Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega complementa la anterior, Memoria recobrada (1931-1939) XVIII, registrando la participación de los primeros combatientes extranjeros el mismo julio de 1936, previamente organizados y posteriormente dirigidos por la Internacional comunista (Comintern) de estricta obediencia soviética; así como la presencia ejecutiva en España desde finales de 1935 de agentes soviéticos en tareas políticas y pronto militares, calificados por los patrocinadores de manera engañosamente aséptica y difusa como asesores.
Los primeros brigadistas internacionales
En el verano de 1936 correspondía la celebración de los Juegos Olímpicos a la ciudad de Berlín. Dado que la Unión Soviética de Stalin se opuso a participar en un acto presidido por la autoridad nacionalsocialista alemana, organizó un acontecimiento deportivo paralelo, la Olimpiada Popular, en aras a la exaltación propagandista de su ideología y formas de gobierno (los Frentes Populares) dependientes de las directrices de la III Internacional. A esta manifestación deportiva del socialismo soviético se la denominó Sportintern, es decir: Internacional Deportiva soviética, resultando elegida la ciudad de Barcelona como escenario para las demostraciones de competición olímpica, que tenía preconcebido su carácter político para los comunistas de cualquier país. Un carácter y sus manifestaciones que incluían la consigna máxima para el internacionalismo proletario surgido de la III Internacional: defender a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), patria del proletariado.
La Olimpiada Popular recibió subvenciones de los gobiernos homónimos de España y Francia, además del autonómico de la Generalidad de Cataluña que ofreció el estadio de Montjuic para la celebración. La propaganda sobre el acontecimiento fue intensa y constante en todos los ámbitos de influencia. Valga como ejemplo el siguiente texto del periódico Mundo Obrero, editado en Madrid, el 17 de julio de 1936: “El cartel de la Olimpiada Popular ha conquistado a Barcelona. Desde hace varias semanas abraza las columnas de todas las calles. Trepa por las vallas, ennoblecidas por las consignas revolucionarias. Se adhiere a los cristales de las casas. Lo invade todo”.
La circunstancia temporal fue decisiva para el propósito ideológico de los patrocinadores de la Olimpiada Popular. Los sucesos a partir del 18 de julio, en especial los acaecidos en Barcelona los días 19 y 20, incrementó la actividad propagandística a través de los medios de comunicación y los mítines de partidos y sindicatos, y la movilización de los supuestos atletas hacia las filas de las columnas dirigidas hacia Aragón, y posteriormente otros embarcados para ayudar en la ocupación de Mallorca por fuerzas al servicio del gobierno catalán; acción militar en breve frustrada por la decidida defensa de la isla. De este modo se expresaba el editorialista de La Vanguardia el 24 de julio de 1936, formada y en marcha la víspera la anarquista Columna Durruti, primera hacia Zaragoza: “Esta mañana una manifestación compuesta por comisiones de atletas que iban a concurrir a la Olimpiada Popular, algunos de los cuales han quedado en Barcelona, estuvieron en el Palacio de la Generalidad. Algunos de los representantes de Estados Unidos, Noruega, Holanda, Inglaterra, Bélgica, Italia, etc., han dirigido la palabra a los manifestantes, organizándose un pequeño mitin. Todos los oradores expresaron su agradecimiento al gobierno de Cataluña. Es tal el entusiasmo que la causa republicana ha despertado en esos atletas, que muchos de ellos se han alistado en las milicias populares, saliendo para Zaragoza y otros puntos”. Citado por Jacques Delperre de Bayac, Les Brigades Internationales; Andreu Castells, Las Brigadas Internacionales en la guerra en España; el libro escrito por varios autores, Garibaldini in Ispagna; el álbum de las Ediciones del Comisariado de las Brigadas Internacionales, Un año de las Brigadas Internacionales; y José Manuel Martínez Bande, Brigadas Internacionales.
La primera fuerza de Internacionales, aún con pocos y apresurados efectivos, es el Grupo Thäelmann, creado el 23 de julio con once alemanes; el 3 de agosto se constituye otra con varias decenas de italianos; y el 8 del mismo mes la tercera, con una quincena de franceses.
La incorporación de combatientes extranjeros a las Columnas en marcha sobre Aragón se ha resumido en la monografía precedente: Memoria recobrada (1931-1939) XVIII.
