Es una idea obsesiva; es la obsesión por llegar. Es la necesidad de llegar. Llegar en algún momento, pronto mejor que tarde, antes a ser posible que después. A trancos, a zancadas, a pasos agigantados.
A la mirada humana se ofrece una figura, también humana, inmediatamente reconocible, desproporcionada en su cometido por alcanzar el sentido de su trayectoria. Es o puede ser cualquiera yendo de un lugar hacia otro mediando una distancia indefinida.
La figura es antigua, cual la de un antepasado que continúa evolucionando a través de todos los caminos —¿siempre lineales?— que se ofrecen a su mudable condición humana. Los rasgos son insuficientes para definir la edad, las características que lo igualan o lo diferencian al resto o el ánimo. Tampoco la emoción se trasluce a la interrogante curiosidad del espectador.
No hay meta próxima que satisfaga completamente el ansia de movimiento. Es un vagar continuo donde pugnan con victorias alternativas la condena y el deseo.