Felio en el mundo.
Acaba de sentarse sobre una roca amable, de perfil romo, con sitio para posar esa parte del cuerpo que sirve al descanso tras un paseo largo y entretenido.
Felio viene de lejos. Cuando alguien con derecho a respuesta le pregunta, dice que sigue adelante, que va lejos; y no explica su destino ni la duración prevista del viaje. A esa pregunta no le da oídos, porque, sabe, no tiene una contestación definitiva, ni siquiera concreta.
El que una pregunta cruce el aire sin interceptar la mirada o sin atinar en la diana nada tiene que ver con el carácter de la persona a la que se ha dirigido. Es una reflexión vespertina.
Hoy ha sido un día de inicio.
Es el enésimo día de inicio en la vida de Felio. Puede que no todos, pero el periplo vital de Felio cuenta muchos días marcados con ese calificativo: inicio, principio, novedad, puerta abierta. Lo cual, en estricta justicia, más que distinguir confunde el recuento de situaciones innovadoras y expectativas a lo grande.
Nunca tan magníficas como el espectáculo cotidiano que ofrece a su audiencia la naturaleza.
En eso está Felio hoy, día en el que algo empieza, admirando el paisaje como un espectador que antes fue elemento del cuadro y después será elemento del cuadro, matices aparte.
La individualidad no se opone a la participación en una obra magna.