Familiarizado con el transporte por carretera y los motores de los vehículos desde la infancia, pues en 1927 su padre había adquirido la línea de autobuses que cubría la ruta de veinte kilómetros entre Orense y Los Peares, Eduardo Barreiros Rodríguez, nacido en la localidad orensana de Gundiás el año 1919, empezó a trabajar en la empresa familiar desde la base, primero como revisor y después como mecánico, hasta que en 1945 la familia vendió la línea y él optó por adentrarse en las obras públicas; aunque momentáneamente, pues retornó a la actividad mecánica, que le apasionaba, especializándose en la transformación de los vehículos industriales soviéticos utilizados en la guerra. Fue exitoso el procedimiento de transformación a diésel de esos motores primarios, de modo que en 1951 lo patentó. Al año siguiente se trasladó a Madrid.
En la capital de España constituyó junto a sus hermanos el año 1954 la sociedad anónima Barreiros Diesel con el propósito de explotar el motor EB-6 que había conseguido desarrollar y patentar a partir de un modelo de motor de la marca Perkins. Este paso supuso un gran desarrollo posterior en la fabricación de vehículos industriales, camiones y autobuses, tanto en España como en Portugal desde 1957, para uso civil y militar.
La factoría de producción quedó instalada en el madrileño distrito de Villaverde, y pronto compitió en tamaño y servicio con la estatal ENASA. Las ventas ascendieron rápido con las facilidades de pago que Eduardo Barreiros aplicaba a sus vehículos. Sin embargo, le faltaba un decidido apoyo financiero por parte del sector bancario y la autoridad política en aras a seguir prosperando. Entonces decidió una alianza estratégica con la firma norteamericana Chrysler, que aportó una cifra superior a los mil millones de pesetas. En 1963, se firmó el pacto y en 1965 aparecieron los turismos modelo Dodge y a continuación los más modestos y populares modelo Simca.
Los modelos de la industria Barreiros
Imagen de fundacionbarreiros.com
Pero la alianza fructífera perdió sintonía a finales de los años sesenta. Distanciados los criterios de organización y también los objetivos formulados por la parte española y la parte norteamericana, el aspecto económico obligó a ceder la mayoría de acciones de la empresa a Eduardo Barreiros, con lo que el vehículo de turismo se impuso al industrial y ello supuso el abandono de la familia Barreiros.
Su última creación fueron los motores Taíno EB, adquiridos por el gobierno cubano en los años ochenta.

