De los siete cultivos principales de la Tierra que son el trigo, el arroz, el maíz, la patata, la cebada, la batata y la yuca, de los cuales se obtiene la mitad de los nutrientes para las personas, cuatro son de origen americano; por lo que más de una tercera parte de la alimentación mundial procede de América.
Técnicas agrícolas implantadas por los españoles en el Nuevo Mundo
La agricultura prehispánica era muy primitiva. Un gran porcentaje de la alimentación partía de recoger los frutos y plantas que la naturaleza proporcionaba espontáneamente; mientras que los alimentos básicos, cual el maíz, la patata, la yuca o cazabe y la batata, se cultivaban con técnicas rudimentarias utilizando el palo cavador, la azada de madera y el arado de hueso, y siempre la tracción humana. El abono del terreno se confiaba al guano de las aves y al pescado.
Únicamente en los valles andinos y la meseta mejicana la agricultura se practicaba de manera intensiva.
Merced al desarrollo en todos los ámbitos de la agricultura en España, descritos por Alonso de Herrera el año 1513 en su tratado Agricultura General, modelo de producción de plantas y animales, la aportación española al Nuevo Mundo fue mucho más importante en cuanto a las técnicas agrícolas que en la exportación de plantas de cultivo. En América se implantó el arado dental andaluz que a su vez incorporaba la tracción animal; precisamente la mayor innovación fue la de uncir el arado al buey; se trasladó el uso del abono y la noria con las demás técnicas de irrigación, como las acequias, de extraordinaria valía en las zonas desérticas o de escasa pluviosidad del continente; la huerta introdujo en América plantas hortícolas y métodos de eficiencia agrícola como el podado y el injerto; y el trillado del cereal disponiendo del trillo o pisoteando directamente el trigo las vacas o los caballos.
Cultivos españoles en América
La aclimatación de los cultivos españoles en América supuso una tarea ardua. Las semillas y plantas sufrieron los rigores del viaje y las condiciones climáticas de las Antillas. Sin embargo, en la aclimatación de cultivos desempeñó un gran y favorable papel la plataforma de las islas Canarias, con un ambiente subtropical que hizo prosperar los cultivos de la caña de azúcar y el plátano y que, a su vez, sirvió como terreno experimental de cultivos exportados a Hispanoamérica e importados de Hispanoamérica, por ejemplo el tabaco.
La caña de azúcar, para la elaboración de azúcar y pan de azúcar, y e plátano, son los cultivos que primero florecieron en Hispanoamérica; éste fue introducido en La Española por el obispo de Panamá fray Tomás de Berlanga.
Las autoridades españolas mostraron pleno interés en la introducción en Hispanoamérica de los cereales, en especial el trigo para la elaboración del pan que se consumía en España. Para aclimatar el trigo hubo que localizar zonas propicias y ventiladas; pero el gusto de los nativos era contrario al trigo, acostumbrados al maíz y su harina. Otros cereales como la cebada, el centeno, la avena y el mijo fueron penetrando después del trigo y ya sin el apoyo oficial que tuvo este.
El arroz pronto se convirtió en un cultivo habitual en la región antillana, aclimatado con facilidad al ambiente de las islas caribeñas. No ocurrió lo mismo con la vid y el olivo, cultivos genuinamente mediterráneos y junto con el trigo las especies vegetales para alimentación más características de España y toda la península ibérica. Hasta descubrir tierra adentro los climas y ambientes propicios en los valles costeros del Perú y las zonas de carácter mediterráneo de Chile y California, no prosperaron la vid y el olivo. Cuando ambos cultivos medraron lo suficiente, aproximadamente dos siglos después, llegó el autoabastecimiento para todo el continente.
