Parece mentira.
Pero es verdad.
La de cosas que han sucedido de una época a esta parte; aunque cabía esperarlo. De la sospecha surge la certidumbre, hombre precavido vale por dos. Si uno se pone a pensar liberado de prejuicios y la conciencia en ristre, atina con el escrutinio, casi nada le sorprende y, ya desde tiempo metido en cautelas, sigue en sus trece de nadar y guardar la ropa.
Se veía venir, pero cuesta un mundo hacerse siquiera a la idea. Porque entre lo que podía ser a lo que efectivamente es media un abismo sin pasarela ni puente de referencia. A pelo el canto.
Vaya, vaya. La tormenta una vez lejana, de retumbo distante, repentinamente llama a la puerta y a muchos pilla inermes, descreídos de casta, ausentes de remite. Mal asunto el de no anticipar la caída bien a las claras los tropiezos y el declive.
Ahora y siempre hay que salvar el fondo y la forma con criterio personal, adquirido en el mercado de la experiencia, que antes fue teoría, quiérese decir estudio, y luego práctica, entiéndase aplicación. Cuando el rayo desciende vertiginoso a su hora intuida el único margen de salvación es la protección buscada el día anterior.
El pensador de Cernavoda. Museo Nacional de Arte Antiguo, Bucarest.
Y a verlas venir con la cabeza y el cuerpo en su sitio, y a tender un auxilio en los ámbitos de influencia para que escampe pronto.
Suspiro. Paciente. Aguanto. Perseverante. Pienso. Consistente. Decido.