Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega informa del plan director comunista, ideado por los dirigentes soviéticos, para la toma absoluta del poder en todos sus ámbitos desde el fracasado golpe de Estado del año 1934, preámbulo de la ulterior guerra civil; y del cruce de acusaciones por conductas criminales entre anarquistas y comunistas.
El 4 de septiembre de 1936, Manuel Azaña, presidente nominal y ensombrecido de la descompuesta II República, confiaba la formación de gobierno al socialista del PSOE y la UGT Francisco Largo Caballero; un gobierno de Frente Popular refrendado por la Unión Soviética de Stalin, quien con maniobras concluyentes y eliminaciones sistemáticas lo acabó adaptando a su plena conveniencia.
Ricardo de la Cierva y Hoces, en su obra Historia actualizada de la II República y la Guerra de España 1936-1939, detalla la composición del gobierno y la influencia creciente e imparable del comunismo en los cargos y las decisiones.
Además de presidir el Gobierno, Francisco Largo Caballero asumió la cartera de Guerra; y a los también socialistas Ángel Galarza, Anastasio de Gracia, Indalecio Prieto y Juan Negrín, les ofreció respectivamente las carteras de Interior, Industria y Comercio, Marina y Aire y Hacienda. De este modo, aliados en principio, enfrentados casi siempre, y posteriormente detractores acérrimos y enemigos irreconciliables, compartieron mesa, deliberaciones y propósitos en el Consejo de Ministros.
El Gobierno se completó con dos comunistas: Vicente Uribe, en Agricultura, y Jesús Hernández, en Instrucción Pública y Bellas Artes; tres miembros de Izquierda Republicana, el partido formado por Manuel Azaña: José Giral, anterior presidente de Gobierno (que permitió el reparto indiscriminado de armas entre individuos y organizaciones marxistas y anarquistas en detrimento de las funciones del ejército regular), ministro sin cartera, Julio Just, en Obras Públicas y Mariano Ruiz Funes, en Justicia; Unión Republicana, la formación política liberada por el masón Diego Martínez Barrio, estuvo representada por Bernardo Giner de los Ríos, en la cartera de Comunicaciones; Esquerra Republicana de Cataluña, partido separatista, aportó a José Tomás y Piera, en el ministerio de Trabajo y Sanidad; y a los católicos del Partido Nacionalista Vasco, únicamente interesados en obtener un estatuto de autonomía, rodeados de laicos y anticatólicos y miradas de recelo a la postre justificadas, se entregó una silla sin cartera. Los comunistas alabaron exageradamente, y en propio beneficio, la postura de los vaticanistas del PNV.
La influencia del Partido Comunista era creciente en la España de la zona frentepopulista, también denominada republicana; de hecho, con 250.000 militantes en marzo de 1937 ya era la principal fuerza del Frente Popular; su secretario general era José Díaz. La mayoría de los nuevos comunistas provenían de las filas socialistas del PSOE, pero también hubo incorporaciones de partidos republicanos. Desglosado, el origen de los militantes era aproximadamente: 35% obreros industriales, 25% trabajadores agrícolas, 30% propietarios campesinos, 6% clase media urbana, 3% intelectuales y profesionales varios.
A lo largo de la guerra, y en realidad tras las fraudulentas elecciones de 1936, los partidos republicanos quedaron en suspenso y al cabo diluidos en la nada, ocupando su puesto el comunismo con su energía, disciplina, apoyo exterior y voluntad política definida. Los anarcosindicalistas se hundieron a los pocos meses de iniciada la guerra en sus doctrinas caóticas y utópicas; los socialistas del PSOE continuaban divididos desde 1934, unos empeñados en la revolución, otros en mantener el poder a toda costa, de tal suerte que sufrieron deserciones masivas en favor del comunismo a lo largo de 1936, vía las Juventudes Socialistas dirigidas por Santiago Carrillo.
