposición, un día de esos en que la alegría desborda las parcelas privadas y cual reguero lúdico, de esa manifestación que tiende a lo espontáneo aunque su origen sea motivado, se expande en un viaje entretenido por los paisajes del ocio; en el que la mayoría con ganas de celebración surge del anonimato para involucrarse en el compendio populoso de una suma que engloba al individuo en el conjunto durante la jubilosa eclosión.
El escenario, lugar de las talas, se transforma en palco, lugar del espectador, y así de intercambiados los de todas las edades alternan en la música y el baile, en la oratoria y el gesto, en el trasiego y en la gozosa participación con título y prestancia de actores, con arrojo de figurantes, con perspicacia de guionistas y apuntadores.
Lances de juego feliz, sonrisas por doquier, invitaciones y, a la par, incitaciones de aquellas que señalan los caminos de ida y vuelta para ir y regresar con algo más de lo puesto y la satisfacción, bien entendida, de una obligación particular cumplida.
Y el cronista a tomar notas desde los observatorios que el ingenio habilita para formalizar tarea.
Bien está lo que bien discurre y a quien Dios se la dé san Pedro se la bendiga; y vengan ollas y pasen días plenos en el deseo de dichas rogadas y venturas asimilables a un sueño hecho realidad; siquiera por un momento.
En el trance de la pesquisa, a resguardo de ojeos cargados de reproche, el cronista describe la exteriorización de sentires a modo de reseña de laboratorio, donde abundan las risas, los asombros de bella factura y las sorpresas gratas; lucientes los envoltorios, esplendorosas las actitudes y las conductas en la línea cívica del buen proceder.
Palmas y expresiones acordes a los desenlaces felicitados rivalizan en el foro, igual que las bendiciones impartidas a diestro y siniestro por la magnificencia de la obra sinfónica. El cielo agasajado de rutilancias que no por distantes menos atractivas y depositarias de modestas y vanidosas peticiones, en competencia por llegar antes a la cita cósmica que devuelve solicitud con favor, que en alguna medida con favor paga la concesión.
Aprende el cronista de la lección múltiple, y sigue con cedida impertinencia el decurso del prolífico suceso que a gala se atribuye el mejor postor de la velada. Mira que te mira, busca que te busca, el cronista de los sentidos alerta transcribe la realidad que dispensa el fasto: causa y consecuencia a un tiempo de la epístola que a quien guste leer o prefiera de otra voz confidente escuchar relata a guisa de fedatario. El encabezamiento arriba, la rúbrica en el compás de cierre.