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La preferencia


Para gustos los colores y para decisiones las preferencias.
    Ahora sí, ahora no; después ya veremos, mejor como antes; no exactamente de la misma manera; que se dé un aire de suficiencia; eso, un aire de complacida responsabilidad.
    Que la fiera descanse sus primarios anhelos y sus fatigas a cuestas, tumbada, mecida en el sosiego de una espera indefinida, pase lo que vaya a pasar dentro de unos momentos.

Franz Marc: Toro echado (1913). Folkwang Museum, Essen.


Por cierto, valga la pregunta: en medida temporal de reloj de arena, de sol, de pulsera o sobremesa, de reloj de campanario, de carrillón palaciego, de ojo de buen cubero y de esfera celeste, ¿cuánto dura un momento?
    La sombra de las manecillas horarias alterna la actividad con el reposo debido a intervalos de cama, pesebre y comida. La prescripción facultativa manda guardar un disciplinado registro de obligaciones y derechos, así como una pauta, a poder ser estricta, de ingestas y deposiciones de muestra diaria.
    Este es el orden naturalizado de la convivencia jerarquizada.
    Y la fiera espera, a su modo cuando puede, tranquila en su perenne inquietud de animal puro.
    Una larga y corta espera.
    Al fin y al cabo, cada cosa a su tiempo. El tiempo de cada cosa, por supuesto, no el tiempo que por conveniencia a cada cosa se le quiere imputar para que corra o pare o salga o desaparezca.

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