Lo está viviendo.
La imaginación brinda un palco desde el que asistir a la reunión de seres extraordinarios. Ellos prescinden, por voluntad o por oficio, de la ensimismada contemplación de la espectadora situada a la orilla del lago, en el hilado sombraje de un veterano acomodador. Ellos, que disfrutan de su juego, ignoran, por voluntad o por oficio, la fascinación que ejercen en los seres convencionales que de común se denominan humanos.
Las naturales aficiones que tienen que ver con la imaginación, que se adscriben al deseo a partir de la vía onírica, provocan habladurías, pensamientos réprobos e incluso maledicencias entre aquellos, tantísimos, infinidad, que no saben o no pueden —pues querer sí quieren— adquirir en franca subasta una tribuna de honor que recompense del esfuerzo —hay que echarle ganas— por aproximarse, sin causar espanto, a la morada de los árcades.
Parecía imposible y sin embargo, a fuerza de imaginación, sólo queda un tramo para ser como ellos, para estar a su lado. A lo mejor, un día de estos, antes de que sea tarde.
Lo está sintiendo.