A esos primeros brigadistas, llegados a España, y concretamente a Barcelona, formando parte de las delegaciones extranjeras que iban a competir en calidad de atletas en la Olimpiada Popular, que de inmediato se incorporaron a la lucha callejera y a las columnas de asalto dirigidas a territorio aragonés, se incorporaron entre agosto y septiembre de 1936, por mandato de la Internacional comunista de obediencia soviética (Comintern), y por la vía francesa, un número considerable de nuevos brigadistas que representaron un buen apoyo a la recluta de milicianos, anarquistas, sindicalistas y soldados a las órdenes del gobierno del Frente Popular y el de Cataluña, indistintamente, con fines encubiertamente diferenciados. Formaban, no obstante, conjuntos imprecisos, o de apariencia de centurias. Se ha indicado en líneas precedentes que de los iniciales brigadistas internacionales, fue la Centuria o Batallón Thaëlmann el contingente más destacado por su organización y carácter militar disciplinado, llamado así por inspiración del revolucionario comunista Hans Beimler (asesinado en el Frente de Madrid por el alemán perteneciente a la NKVD Richard Staimer, marxista de ortodoxia soviética estaliniana).
Junto a esta centuria alemana figuraban dos italianas, la Giustizia e Libertá, mandada por el teórico socialista Carlo Rosselli, y la Gastone Sozzi (nombre de un dirigente comunista italiano), a las órdenes de Gottardo Rinaldi y Francesco Leone (miembros del Partido Comunista de Italia); un grupo húngaro, Rakosi; un grupo inglés; un grupo francés, Commune de Paris (o simplemente Paris); un grupo polaco, Jaroslaw Dombrowski (combatiente polaco de la Comuna de París, muerto allí en 1871) ; y un grupo judío (relacionado con Thaëlmann). Aunque la mayor unidad de internacionales a finales de verano de 1936 en Barcelona, también llegada desde Francia, era el Batallón de la Muerte o Centuria Malatesta, mayoritariamente integrada por anarquistas italianos exiliados en Francia, bajo el mando de Camilo Berneri (anarquista vinculado a la CNT-FAI y simpatizante del POUM, asesinado junto a Francesco Barbieri durante los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, que enfrentaron a sangre y fuego a las distintas facciones del Frente Popular con significación marxista y anarquista, a manos de sindicalistas de la UGT y militantes comunistas del PSUC, por orden de la NKVD), siendo éstos los mejores uniformados y con auténtica marcialidad en sus filas.
Luego, a lo largo del verano de 1936 hay en Cataluña una fuerza extranjera con entidad combativa y, sobre todo, revolucionaria. Ni en este artículo, ni tampoco en el precedente, se consignan los grupos incontrolados que incluían las columnas desplazadas para invadir Aragón.
Los agentes soviéticos en presencia
Carente en España todavía de un partido comunista fuerte, Stalin se sirvió de la guerra civil para adherirse a los objetivos de las democracias occidentales en el Pacto de no intervención, enmascarando ante ellas su propósito. Pero ese mismo día 23 de agosto de 1936, Stalin decidió conseguir la hegemonía en el mando político y militar del Frente Popular en España, y con este insoslayable objetivo empezó a incrementar el aporte de efectivos humanos y materiales para su causa. Así lo cuenta Walter Krivitsky, jefe de los servicios secretos soviéticos en Europa occidental (que huyó a Occidente a finales de 1937, escapando de las purgas), testigo de que en las postrimerías del mes de agosto de 1936 tres altos emisarios del gobierno del Frente Popular de la República solicitaron de Rusia suministros de guerra pagaderos con el oro del Banco de España. Stalin consistió la ayuda, pero para no contradecir la postura adoptada con los gobiernos de Londres y París, declara Krivitsky que todo se haría “sin intervención pública, por un certero uso de su posición como fuente de suministros militares, Stalin creyó posible la creación en España de un régimen controlado por él”. Por eso insistió Stalin, según expone el historiador Burnett Bolloten (en sus obras The Grand Camouflage y La Guerra Civil Española. Revolución y Contrarrevolución), en que la ayuda debería llegar a España con mucha reserva, sin publicidad en principio, hasta que Inglaterra y Francia, amenazadas en sus intereses del Mediterráneo por el dominio de Alemania e Italia en España, se convencieran de la necesidad de abandonar la política de no intervención.
La nómina principal de agentes-asesores no militares al frente del comunismo soviético en España era la formada por el argentino Victorio Codovilla, el primer enlace de la Comintern (acrónimo de la Internacional comunista) con el PCE (Partido Comunista de España); el italiano Palmiro Togliatti, alias Ercoli; el húngaro Ernst Moritsovich Gere, alias Ernö Gerö, alias Pedro; el búlgaro Stoyán Miniéevich Mínev, alias Stepanov; el jefe de la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, eufemismo por Servicio Secreto, KGB y Checa) Aleksandr Mijáilovich Orlov; el ucraniano de la NKVD Arthur Stashevsky y los periodistas encubiertos Ilya Grigórievich Ehrenburg, Mikhail Efímovich Koltsov, ruso y ucraniano respectivamente, y el húngaro Arthur Koestler; y el político francés André Marty, alias Carnicero de Albacete.