Las legumbres y hortalizas españoles viajaron de igual modo al Nuevo Mundo; las primeras fueron las lentejas, las habas, los guisantes, los garbanzos y la judía blanca castellana. A continuación fueron sembrándose lechugas, escarolas, cardos, acelgas, berzas, coliflor, cebollas, puerros, espárragos, alcachofas, apio, borrajas, espinacas y berenjenas, además de tubérculos como los rábanos, nabos, remolachas y zanahorias.
A estos cultivos siguieron otros complementarios y sazonadores del tipo anís, comino, perejil, laurel y jengibre, romero, albahaca, mejorana, tomillo y hierbabuena.
Entre las plantas de uso textil y forrajero aclimatadas al Nuevo Mundo cabe destacar el lino, el cáñamo, el mimbre, la alfalfa y el trébol; así como el algodón europeo, más fino que el silvestre americano.
El café, producto traído por los españoles, merece un capítulo aparte dada su enorme difusión por todo el continente que lo ha convertido en una seña de identidad en Centroamérica, Colombia y Brasil.
Respecto a los frutos hay que considerar que previa la exportación de variedades españolas en América crecía naturalmente una amplia nómina. Se llevaron a Ultramar desde la metrópoli hispana calabazas, pepinos, sandías y melones, limones, toronjas y limas, peras y manzanas, membrillos, melocotoneros, albérchigos, paraguayos, cerezas, guindas, granadas e higos, fresas y fresones, frambuesas, nogales, almendros, avellanos y piñoneros que modificaron su envío en semillas para remitir plantones sobre barricas cortadas por la mitad. Los naranjos y limoneros ya florecían en la América caribeña en estado salvaje, siendo mejoradas las especies autóctonas con las variedades peninsulares. En la región peruana de Lima y en la zona central de Nueva España se cultivó una fruta excelente copiosamente producida.
También se exportaron flores que asimismo adornaron las iglesias, las viviendas, las procesiones y las personas.
La obra de traslado de plantas, árboles y semillas desde España fue completada por los españoles distribuyendo por el continente entero no solo lo traído desde la otra orilla atlántica, sino expandiendo las propias variedades autóctonas de uno a otro confín: el Perú llevó la patata a México, el cacao de Nueva Granada a Venezuela y el algodón desde Perú al Río de la Plata.
Cultivos americanos en España
La introducción de plantas americanas en España y, después, en el continente europeo supuso una gran aportación a las necesidades alimentarias.
La patata y el maíz, en primer lugar, representaron la mejora de una dieta escasa y siempre amenazada por las deficientes cosechas para los humanos y también para los animales domésticos. Luego el tomate, enseguida convertido en un alimento básico para la nutrición y la cocina. Después la yuca o mandioca, de la que derivaba el muy resistente pan cazabe; junto al tocino, el cazabe fue el principal sustento de los españoles en la etapa inicial de los descubrimientos y conquista.
La relación de alimentos sigue con la batata o camote; el pimiento, del que una vez seco y molido se obtiene el pimentó; el chile, subespecie del pimiento, utilizado básicamente como condimento en las salsas, picante en diferentes grados; las judías, conservando el nombre castellano de frijoles, sobre todo en su variedad oscura; el tabaco y el ron; el chocolate, producto obtenido del cacao; el girasol, originario de la zona septentrional de Méjico y el cacahuete; el maguey o pita, del que se extrae el pulque, la bebida azteca por excelencia, cuya variante es la tequila, y el nopal o chumbera y la tuna, donde anida y cría la cochinilla; el henequén y el algodón, de uso textil; el árbol del chicozapote, cuya resina gomosa es masticable y se conoce por el nombre de chicle.
Frutos tropicales tales como la piña, la chirimoya, el aguacate, la papaya, el guayabo y la zarzaparrilla.
La botánica y farmacopea recibieron el impulso de la raíz de Xalapa, con propiedades digestivas; la corteza de la quina, que mitiga el paludismo; el barbasco, por ser anticonceptivo; el guayule o jojoba, por su aceite para la industria cosmética; la quinoa y el huautli, de flores y semillas comestibles.
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