Os escribo desde la esfera de luz, asistido por la magna influencia del conocimiento, abstraído en mi simbólica tarea que he elegido de entre las varias en oferta, ubicado por el designio adjudicador en un lugar que es un punto equidistante a todas las certezas del universo.
Con lo dicho hasta ahora en esta carta sin remite, que supera la catalogación de preámbulo, os informo, en especial a ti, ya sabes quien eres, también a ti y luego a ti, que sabéis quienes sois, valga el orden de mención, os he descrito suficientemente mi paradero.
Encarezco a vuestra imaginación un dibujo atinado de la maravilla que os contempla a diario, unos días más que otros, eso sí, con la debida proporción y los colores en consonancia, para que de la idea surja el detalle y a partir de él un anhelo, una causa seguida de su efecto, una curiosidad al alcance del propósito; incluso, permitidme subrayar el término, una necesidad.
Daros esa oportunidad, de vosotros depende cruzar la frontera, compañeros de ilusiones y fatigas; lo demás viene por añadidura. Yo he podido, yo he querido, porque no soy el doble de todo ni la mitad de nada y me gustan los mensajes crípticos.
Alicientes busques y en sus alas viajes.
Os recuerdo sin añoranza pues la lección ha prendido en mí, os llevo conmigo: soy yo.