Meses antes de comenzar la guerra, la Unión Soviética presidida por Joseph Stalin había decidido asentarse efectivamente en España para dirigir y controlar la política de las instituciones republicanas, también los cuadros superiores e inferiores del Ejército y la Marina, además de, una vez reconducidos todas las formaciones políticas de izquierda hacia el denominado Frente Popular (iniciativa comunista emanada de la III Internacional o Comintern), instauró la hegemonía comunista en los órganos de decisión ejecutiva y la ulterior aniquilación del resto de organizaciones políticas para establecerse como poder único y omnímodo en la República.
El lugar elegido por los soviéticos para irradiar su actividad revolucionaria y supresora de oponentes fue Barcelona; allí se concretó un cuartel general encubierto al mando del comunista húngaro Ernö Gerö (Ernst Moritsovich Gerö), alias Pedro (Pedro Rodríguez Sanz, como nombre completo en español), personaje de confianza absoluta de la directriz soviética, muy influyente en su tarea en España, responsable de la creación del comunista Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) y promotor y activista de las checas. Y a partir del verano de 1936 es cuando se consolidan ambas determinaciones: la del partido y la de la represión; y la tercera, dimanante de las citadas: acabar por todos los medios con el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista, antiestalinista) y con el anarquismo de cenetistas (CNT), faístas (FAI) y la amalgama libertaria de comunistas y anarquistas excéntricos a la voluntad soviética.
Los agentes soviéticos rusos gozaban de gran predicamento en el ambiente político catalán centralizado en Barcelona; y a la par, en Madrid, como capital de España y sede del gobierno central, aunque este gobierno careciera de fuerza en Cataluña o Vascongadas, habiendo atraído a la influencia soviética al dirigente del PSOE Francisco Largo Caballero, luego a Juan Negrín, y con ambos a la mayoría de los socialistas hasta finales de 1938. Movidos los ya irrefrenables hilos de las acciones a seguir por el cónsul de la URSS Antonov Ovseenko (de nombre real Antonoff Aveseenko), situado en Barcelona en septiembre de 1936, con funciones entreveradas de máximo dirigente político y máximo responsable militar, que se adueñó del gobierno catalán de Lluís Companys; a su lado, como lugarteniente, figuraba el agente ucraniano del NKVD Arthur Stashevsky, con el cargo diplomático aparente de agregado comercial (gestor principal de la salida del oro del Banco de España hacia Moscú), y como otro agregado comercial de importancia Ivan Kuzmin, alias Diego; y con ellos el camarada Marcos (Abram Slutsky, jefe de la división extranjera de la GPU (policía secreta rusa), enmascarada en España bajo el nombre de “Sección de Información Especial del Estado”, dependencia del Ministerio de la Gobernación, pero con su sede en Barcelona, y los camaradas Nikoklsky (Alexander Orlov) y Vielaye; éstos dos agentes de la NKVD, serán los futuros artífices de la represión contra Andrés Nin y el POUM, a los que eliminaron, en la primavera de 1937.
Específicamente en el frente de guerra, donde se producían los combates o se disponían zonas atrincheradas y de fortificaciones, la representación de los “observadores” soviéticos recaía en el coronel Ivan Filipenko (Ivan Grigorievich Chusov, alias Murillo) del Alto Estado Mayor del Ejército Rojo, y a su estela el técnico de producción militar Boris Mijailovich Slanimer, y los también observadores Alexey Vasilievich Mokrousov, alias Horacio, Dmitry Sokolov, alias Cid (oficial en la reserva) y el coronel Piotr Ivanov, alias Piru.
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A continuación indicamos algunas obras de referencia donde se recoge la acción soviética en la zona de Cataluña, Aragón y Mallorca durante la última época de la II República, el gobierno del Frente Popular, la primera fase de la Guerra Civil en el Levante español y los sucesos de Barcelona en mayo de 1937:
David T. Cattell: Communism and the Spanish Civil War y Soviet Diplomacy and the Spanish Civil War; Válter (Walter o Gualterio) Krivitsky: Yo, jefe del Servicio Secreto Militar Soviético; Indalecio Prieto: Cómo y por qué salí del Ministerio de Defensa; José García Pradas: Cómo terminó la guerra de España; Luis Araquistáin: El comunismo y la guerra de España; Salvador de Madariaga: España; Diego Abad de Santillán (seudónimo de Sinesio Baudilio García Fernández): Por qué perdimos la guerra; y Justo Martínez Amutio: Chantaje a un pueblo.
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Fuentes principales
Servicio Histórico Militar, Monografías de la Guerra de España, n.º 5. Ponente: Coronel José Manuel Martínez Bande. Ed. San Martín.
Ricardo de la Cierva, Historia actualizada de la II República y la Guerra de España 1931-1939. Ed. Fénix.