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Orden del día


Son varios los prolegómenos de un manifiesto contundente, inspirado por las luminarias que han concebido la nueva sociedad que va del presente al futuro, y concurrida la selecta reunión que los acoge; asamblea en la que no falta nombre, rango, empleo, alcurnia o detalle de cuanto precisa la cocina para elaborar el suculento plato magistral.
    A la pompa que unce el misterio, pronto desvelado a los elegidos, se suma la circunstancia que con efecto traman las artes y los intérpretes, a un lado y en el frente del cuadro, junto a los gentiles, las divas, los enlaces y los próceres, armonizando toda la estancia, contrapunto, rapsodia, bajo la luz de un sol artificioso, decorativo no obstante, de intensidad medida al arco de la circunferencia y reflejo donde procede, en el lugar señalado, para engañar a los sentidos con el juego de las apariencias.
    Por si las moscas. Por si los infiltrados. Por si las delaciones. Por si se ha ido de la lengua, alcohol aparte, algún invitado, que toda precaución es poca ante tan magno acontecimiento.
    Mañana el mundo sabrá lo que entre ayer y hoy quienes saben y pueden han concebido para la humanidad próxima. Las cuestiones transfronterizas ocuparán la agenda en breve, una vez consolidado el proceso interior; pues las prisas son malas consejeras y, conviene recordar, quien mucho abarca poco aprieta.
    Eso en teoría, porque a buen seguro, al paso indefectible de las horas y con la compañía de los placeres mundanos, los secretos tornan en confidencias y éstas en rumores y éstos en noticias de fuentes intercambiadas pro con los objetivos comunes. Un traspié lo da cualquiera, caramba: es una cosa sin importancia, un millón más o menos, una deuda traspapelada, un contrato evanecido, una dación simbólica y una adjudicación detrás de otra a la parentela y los allegados con garantía fiduciaria y testaferros a toque de atención. Nada fuera de lo normal, nada sacado de contexto. Es la vida a estos niveles de poder.
    Y así figura en el orden a debatir y aprobar hoy, fecha del inicio. Un apoteósico porvenir aguarda a la salida.

 

Johann Peter Hasenclever: Reunión nocturna, 1850. Wallraf-Richartz Museum, Colonia (Köln).

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