Años 50 del siglo XX. Conferencia del Comisario Jefe de la Brigada de Investigación Criminal ante un auditorio de policías veteranos y novatos, expertos en medicina legal y periodistas de investigación. Síntesis en extractos.
El concepto básico de la investigación es el de buscar para descubrir, una búsqueda sistemática a partir de la observación, y desde lo hallado dar respuesta al interrogante, para establecer la relación de causalidad y llegar a conocer todo o lo suficiente del hecho para determinar la autoría, el móvil, las circunstancias y las consecuencias. Los indicios racionales de criminalidad son el punto de partida para iniciar la investigación.
Hay que redoblar el empeño y crecerse ante la dificultad, saberse mejores que el reto no dando la tarea por perdida ni por mal acabada. El tiempo del policía no se rige por el calendario que cuelga de la pared o que disimula uno de los vértices de la mesa de trabajo. Las pestañas han de oler a quemado, los codos y los antebrazos han de doler mientras sostienen la paciencia y la fatiga bajo un cono de luz al que acude el humo dibujando arabescos que pasan desapercibidos o distraen un momento que a veces resulta esencial para elegir la suposición acertada. Y rastrear como sabuesos en el archivo y en la calle dejándose la piel que no la vida para resolver el caso. El olfato es la expresión de una sobresaliente capacidad para descubrir o entender con acierto lo que está disimulado, encubierto, oculto; los que poseen este olfato saben husmear entre los acusados el olor del culpable.
La teoría enseña y con la práctica se aprende.
Nuestros actos son el resultado de una tendencia, que a su vez es el producto de sentimientos y de representaciones. La causa de las anomalías y morbosidades de la conducta debe buscarse en esos factores internos y externos, es decir, en el estado de la sensibilidad y la afectividad, de la percepción y la inteligencia, del impulso y la voluntad. Y el acto delictuoso, lo mismo que los demás actos, siempre es el resultado de esos mismos procesos, más o menos bien caracterizados.
El instinto tiene un papel preponderante en el policía, un instinto que advierte y que aconseja.
Esa singular aptitud para la averiguación rápida y certera, a primera vista, de los delitos, y para la persecución, el descubrimiento y la detención de los delincuentes.
Y la intuición, que guía y alumbra.
La percepción misteriosa, clara, íntima, instantánea de una verdad, de una idea, de un hecho, tal como si se tuviera a la vista. Tal intuición no sería más que el notable desarrollo de algo así como una facultad de adivinación, de un don de presentimiento, de profecía a veces, de una especial disposición para ver algo o mucho donde otros ven poco o nada.
Los intuitivos son personas que saben ver a través de la percepción, captando datos desde la periferia de la conciencia que son invisibles, mental y aun físicamente para los que no aciertan a verlos, reconocerlos, comprenderlos, a valorarlos y clasificarlos con claridad y verosimilitud.
Mediante las inexplicables, aparentemente ilógicas, reacciones de la intuición, se realizan importantes descubrimientos.
Lo hasta aquí expuesto, que ha de ser consustancial con el ejercicio de una vocación, no se contrapone ni compite con los recursos científicos y técnicos en estas aplicaciones judiciales y policiales. La intervención coordinada, específica y diligente de la ciencia en las pesquisas policiales allana la indagación.
Ha de ser un complemento para esa agudeza sensorial sui generis del policía a pie de suceso.
Hay que tener una conciencia precisa de la propia capacidad. Hay que ser estricto, escrupuloso, consciente y responsable de la tarea social que compete al investido de autoridad para ejercerla.
No se debe prescindir de ninguna ayuda o facultad cuando se trata de responsabilidades sobre la vida y los bienes ajenos que obligan a contar con todo y a estar en todo.
Advertía su larga y fructífera experiencia policial contra la rigidez ordenancista y el miedo a equivocarse improvisando.
La actuación sin sistema puede dar a veces buenos resultados, infundiendo un cierto sentido de propia seguridad en las actuaciones. El exceso de disciplina mental puede embotar el cerebro impidiendo pensar con claridad.
Una necesaria correspondencia entre sistemática e intuición, bien armonizadas ambas cualidades, supone contar con lo mejor de estas dos armas para el fin previsto y deseado en la investigación.
Hay investigadores a quienes les basta dirigir una mirada al lugar del suceso o al sospechoso para cerciorarse de los móviles del hecho, para convencerse de que están ante el verdadero delincuente e incluso para descubrir la clase de infracción y hasta el delito mismo que ha cometido, anticipando la vía ordinaria.
En su didáctico parlamento, el Comisario Jefe hizo una velada alusión, casi como un comentario anecdótico sin ofrecer una sonrisa al auditorio, a las injerencias provenientes de espacios ajenos a la vocación del servidor público.
El deber obliga, la sumisión anula. Obediencia y disciplina son sinónimos de eficacia, pero en ningún caso han de imponer al servidor público condiciones o acciones que distorsionen su conducta y perviertan el carácter de su misión.
Recordó para concluir que el aprendizaje policial tiene muchas y muy diferentes aulas en infinidad de lugares, tantos como posibles escenarios para un crimen y su resolución; y también muchos y muy diferentes profesores, renombrados algunos, anónimos la mayoría, que llegado el caso enseñan mejor que nadie el proceder y los hábitos característicos de la condición humana.