¿Y si los que podemos optamos por la perspectiva heroica?
Harto de poner la otra mejilla, el personaje central de una historia moralizante, con su comportamiento ejemplar a cuestas, planta sus reales, muestra sus poderes y pone fin al contubernio habitual en los relatos al amor de la lumbre. ¡Hasta aquí hemos llegado!
¡Ahora es mi turno!
Juega y gana.
La virtud acompaña a los decididos en la defensa de las causas justas de ámbito universal. En otras palabras: nadie de los presentes es mejor que yo ni nadie entre los ausentes, pero con vigencia en el registro de los vivos y colendo, dicta los capítulos de mi historia.
A veces, casi como un acontecimiento que se aloja en el olvido alimentado con la segunda embestida de meteoro, algunas veces sin que sirva de precedente, faltaría más, cambian las tornas y, mira tú por donde, el arrastrado se rebela, endereza el rumbo, voltea el cuadro y de víctima pasa a justiciero, de empujado a coloso y del sacrificio a la sentencia de un tribunal higiénico en forma y fondo, también en usos y costumbres.
Miguel Ángel Buonarroti: El tormento de San Antonio (h. 1487). Kimbell Art Museum, Fort Worth, Texas (EE.UU.)
Ni hablar de caer en el pozo ciego, sumidero de fracasos y resignaciones. Nada de apestarse en las zonas de influencia, de extremo a confín de la tierra conocida, feneciendo incluso con cautela y los orificios tapados.
Para lastres, pesos y condenas sobran trampas, obstáculos y mentiras. De vez en cuando, aunque sólo sea para llevar la contraria al signo de los tiempos, conviene sacar pecho y diseminar inteligencia, junto a una inestimable fuerza de apoyo físico y moral, con el propósito de ir hacia un lugar elegido y, en alas de esa misma facultad, estar con quien uno quiera ejerciendo la actividad precisa para cada ambición.
Cuestión de perspectiva.