El ministro comunista Jesús Hernández dejó escrito al respecto de la descomposición del PSOE: “Conseguimos sacar el máximo partido a los antagonistas socialistas. Un día apoyábamos a un socialista contra otro; al día siguiente hacíamos al revés, y a veces les incitábamos de tal forma a unos contras otros que se destruyeran a sí mismos”. Táctica del comunismo que sucesivamente fue empleada contra Largo Caballero y luego Indalecio Prieto hasta situar en la cúspide nominal del Gobierno a Juan Negrín.
Stalin había elegido a Negrín para que fuera el jefe de Gobierno del Frente Popular, promovido y sustentado por la Unión Soviética (y el inestimable apoyo de Manuel Azaña y los burgueses republicanos junto a los socialistas de Largo Caballero y Prieto) en España. De comunicar la decisión del Buró Político de la URSS se encargó Jesús Hernández (Yo fui un ministro de Stalin). Llamó a Juan Negrín a su despacho del Ministerio de Instrucción Pública y le puso al corriente de la nueva y su origen. Negrín alegó que él no era un personaje conocido ni aún menos popular. A lo que Hernández replicó (págs. 124 y 125):
“Por eso no tiene que preocuparse; la popularidad se fabrica. Si alguna cosa tenemos los comunistas bien organizada es la sección del Agit-Prop.”
Negrín dijo que él no era comunista. Y Hernández le declaró que:
“Es mejor así. De ser comunista no podríamos proponerle para el cargo de presidente del Consejo. Queremos un presidente amigo de los comunistas. Nada más, pero tampoco nada menos.”
Lo que también significaba que Negrín se convertía en aliado para eliminar a todos aquellos enemigos de Stalin o por él señalados.
Escribe Julián Zugazagoitia en Guerra y vicisitudes de los españoles, tomo II, que Negrín servía a los comunistas al tiempo que se hacía servir de ellos, expresado con la siguiente frase (pág. 192):
“Si alguna organización me da lo que pido esa es la comunista.”
Testimonios de Jesús Hernández en su obra citada. Ministro con Largo Caballero y con Negrín, sobre el predominio comunista, su influencia, y toma del poder absoluto, cuenta (pág. 193):
“El verano de 1937 fue la época crucial en la vida de nuestro Partido [comunista]. Llegó a su cénit nuestra influencia política, que a partir de entonces comenzó a declinar vertiginosamente. Pero esta decadencia sólo tuvo lugar en el que puede decirse mundo civil, al que el comunismo situaba en segundo plano, pues lo importante para el marxismo revolucionario era el poder de las armas, con el cual siempre se logra la real dominación. […] No aconteció igual con nuestro poderío en el Ejército en el que sostuvimos una preponderancia visible sobre las demás fuerzas combatientes hasta el final de la guerra.”
Manuel Tagüeña, destacado jefe militar de corte comunista, lo corrobora en su libro Testimonio de dos guerras (págs. 148 y 151):
“La influencia del Partido Comunista era decisiva entre los comisarios [políticos, controlando el perfil ideológico de las unidades combatientes tanto como las de retaguardia].”
“El Ejército Popular [de la República], guste o no guste, lo articuló el Partido Comunista [con sus procedimientos y efectivos]”.
Aspecto primordial en la política expansiva de los soviéticos que permite al Partido Comunista adueñarse de todos los resortes de poder en España, convertido en único órgano de decisión ejecutiva al carecer de efectiva oposición, ratificado por Jesús Hernández en estas dos afirmaciones (pág. 175):
“En el curso de un año [verano de 1937] habíamos [los comunistas] destruido todos los principios y cimientos en que estribaba y se fundaba el Frente Popular [instrumento de control a medio plazo inspirado por la Unión Soviética de Stalin].”
Señala José Manuel Martínez Bande en su obra La lucha por la victoria, tomo II (una de las fuentes principales de este artículo) que la discordia de los demás partidos y grupos contrastaba con la férrea disciplina conducente a la unidad de acción y objetivos en los comunistas.
