Asoma de un profundo letargo en 1897. Desde una historia que caracteriza las esencias de su mundo, esta dama de porte y mito es el egregio símbolo de la cultura ibera.
El nombre que la acompaña es procedencia, lugar de hallazgo. Pudo ser esculpida para identificarse con la diosa Tanit, la semítica Astarté, versión de la babilónica Istar traída por los fenicios a Occidente; en un significado protector y dispensador de vida de culto telúrico.
De influencia griega es la distribución del ropaje de la dama y los rodetes para recoger el cabello, también la majestuosidad y el galano hieratismo del rostro; fenicia en los adornos sobre el pecho.
Puestos a suponer, imaginémosla sedente, conservadora de la memoria principal y en su espalda hueca de la ceniza del difunto con pasado de distinción.