La ganadería exportaba por España contribuyó a transformar el panorama social y económico de América. Al Nuevo Mundo los españoles trasplantaron su idiosincrasia ganadera con el respectivo vínculo en la hacienda, el uso del cuero, la trashumancia, un vocabulario específico y la configuración del tipo humano del vaquero. Todo ello produjo una estructura económica y un ámbito cultural propio que adquirió en la América hispana carta de naturaleza.
A partir del segundo viaje de Cristóbal Colón se conformó para América el abasto regular de ganado embarcando caballos, vacas, gallinas y cerdos, cabaña procedentes de Andalucía y Canarias. En lo sucesivo y hasta lograr el asentamiento ganadero, fueron constantes los desembarcos de animales junto a esos aperos indispensables para la ganadería y la agricultura, destacando por vía marítima el del paquebote San Carlos donde viajaban Gaspar de Portolá y fray Junípero Serra, protagonistas de la expansión en California, mientras por ruta terrestre Juan de Oñate abría con su caravana el Camino Real de Tierra Adentro introduciendo en América del Norte caballos, ovejas y cerdos.
Retomando el hilo de la historia, pocos años después de los primeros arribos la zona antillana experimentó un enorme desarrollo ganadero; y a continuación el continente. Vacas, caballos y cerdos se multiplicaron grandemente en un territorio favorable a la expansión. Fue tal la proliferación de ganado que muchos ejemplares, de cualquier especie, al escapar del control humano se convirtieron en cimarrones; con grave riesgo para los cultivos.
La ganadería introdujo la carne para consumo humano en América y la tracción animal para las tareas agrícolas. De hecho, el continente americano ha llegado ser el principal productor del mundo en carne y cuero.
Caballo
El caballo fue el animal foráneo que más sorprendió a los nativos y el principal aliado de los conquistadores. Hernán Cortés se adentró en México con dieciséis caballos, Francisco Pizarro sumó sesenta y uno en su campaña del imperio inca, y Juan de Oñate trasladó de sur a norte del virreinato de Nueva España ciento cincuenta yeguas, otros tantos potros y veinticinco sementales.
La mayoría de los caballos provenían de las marismas del Guadalquivir, y con su irrupción modificaron sustancialmente el paisaje físico y humano. Pronto lugares de evidente parecido al original como los Llanos de Venezuela, la Pampa sudamericana, las praderas o las planicies áridas del medio oeste y poniente norteamericano, se poblaron de equinos de raigambre hispana. Sobre los caballos abundaron los jinetes formando una asociación de convivencia. El hombre de a caballo arraigó en América.
En México el hombre de a caballo se transformó en el charro, de origen español, concretamente salmantino; en el Llano venezolano imperó el llanero, territorio semejante a las marismas del Guadalquivir; en el Cono Sur del continente aparecieron el huaso, jinete de las tierras patagónicas lindando con la cordillera andina, y el gaucho, jinete de la vastedad pampeana.
En los territorios de la frontera septentrional de la América española, Nuevo México, Tejas, Colorado, Arizona, California, cabalgaban los herederos de los vaqueros andaluces. Descendían estos caballos de los dieciséis que hollaron el continente al mando de Hernán Cortés, y que posteriormente aumentaron su presencia con los que trajeron Pánfilo de Narváez, Hernando de Soto, Francisco Vázquez de Coronado y Juan de Oñate. Estos jinetes fundaron la dinastía del vaquero del Oeste y el cowboy norteamericano, habiendo imitado o adaptado la cultura ecuestre y ganadera de Andalucía y Extremadura: el rodeo, la cerca, el marcaje a hierro, el uso del lazo, y la doma; el rancho y el vocabulario propio de un desempeño ganadero; los zahones y el sombrero, el traje campero, la silla vaquera y los grandes estribos; la reata, la trashumancia y la carreta. Todo genuinamente español.
Cerdo
Los millones de cerdos que hoy pueblan los ranchos de la América rural de Canadá a la Tierra del Fuego, descienden de los ocho puercos que embarcaron para el Nuevo Mundo con Cristóbal Colón en su segundo viaje.
El cerdo rojo o negro prosperó en Hispanoamérica adaptándose con facilidad a los suelos tropicales tanto como a las faldas andinas. Y con su proliferación, acompañando la conquista, sirvió de alimento a las huestes en camino; también de manteca a modo de aceite, sebo y jabón.
Oveja y cabra
En 1537 se fundó en México la organización ganadera de la Mesta.
El sentido de la Mesta, la trashumancia, era el del aprovechamiento de los pastos en invierno y en verano, pasando el invierno la cabaña ovina y caprina en las templadas dehesas andaluzas y extremeñas hasta la llegada del rigor estival, momento en que se dirigía a las frescas praderas de las montañas norteñas de Castilla; y vuelta al calor meridional cuando reinaba el frío en el septentrión.
La trashumancia significaba cultura y economía a partes iguales, disciplina, sacrificio, tenacidad y previsión: factores que coadyuvaron al éxito de la conquista del Nuevo Mundo.
La oveja se asentó mejor en la meseta mejicana, en las laderas andinas y en las planicies patagonas que en la región antillana; en cambio, la cabra se amoldó a toda clase de territorios y a todo tipo de gentes.
La lana del ganado bovino suministró materia prima a los obrajes, actividad determinante en América del Sur que proporcionaba empleo y vestido.
