Unos son lo que parece mientras otros, probablemente los más, son lo que un convencionalismo resignado a las megalomanías cataloga, dispone y sitúa.
Jan Steen: La extracción de la piedra (1670).
Los espacios que albergan la cordura y la locura anuncian a través de todos los canales propagandísticos que la aglutinante sociedad, por medio y virtud de sus dirigentes, arrienda las todavía muchas plazas vacantes. Intercambiables según imponga la productiva voluntad de los inventores de objetivos, tendencias y etiquetas.
Jan Sanders van Hemessen: Extracción de la piedra de la locura (1550).
El sueldo de los operarios es envidiable, a la zaga le anda el de los figurantes primorosamente ataviados para la representación. Velado férreamente por los ángeles y por los demonios, el paciente declara sus cuitas en demanda de sanación. “Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber Das”.
Hieronymus van Aeken Bosch, el Bosco: Extracción de la piedra de la locura (1475-1480).
Asistido por la razón quirúrgica, el cirujano que hurga y manipula, alecciona con el remedio al mal de la independencia de criterio, al mal del libre albedrío, al mal de la voluntad exteriorizada.
La insumisión del hombre a la dirección única tiene su castigo y su canon. Al fin y al cabo, el poder coercitivo no es nada sin su plasmación y los ejecutantes aún menos sin premio, dádiva o recompensa.