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La segunda piel


Ajusta como un guante. Preciso, precioso. Me quedo embelesada mirando lo que ciertos ojos ven.
Cuando estoy a solas con mi recóndita vanidad, convencida de mi administrado aislamiento, a media luz gozosa, me impaciento por descubrirme a flor de piel en mi otra piel.
Me satisface la visión de mi idealizada apostura. Soy yo en mi atavío. Me visto con un amable dibujo de mí misma.
Un día de estos, ausente de prisas, sin precipitar los acontecimientos ni exigir una imagen reflejada magnánimamente en el espejo, indagaré por el rostro que mejor acompaña a tan ceñida configuración estética. Un rostro acorde con lo que ciertos espectadores desean.

René Magritte: La filosofía en el camarín (1947).

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