Memoria recobrada (1931-1939) XV
Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega recoge diversas opiniones sobre quien fuera Presidente del Gobierno del Frente Popular de la República entre mayo de 1937 y el final de la contienda civil, Juan Negrín López, que ciertamente son juicios críticos basados en el conocimiento directo del personaje por parte de aliados y correligionarios; y los motivos y avalistas que impulsaron el ascenso a la presidencia del Gobierno de Juan Negrín en mayo de 1937.
Opiniones significativas sobre el Presidente del Gobierno Juan Negrín
Luis Araquistáin: “El hombre de gobierno más funesto e irresponsable que haya tenido España desde siglos atrás”. Citado por Burnett Bolloten en El extraño caso del doctor Negrín, en Historia 16, n.º 117, pág. 11.
José García Pradas: “El Presidente vivía bien. Folgaba con cuatro o cinco queridas magníficamente instaladas en casas de placer; comía y bebía como Heliogábalo o Rasputín, y hasta se provocaba vómitos que le permitían comer y beber de nuevo; establecía en el extranjero los depósitos de fondos necesarios para vivir opulentamente cuando acabase la guerra”. Citado en Cómo terminó la guerra de España, pág. 17.
Francisco Largo Caballero: “La ética para Negrín es un artículo de lujo de aplicación desusada”. Citado en Mis recuerdos, pág. 230.
Indalecio Prieto: “Juan Negrín era hombre de excepcionalísimo vigor físico e intelectual, poseyendo además una simpatía y una atracción que hacíanle subyugador. Su capacidad de trabajo era tan grande como su desorganización para realizarlo. Lo mismo permanecía veinticuatro horas seguidas ante el escritorio que no dejaba rastro suyo en una semana. En la ginebrina Sociedad de Naciones, ante la que compareció en 1937, y donde debían de creer que el gobierno republicano de España estaba formado por pelagatos, deslumbró con su don de gentes, su cultura y su poliglotía. En régimen parlamentario normal no hubiera podido ser jefe de gobierno, ni siquiera ministro por faltarle dotes oratorias… Comía y bebía lo que pueden comer y beber cuatro hombres juntos, pero a fin de eludir testigos de tamaños excesos, cenaba dos o tres veces en distintos lugares. Muchas noches hizo su primera cena en mi casa para luego hacer la segunda en un restaurante y más tarde la tercera, si venía bien, en cualquier cabaret. Educado en Alemania, adquirió allí ciertas costumbres remedadas de la Roma neroniana, como evacuar el repleto estómago, enjuagarse la boca y continuar vaciando platos y botellas”. Citado en Convulsiones de España, vol. III, pág. 219 y ss.
Ricardo de la Cierva: “Indalecio Prieto refiere que Negrín vaciaba de un golpe los tubos llenos de aspirina”. Citado en La victoria y el caos, pág. 157.
Segismundo Casado: “No era un hombre normal sino un desequilibrado”. A los excesos políticos, de obediencia soviética, se sumaban en Negrín sus odiosos alardes gargantuanos (las comilonas, el consumo fluvial de champagne, las fulanas), en medio del hambre y la miseria de la zona republicana dominada por el Frente Popular, sometida, sobre todo en Madrid, a una dieta de lentejas que llegaron a conocerse como “las píldoras del doctor Negrín”. Citado en Así cayó Madrid, pág. 130 y pág. 231.
“Negrín mantuvo la consigna de resistir por su miedo pavoroso a contrariar los deseos de la Unión Soviética. Y es que el gobierno Negrín era simplemente una dictadura al servicio de una potencia extranjera”. Así cayó Madrid, citado por Ricardo de la Cierva en La victoria y el caos, pág. 160.
Ramón González Peña: “A una situación militar punto menos que insostenible se agregaba una política funesta, la que usted dirigía, de protección descarada, injusta y peligrosísima al partido comunista, política que plasmada en nuevos nombramientos, insensatos, rechazada por el pueblo, por ese pueblo que usted creía tener consigo, produjo el estallido final. De esa tremenda explosión, en la cual miles de hermanos de lucha se despedazaron sangrientamente entre sí, no es usted el único responsable, pero sí el principal”. Carta del ministro y presidente del PSOE Ramón González Peña a Juan Negrín, jefe del gobierno. Citado por Indalecio Prieto en Convulsiones de España, vol. II, pág. 71.
