Pese a ser la línea recta la distancia más corta entre el punto emisor y el punto receptor, en ocasiones es aconsejable dar un rodeo, observar detenidamente el alrededor, pasear las inmediaciones y un tanto más allá del campo visual propio. Porque junto a o cerca de ese lugar que momentáneamente el cuerpo y no pocas veces la mente ocupa aparece un mundo nuevo, con sus aspectos positivos y negativos, un mundo que es vida, una vida que atrae, siquiera por la curiosidad que despierta, y repele, dado que lo incógnito no siempre recibe el beneplácito de la instructiva averiguación.
Expuestas las ventajas del camino en torno, saludable por lo didáctico como ya se ha dicho, procede manifestar los inconvenientes. En realidad uno, sólo uno, que basta y sobra para tomar la decisión de enfilar el deseo por la vía franca en vez de andarse por las ramas, aunque exuberantes y floreadas ellas. De este modo, guiada la voluntad por una fuerza extraordinaria, también anhelante y subyugadora, de origen indescriptible, llega antes al juicio del invocado la petición así como la ofrenda, la pleitesía, el relato personal de los hechos y el reconocimiento a su figura suprema.
Gianlorenzo Bernini: El éxtasis de Santa Teresa (1647-52). Iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma.
Gianlorenzo Bernini: El éxtasis de la beata Ludovica Albertoni (1671-74). Iglesia de San Francesco a Ripa, Roma.
La posterior narración del suceso lo enmarca de prodigio, escrito o referido de viva voz con fe y arrobo: creo en Ti, por Ti soy capaz, a Ti me debo; y da pábulo a una interpretación artística de las que conmueven, de las que ensalzan la imagen grandiosa de quien alcanza lo sublime, la más alta aspiración que pensar cabe, desde la modestia, la sencillez y el fervor con su amor declarado.