Lo de que las sociedades integradas por animales racionales e irracionales, distintamente clasificados, necesitan de una conducción atribuida, por defecto o por exceso, a un jefe, indistintamente denominado líder o guía, es de una certeza absoluta; muestras de tal conducta tendente a la sublimación de lo mesiánico desbordan la historia.
Atenea
Este líder, guía o jefe, que es uno y lo mismo en la práctica, sustenta su proverbial mandato en un grueso y muelle lecho de gobernados dependientes de su hegemonía, quienes ora en andas ora en parihuelas, en épocas al tiro y arrastre, por etapas al dame que si no te lo quito, lo erigen por encima de las cabezas electoras —de grado o por fuerza la elección— y al cabo, pasado un tiempo de suficientes demostraciones incluso extrañas al convencimiento, ya independizados de su extinto poder dejan que caiga por su propio peso en un número sobrado de ocasiones, hasta horadar el suelo que sirve, entonces, de hornacina subterránea para la momia; estrepitoso derrumbe a veces, otras, por vaya usted a saber qué visceral razón, el abandono del encumbrado asemeja al fenecer de las hojas en otoño, la estación término para la carrera financiada por los sufridos tributarios del erario público.
Taula del santuario de Talatí de Dalt, en Mahón (Menorca).
Quien fuera en mayor o menor medida ídolo de masas, aunque parcial y mediáticamente sólo así reconocido, calificado por esas clamorosas fuentes de ser magnífico y munificente, al consumarse el descenso o callan y borran o declaran, ante el nuevo tribunal —nunca de justicia, siempre de política al uso— que aquél sujeto era un pusilánime y un pacato que merece el desdén y un tupido velo.
Sic transit gloria mundi, personaje de teatrillo de marionetas.