Julián Zugazagoitia (en referencia a un comentario de Julián Besteiro sobre Negrín): “La caída de Largo Caballero había sido el cumplimiento de una orden dada en Moscú, en la que colaboró Prieto” [a su vez defenestrado por los mismos mandantes un año después]; y veía en el sucesor de Largo Caballero, Juan Negrín, “un comunista solapado, fiel servidor de las instrucciones de Rusia”. Concluye Zugazagoitia, socialista del PSOE: “difícilmente se encuentra una persona que no se represente al jefe del gobierno como un instrumento dócil del partido comunista”. Citado en Guerra y vicisitudes de los españoles, vol. II, pág. 271.
Antonio López Fernández (sobre un comentario de Vicente Rojo): “Ellos [Negrín y sus adictos] habían vuelto a España [febrero de 1939] sólo para cumplir instrucciones de la Unión Soviética”, que eran las de “pelear hasta el total desastre, para esgrimir en su propaganda posterior que habían sido precisamente los comunistas los últimos que pelearon en España”. Citado en General Miaja. Defensor de Madrid, pág. 213 y ss.
Luis Araquistáin: “Los testimonios probatorios de este control del partido comunista [de la Unión Soviética] sobre el Estado español forman ya una masa inmensa, oral y escrita”. Citado en Sobre la guerra civil y la emigración, pág. 230.
——————————
Apunte sobre el ascenso de Juan Negrín a la jefatura del Gobierno
El 15 de mayo de 1937, en un Consejo de Ministros del Frente Popular, se buscó la eliminación política del hasta entonces presidente del gobierno, el socialista del PSOE Francisco Largo Caballero.
Los dos comunistas de ese gobierno, Jesús Hernández y Vicente Uribe, pidieron la disolución del P.O.U.M. (Partido Obrero de Unificación Marxista, de tendencia trotskista, contrario a las directrices del líder comunista soviético Stalin). Largo Caballero se negó a ello, motivo por el cual los dos ministros comunistas citados abandonaron el Consejo. Quiso el presidente continuar la sesión, pero otros ministros, entre ellos su compañero de partido Indalecio Prieto, se opusieron, con lo que la crisis gubernamental estaba servida.
Dos días después, el 17, Largo Caballero recibió el encargo de formar nuevo Gobierno, ocasión en que se enfrentaron abiertamente, sin atisbo conciliador, los distintos criterios. Largo, a su vez jefe de la U.G.T., pretendía formar un equipo ministerial apoyado en este sindicato, y sus milicias armadas, y en el otro gran sindicato, el anarquista de la C.N.T., con su partido político la F.A.I.; reservándose para sí, además de la presidencia, la cartera de Defensa (que era la de Guerra, con la inclusión de los tres ejércitos). Se negaron a satisfacer tales aspiraciones los concertados partidos Comunista, Socialista no “caballerista” e Izquierda Republicana, que destinaban la cartera de Defensa al socialista Indalecio Prieto. En consecuencia, sobraba Largo Caballero, enemigo de la omnímoda presencia soviética y de sus decisiones sobre los frentes bélicos, la retaguardia y la organización política de las instituciones del Estado. Pero la ardua, meticulosa y sostenida tarea del poder comunista desde los consejeros soviéticos socavando la autoridad de Largo y anulando su crédito, dio con el antiguo líder en el suelo.
Escribe Salvador de Madariaga al respecto (España, pág. 639): “La situación creada [con la auspiciada crisis de gobierno] era punto menos que imposible y los rusos comenzaron a echarse a buscar un sucesor para el señor Largo Caballero. El señor Álvarez del Bayo [socialista de obediencia comunista, Comisario General de Guerra, Ministro de Estado entre 1937 y 1938, también hacia el final de la guerra civil en 1939, y favorecedor de las Juventudes Socialistas Unificadas, traslación de las Juventudes Socialistas al comunismo, en colaboración con Santiago Carrillo y a las órdenes de Moscú] no les servía para el caso, porque hubiera descubierto el juego [apoderarse del Gobierno y de todos los resortes del poder] su nombramiento. Se necesitaba un socialista menos sospechoso de concomitancia alguna con el comunismo [y el elegido fue Juan Negrín]”.
El mismo día 17, pero por la noche, fue llamado Largo Caballero por el Presidente de la República, Manuel Azaña, que deseaba, como los conjurados, librarse de él. En el despacho de Manuel Azaña se encontraban representantes de los partidos Comunista, Socialista (PSOE), Izquierda Republicana (el partido de Azaña) y Unión Republicana (dirigido por Diego Martínez Barrio). Azaña reiteró a Largo Caballero la exigencia que se le había formulado durante el Consejo de Ministros, lo que suponía la sentencia definitiva para éste.