“Si en este periodo —abunda Jesús Hernández— no se produjo un derrumbe vertical de nuestras posiciones, acháquese ello a que todas estas fuerzas [el resto de los integrantes del Frente Popular y aun otros aliados circunstanciales], que odiaban a los comunistas [desde el principio o a posteriori] fueron incapaces de aunarse en un frente común.”
Los comunistas desean el poder total, sin fisuras ni concesiones siquiera para la galería o de consumo interno de otras formaciones y movimientos; a las que pretende aniquilar. Pero no sólo a los colectivos, a las agrupaciones, organizaciones y partidos; también a los individuos que se muestren contrarios a someterse. De ahí que tanto el Poder Judicial como el control sobre el Orden Público sean aspiraciones máximas e irrenunciables de quienes buscan decidir absolutamente en cualquier ámbito; puesto que el Poder Legislativo ha pasado con pena y deshonor a la historia. El Poder Judicial recae en los tribunales de justicia popular, parodia trágica y sectaria de la administración de justicia, controlados por el quebradizo aparato gubernamental y el preponderante de la revolución; a la par que los responsables y servidores del Orden Público esparcen selectivamente el terror.
Lo resume Julián Zugazagoitia en su obra citada (pág. 147):
“Dice el presidente Negrín que poseemos tres sistemas para hacer que los demás quieran lo que el Gobierno quiere: enfervorizarles, convencerles y, si estos dos recursos son insuficientes, aterrorizarles. El terror es también un medio legítimo de gobierno cuando se trata de la salvación del país”.
Los comunistas ven las puertas abiertas a su hegemonía. Dolores Ibarruri, alias La pasionaria, pone en boca del moderado socialista Julián Besteiro, que hacia el final de la guerra fue uno de los personajes republicanos que más postuló por derrotar a los comunistas y a las facciones marxistas del PSOE, la siguiente frase (en su obra El único camino, pág. 399):
“Sin los comunistas no habría posibilidad de ganar la guerra; pero si la guerra se gana España será comunista.”
Afirmación compartida en su segunda parte por Indalecio Prieto, que hasta su defenestración pública por parte de los comunistas mantenía una buena relación con ellos. Cuenta Manuel Azaña (tomo IV de sus Obras completas, pág. 638), una conversación con Prieto el 29 de junio de 1937 al respecto de los propósitos del Partido Comunista, cuya síntesis en frase de Prieto es:
“Su política consiste en apoderarse de todos los resortes del Estado.”
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Incriminaciones cruzadas entre comunistas y anarquistas
La policía política soviética actuaba en España con independencia del gobierno, aunque éste era el del Frente Popular patrocinado por Stalin. Disponían de prisiones secretas ignoradas para el resto de dirigentes y organizaciones.
El anarquista Diego Abad de Santillán (seudónimo de Sinesio Baudilio García Fernández) escribe en Por qué perdimos la guerra:
“Las torturas, los asesinatos, las cárceles clandestinas, la ferocidad con las víctimas culpables o inocentes, estaban a la orden del día. Lo ocurrido en las checas comunistas cuesta trabajo creerlo. Se perpetraban crímenes que no tienen precedentes [mencionados varios lugares de Barcelona] en el Hotel Colón, en el Casal Carlos Marx. El ayuntamiento de Castelldefels tuvo que protestar por la serie de cadáveres que dejaba en la carretera todas las noches la cheka del castillo. Hubo días en que se encontraron 16 hombres asesinados, todos ellos antifascistas.”