Vaca y buey
En las Antillas las vacas procrearon inmediatamente, anticipando la preponderancia que iba a suponer en toda América la ganadería de reses.
Las primeras vacas tuvieron su origen en las marismas del Guadalquivir, la raza mostrenca, de cuerno ancho y conducta brava. Con las vacas, y asimismo las cabras y ovejas, entraron en América la leche, el queso, la mantequilla, productos de alimentación, el sebo, del que se obtenían las candelas, y las pieles y el cuero para los más variados servicios. El sur del continente explotó extraordinariamente la carne de vacuno y la industria del cuero.
Pero el norte de Hispanoamérica no se quedó atrás en el aprovechamiento del ganado vacuno. Las planicies al noroeste de México fueron propicias para la ganadería extensiva; en los ranchos destacaban las vacas y los caballos. Precisamente el binomio ganado-caballo dio lugar a las instituciones del rancho y la hacienda, originadas ambas a partir de la concesión en el siglo XVI de estancias de ganado mayor o menor de cinco mil y tres mil varas cuadradas respectivamente.
La hacienda y el rancho proporcionaron cuero, carne, lana, leche, sebo, grasas; además, los animales abonaban los campos favoreciendo la agricultura.
En los actuales Estados Unidos de Norteamérica, grandes propietarios hacen valer ante los tribunales aquellos títulos de hacienda y rancho otorgados por la Corona española.
Aves
La isla canaria de La Gomera era la última escala en el viaje a América; en ella se reponían las bajas en el ganado desde la partida de la Península, y también se embarcaron los gallos y las gallinas del segundo viaje de Cristóbal Colón.
Estas aves se reprodujeron bien en las zonas tropicales y en la meseta de México, y los huevos pronto se convirtieron en uno de los grandes bienes alimentarios. El ave que no prosperó fue el pavo real.
El ave que de América llegó al continente europeo fue el pavo o guajolote, siendo el único producto ganadero americano que se incorporó a la alimentación europea.
Gusanos
La introducción en Hispanoamérica del gusano de seda se debe a Hernán Cortés. En sus escritos a la Corona solicitó el traslado de moreras, aunque existía en América una variedad silvestre del árbol, así como abejas no domesticadas.
La industria de la seda en el valle de México prosperó hasta que la seda de las islas Filipinas, de mayor calidad y más barata, la condujo al declive.
Perro
Perro, caballo y cerdo son los tres animales de la conquista, sirviendo directamente a los conquistadores; el resto de los animales lo fueron de colonización. Eran sobre todo alanos y lebreles los perros que viajaron al Nuevo Mundo, razas fuertes, valientes y agresivas llegado el caso, insustituibles en las guardas en parajes intrincados y en las velas nocturnas y dotados para anticipar una emboscada.
Fueron aficionándose los nativos a los perros españoles, prodigándoles los cuidados de un hijo, que utilizaban para la caza y la guarda de haciendas y ganado.
La arriería
Las mulas y los burros llegados de España facilitaron mucho la vida a los nativos americanos, pues los sufridos y resistentes animales les liberaron de cargas y de pesados desplazamientos.
El burro tuvo importancia definitiva en la vida doméstica del nativo, mientras que la mula —la reina de los caminos andinos— desempeñó un papel fundamental en el ámbito económico. La totalidad de las mulas nacidas en el este y oeste de Sudamérica se concentraban en los potreros de Tucumán, donde se recriaban durante el invierno para después pasar a los pastizales de Salta; entonces tenía lugar la mayor feria mulatera anual del mundo conocido.
Gracias a la arriería fue cubierto el vastísimo espacio hispano. Con ella se tejió una red que descargaba los barcos en los puertos atlánticos y pacíficos, abastecía a las flotas antes de su partida hacia España y se encargaba de distribuir mercancías, cartas, alimentos y personas en un radio que abarcaba miles de kilómetros y que abastecía todas las poblaciones por remoto que fuera su lugar. La arriería en Hispanoamérica supuso un mundo cultural asemejado a la cultura de la trashumancia en España. Las recuas de mulas recorrieron las trochas andinas en convoyes de cien, quinientas o mil mulas, aflorando en su cometido todo un bagaje cultural.
Famosos caminos arrieros se trazaron en los angostos pasos andinos, en las carreterías del Río de la Plata, en la inmensidad de las planicies pampeanas, en las mesetas y valles mejicanos, y abriendo rutas de evangelización, colonización y comerciales en el septentrión de Nueva España atravesando las extensiones inexploradas con los caminos reales.
Toro bravo
Asentados los españoles en México el primer tercio del siglo XVI surgieron las primeras manifestaciones taurinas. La primera corrida de toros como tal, con ganado cimarrón, se celebró en la capital mejicana al regreso de Hernán Cortés en su expedición a las Hibueras.
A Juan Gutiérrez Altamirano, primo de Hernán Cortés, se atribuye el inicio de la crianza de ganado bravo en México, habiendo importado una casta de Navarra que en su nuevo lugar fue derivando a un toro rizoso, de corte más bien pequeño y pelo castaño.
México ha sido el territorio americano con mayor número de ganaderías bravas. Perú y Colombia también cuentan con ganado bravo.
Artículos complementarios
La agricultura en Hispanoamérica
Universidades en Hispanoamérica
Apunte sobre la civilización del Nuevo Mundo
Fray Junípero Serra y Gaspar de Portolá