Parpadeo, uno solo, el primero, origen y función; luego otro, parejo, derivado, algo menos iniciático. Y otro a continuación de la pausa, y más.
Un susurro, expresión del alma; a cada cosa su sonido, la voz naciente del manantial, la efervescente del arroyo, la diligente y precisa del cauce y la sosegada en la desembocadura, el final del trayecto, la última parada de la circunvalación.
El tiempo pasa y no vuelve, vuelan las etapas y los momentos en la dirección poniente; instantes de luz, destellos, de intermitencias en las imágenes.
El viento pasa y sigue, trae y lleva las noticias escritas en el aire; descripción de estados traducidos por el intérprete en el cruce, de caminos, de rutas, de credos e ideas, de sentimientos. Y el destinatario del aviso después, a su hora, la que de todo informa.
A coro. En grupo.
Victor Vasarely: Boglar Vert (1966). Centro Georges Pompidou, París.
Una gota, una sola gota caída son mil y una gotas reflejo del iris.
Barridos de magia primordial. Van y vienen; avanzan y retroceden cual seres vivos que uno tras otro cuentan al pequeño mundo la historia del único mundo todavía predecible a partir de las respectivas experiencias.