Reunidos los prodigios, infatigables artífices de los dones más preciados, diestros en la respectiva competencia intercambian pareceres.
Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens: La vista (1617). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens: El oído (1617-18). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens: El olfato (1617-18). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens: El gusto (1618). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens: El tacto (1618). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Estirpe de la maravilla nunca suficientemente ponderada, creación exclusiva y autónoma en la obra de autor único y magnánimo. Relato íntimo y profuso de cuantas sensaciones, incluidas o expresadas, describen el universo, ya sea en su inasible totalidad, más imaginada que percibida, como en sus diferenciados elementos constitutivos, de menor a mayor, asequibles a la consulta y trato con el organismo que de principio a fin investiga, inquiere, pretende, busca.
Un ser curioso el dotado de tamaña gracia sensorial.
Afortunado receptor de cuantas emisiones se suceden a lo largo de un espacio y un tiempo, ambos dimensionados. Proceso estimulante.
Un ser privilegiado el capaz de discernir entre situaciones, también las propias, y cosas, de variada índole y particular explicación que alcanza el juicio presidido por el quinteto de magistrados.
Jan Brueghel el Viejo et allius: La vista y el olfato (h. 1620). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Jan Brueghel el Viejo et allius: El oído, el gusto y el tacto (h. 1620). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Desde semejante atalaya, concebida para interpretar la vida que se desarrolla en el mundo donde empieza y acaba el modelo, el trayecto de la experiencia, es máximo el panorama de significados y mínimo, suficiente, el de orientaciones.