Así son las cosas.
No pueden ser de otra manera cuando la vida y el mundo atraviesan todos los colores del cristal a la vez.
Surca el cielo en dirección al amor celoso la pléyade de los sentidos al impulso de la rosa de los vientos; cumple sentencia de honor el infortunio causado por un fracaso; pasea su triunfo por la encumbrada avenida del júbilo una alegoría de los dones y las venturas; rinde tributo de amor y vanidad la imagen consumida de propio reflejo; acompañado de fiel escolta y de guarda leal, la confianza plena nutre de savia el galano labrantío; gime, canta, suspira de apasionada aflicción quien de sí no recuerda más destino que el servicio a una desmesura; compite por el lugar privilegiado en la memoria justiciera, arborescente laberinto de razón y sentimiento urdido, un fallo y un acierto, una demanda y una ofrenda; transformados en almas gemelas las dispares tendencias litigando por el favor de una concesión.
En el jardín de los goces, las famas y los pesares, alternativamente sucedidas las escenas como lo son las del mundo y de la vida.
Las cosas antes y ahora son así.