“Se les dice [a los comunistas del XXIII Cuerpo de Ejército] que hay que eliminar a fascistas por el bien de la causa. Llegan a Turón, en Granada, los designados [gente probada como antifascistas] y matan a 80 personas, entre las cuales la mayoría no tenía absolutamente por qué sufrir esta pena, pues no era desafecta y mucho menos peligrosa, dándose el caso de que elementos de la CNT, del partido socialista y de otros sectores mataron a compañeros de su propia organización ignorando que eran tales y creyendo que obraban en justicia, como les habían indicado sus superiores. También hay casos de violación de hijas [que se ofrecían] para evitar que sus padres fueran asesinados. Y lo más repugnante fue la forma de llevar a cabo dichos actos, en pleno día y ante todo el mundo, pasando una ola de terror trágico por toda la comarca”.
La protesta de este elemento anarquista es porque las acciones criminales se han efectuado sobre partidarios y no sólo las gentes arbitrariamente identificadas como fascistas, a las que asesinar o violar era “obrar en justicia”.
El también anarquista José Peirats en Los anarquistas en la crisis política española dice:
“Nunca llegó el crimen a extremos de tanto refinamiento como a partir del 15 de mayo de 1937 [sucesos de Barcelona]. Es decir, a partir de cuando el gobierno [del Frente Popular] se jactó de ser dueño de los resortes del poder. A partir de entonces se cometieron los crímenes más horrendos de nuestra historia política. Las mazmorras de la GPU se multiplicaron como infiernos de Dante El 2 de julio [1937] se celebró en Tarragona el consejo de guerra contra los supervivientes de las masacres cometidas por los comunistas en aquella misma ciudad en ocasión de los hechos de mayo [habla de la guerra civil en Barcelona entre anarquistas y poumistas por un lado y comunistas y separatistas de Companys por el otro, que causó cientos de muertos]. En mayo 36 militantes de la CNT habían sido asesinados en Tarragona por los comunistas del PSUC.”
El periódico cenetista Solidaridad Obrera, a raíz de estos sucesos, mencionaba:
“Los cadáveres espantosamente mutilados de 12 jóvenes de la CNT de San Andrés de Palomar”, o “los 5 del rondín de Eroles (la cuadrilla de policías al servicio del anarcosindicalista
Dionisio Eroles, jefe de los servicios de la Comisaría de Orden Público), asesinados también”, y de otros quince asesinatos en Tarragona y otros en diversos puntos de Cataluña y también el asesinato del libertario italiano Camilo Berneri.
George Orwell reseña:
“Las cosas más terribles sucedían a los detenidos. Heridos arrastrados fuera del hospital y arrojados a la cárcel, gentes apretujadas en repugnantes mazmorras, presos golpeados y muertos de hambre.”
La ministra anarquista Federica Montseny denunció la práctica comunista de secuestrar a rivales políticos: “Meterles en una casa particular, sacarles por la noche y asesinarles.”
José Peirats retrata el SIM creado por Prieto a iniciativa de Alexander Orlof, jefe de la policía política de Stalin en España:
“Era una red policiaca que se extendía por las pequeñas y grandes unidades del Ejército y por el interior de los partidos y organizaciones, vigilando estrechamente las actividades de sus militantes. La táctica terrorista más inhumana era todo el secreto de sus éxitos.”
El SIM tenía sus propios campos de concentración como propias cárceles la policía política soviética: Estados dentro del estado, gobiernos dentro del gobierno.
Pero también los comunistas acusan a los anarquistas de crímenes, desmanes y prácticas terroríficas. En Guerra y revolución en España, libro doctrinario del comunismo soviético, se cuenta:
“En las zonas dominadas por los anarquistas la violencia y el terror continuaban campando por sus respetos.”
“Se perseguía y aun se ejecutaba a los campesinos que se resistían a entrar en las llamadas colectividades agrícolas o por simples venganzas personales. En la zona del Cinca, en una noche fueron asesinados 128 campesinos. En Esplús en un solo día aparecieron muertos 23 afiliados a la UGT.”
“Cuando los anarquistas fueron al campo llevando consigo la antorcha de la revolución, lo primero que hicieron fue arrebatar al campesino todo medio de defensa… y una vez conseguido le robaron hasta la camisa.”