Al día siguiente, 18 de mayo de 1937, aparecía publicada en el Diario Oficial la lista del nuevo Gobierno (como puede suponerse elaborada con suficiente y premeditada antelación). Este nuevo Gobierno estaba presidido por Juan Negrín López, y lo integraban dos socialistas de la cuerda de Prieto, dos comunistas y sendos representantes de Izquierda Republicana, Unión Republicana, Esquerra Catalana (formación política liderada por Lluís Companys) y Partido Nacionalista Vasco (partido liderado por José Antonio Aguirre). En el Gobierno ya no figuraban los anarquistas de la C.N.T.-F.A.I., desahuciados igual que los afiliados al P.O.U.M., e Indalecio Prieto asumía la cartera de Defensa. Los asesores soviéticos a las órdenes de Stalin habían vencido, y aún ignorante de su destino, Indalecio Prieto [defenestrado en marzo de 1938 por los mismos que lo catapultaron] no era sino un mero instrumento de la maniobra para la definitiva y completa ascensión al poder de los comunistas en la España dominada por el Frente Popular.
Las consecuencias de la caída de Largo Caballero y el nombramiento como Presidente del Gobierno de Juan Negrín fueron inmediatas. Negrín se alzó como el representante de una línea fuerte propugnada por los comunistas y de inmediato llevada a la práctica sobre la base de la represión..
En Guerra y vicisitudes de los españoles, tomo II, pág. 434, Julián Zugazagoitia cuenta: “Procedimientos expuestos por Negrín para que los demás quieran lo que el Gobierno quiere: enfervorizarles, convencerles y, si estos dos recursos son insuficientes, aterrorizarles”.
En Los anarquistas en la crisis política española, pág. 265, José Peirats afirma: “Nunca llegó el crimen a extremos de tantos refinamientos como a partir del 15 de mayo de 1937. Es decir, cuando el Gobierno Negrín empezó a ser dueño de los resortes del Poder. A partir de entonces se cometieron los crímenes más horrendos de nuestra historia política. Las mazmorras de la G.P.U. (sic) se multiplicaron como infiernos del Dante”.
En Monografías de la Guerra de España n.º 5, José Manuel Martínez Bande completa: “Ya no era la represión masiva e incontrolada de los días inmediatos al 18 de julio. Con los meses esa represión se había depurado y tecnificado, con órganos policiacos por medio y procedimientos científicos ejercidos no contra los enemigos de clase; de aquí que entre las víctimas hubiesen muchos obreros”.
Los cambios en la dirección de los departamentos correspondientes al control político y social se produjeron con celeridad. El socialista José Echevarría-Novoa fue nombrado Delegado de Orden Público en representación del Gobierno de Cataluña (donde se perseguía eliminar la fuerte implantación anarquista), y el teniente coronel Emilio Torres, antiguo cenetista pasado al socialismo, jefe superior de Policía. En la Administración Central, el nuevo ministro de Gobernación, el socialista Julián Zugazagoitia, designa director general de Seguridad al antes socialista y después comunista Antonio Ortega Gutiérrez, y luego jefe superior de Policía en Barcelona al también comunista coronel Ricardo Burillo; ambos con experiencia en los frentes de batalla.
Cuenta José Manuel Martínez Bande en su citada obra monográfica, resumiendo las acciones del primer gobierno Negrín, que en virtud de un Decreto fechado el 22 de junio de 1937 fueron instituidos Tribunales Especiales destinados a juzgar los delitos de espionaje y alta traición; entre estos delitos sometidos a esta jurisdicción especial figuraban la realización de actos hostiles a la República fuera o dentro de España, la emisión de juicios desfavorables a las operaciones bélicas o al crédito y a la autoridad de la República (encarnada por el Gobierno), y llevar a cabo actos o manifestaciones que tiendan a debilitar la moral pública.
El 15 de agosto de 1937, el ministro de Defensa, Indalecio Prieto, creaba el S.I.M. (Servicio de Investigación Militar). Aparentemente se trataba de un mecanismo administrativo de control del espionaje y tareas de contraespionaje, pero la influencia comunista lo convirtió en un arma terrible de represión en beneficio del Partido Comunista a las órdenes de Stalin, hasta el punto de que el propio ministro de Defensa, Prieto, se vio pronto desbordado por aquella policía omnipotente que por sí misma, sin encomendarse a nada o nadie más, decidía detenciones y procesos (como ocurriera al principio de la guerra con los grupos incontrolados de sindicalistas y elementos de organizaciones políticas que practicaban el mismo método concluido no pocas veces con el “paseo” a la víctima seleccionada.