Mi nombre es el que usted quiera atribuirme, el que guste invocar con las dos voces por aquello del ejemplo que ha de ser recordado y expandido. Ese es mi nombre. Pero le pido que, dadas las circunstancias en las que usted se ha envuelto, por su desidia, inconsistencia y dejación de espíritu y deberes, no me llame.
Tótem de los maoríes de Nueva Zelanda.
Fui educado en el respeto, con esmero instruido en la escuela privada de la conciencia, matriculado en los ámbitos de la honra, el valor y el muy edificante del esfuerzo personal; la única alternativa válida a la mera y penosamente resignada supervivencia, como debiera saberse desde la cuna hasta la sepultura.
Yo, como otros, aprovecho bien y pronto las lecciones de los maestros, artífices de nuestra evolución personal y social. Yo, junto a otros, que a pesar del necesario individualismo, del que parte la iniciativa primordial, aunados criterios y fuerzas, pongo en práctica el conocimiento de la perfección. Yo, entre otros de calificada competencia, alumbro con modesta pero vigorosa luminaria la esencia y la trascendencia, vías de acceso simultáneas al mundo de los mundos. Yo, igual que otros asignados a la encomienda superior, presente o evocado, trazo el camino que nunca engaña ni somete, que jamás confunde ni pervierte, ruta de variados paisajes y diversas enseñanzas todas útiles para atravesar los desiertos y las lagunas, para sortear los abismos, las trampas, los cantos de sirena y los espejismos.
Moais de la isla de Pascua sobre la plataforma ceremonial ahu.
No me llame, haga el favor; me ahorraré una solemne callada por respuesta y usted su merecida reprimenda y consiguiente bochorno.