La verdad de lo dicho se supedita a la aceptación de lo dicho.
Logos, Pathos y Ethos representan las tres condiciones que, en la Retórica de Aristóteles, debe reunir un buen discurso. Entendiendo la retórica como el arte del bien decir, dando al lenguaje, sea escrito o hablado, eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover; y no como, esa práctica sobre todo oral (pues es más fácil soltar por la boca que plasmar en un papel), vacua, falsa y rezumante de sofistería, prodigada desde la mediocridad a la nulidad con el objetivo de atraer voluntades en detrimento de la verdad y no pocas veces de las intenciones del orador.
En la filosofía de Aristóteles que ha llegado al presente, logos, pathos y ethos, eran los tres modos de persuasión en la Retórica. No obstante, también entonces la verdad de lo dicho se supeditaba a la aceptación de lo dicho, y la persuasión operaba para obtener un fin no siempre confesado.
Ethos significa morada, lugar de acomodo elegido por el ser, y hábito, carácter y conducta que acompaña la existencia del ser, extensible a la relación del individuo para con el resto de semejantes. La sociedad así constituida, por necesidad y vínculos primigenios, se organiza a través de normas que rigen el comportamiento y la acción conjunta. De ahí, también, que desde el ethos se origina un sistema de pensamiento.
Pathos es un medio emotivo, de influencia en los sentimientos, para alcanzar un fin. El juicio del sujeto destinatario se ve afectado e incluso alterado por la influencia del mensaje (recepción de un argumento patético) que transmite el pathos: la resolución de toda índole adoptada por el sujeto se ha visto inducida y se ha identificado con la propia experiencia, sensaciones y motivación.
Logos es un concepto que adopta diversas manifestaciones. Es palabra y es razonamiento, argumento y discurso; y también es aquello que posibilita lo anterior: inteligencia, pensamiento, sentido. Que parte del verbo; lo que al principio fue.