De todas formas, y pese a la carga subjetiva que acarrea, la interpretación tiene valor por sí misma; es lo que afirma en doble audiencia, privada y pública, la autoridad enjuiciadora al ser consultada, en el tono comedido a la par que firme de quien conoce el alcance de su responsabilidad por la obligación previa y solemnemente contraída.
En un homenaje a la figura divinizada que con insólita habilidad —de cotización pujante en el fantasioso mercado de los aprecios— extrae las impresiones recónditas que los espíritus abocados a cierta sensibilidad y a determinada tendencia desarrollan en el ámbito de influencia de la atmósfera propicia, uno de ellos —cuyo número de adscripción es irrelevante considerar— ilustra desde sus dos visiones la magnitud del texto cifrado.
Odilon Redon: El ojo como un globo extraño se dirige hacia el infinito (1882). Biblioteca Nacional, París.
La obsesiva persecución del significado oculto traslada la conciencia del plano simbólico, en el que alterna la belleza con el misterio, al sobrenatural, en el que la armoniosa convivencia de las pulsiones queda supeditada al concurso de un imponente deseo. La primacía del mensaje deducido y en consecuencia plasmado es tal, que nada escapa de su otorgado dominio salvo su irrealidad.