El hombre conoce el descanso, tal es su afán de rendirse al sueño. Ese sueño que ha buscado encontrar a lo largo de un día incesante de actividad.
Ha cedido el cuerpo al sueño reparador, a la pausa cotidiana que acaba al despuntar la mañana en el inmediato horizonte. A su lado, plácido, la sosegada compañía del asociado en las tareas.
Son las horas oscuras un remanso expresionista de aceptado tránsito del día anterior al siguiente; sin atisbo de doliente resignación.
Buen sueño en la noche que la Luna arropa. Al lado del hombre y sus aperos el entretenido aliado de las horas diurnas, recorriendo, silente también, la descansada tierra de labor.