Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega, junto a las complementarias abajo indicadas, da cuenta de la actividad social y política de Lluís Companys durante su etapa como presidente de la Generalidad de Cataluña, además de, al hilo de lo anterior, una sucinta reseña biográfica que sitúa al personaje; y de un lugar significado en el periodo represivo sobre el que se informa en conjunto.
Semblanza política y social de Lluís Companys
Quien fuera máxima autoridad regional, en primera instancia, y autonómica una vez aprobado el estatuto correspondiente por las Cortes, es a su vez el principal responsable de la actividad criminal desarrollada en Cataluña desde su acceso al poder político. Lluís Companys participa, dirige y crea, alternativamente o en conjunto, por fases o simultáneamente, en todas las acciones represivas, persecutorias, de confiscación, subversión y eliminación que comprende su mandato: entre hasta el final de la campaña de Cataluña el 9 de febrero de 1939; no obstante haber delegado ocasionalmente en sus colaboradores directos las actuaciones planificadas para la ejecución de las mismas.
Es nombrado presidente de la Generalidad de Cataluña en 1934, sucediendo a Francesc Maciá, también fundador del partido político Esquerra Republicana de Catalunya, y de inmediato asume el ideario revolucionario que en octubre de ese año provoca una guerra civil y el intento de romper la unidad de España. Asturias y Cataluña, respectivamente, encabezan sendos movimientos en paralelo, de distinta duración (apenas unas horas en Cataluña) e idéntica violencia (minorada en Cataluña por la pronta sofocación de la revuelta separatista).
Nacido en el seno de una familia acomodada rural, Companys ofrece un carácter veleidoso y una conducta acorde, que le configuran como un personaje atrabiliario, oportunista y demagogo que no repara en subterfugios, violencias y componendas de cualquier tipo para obtener el resultado apetecido en cada momento.
Anticatalanista en su juventud, reacio a vincularse con las clases inferiores a su condición familiar, revierte la dirección para erigirse en líder sindical y defensor legal de anarquistas. Su desapego y rechazo al catalanismo se torna, por circunstancias de su sola incumbencia, en favor a la causa separatista y revolucionaria, en un intento de conjunción beneficiosa que nunca obtuvo ni base social amplia ni proyección política allende una situación de guerra civil, no sin antes haber integrado el Consejo de Ministros como titular de Marina. Entre 1934 y 1936, ya inscrito en la nómina masónica (que decide la ideología permutable y los símbolos de ERC), ordena la formación del Comité Militar Revolucionario, apoyado en comandos paramilitares (escamots) de obediencia política, estrenados en la guerrilla urbana en octubre de 1934. El Comité cobra fuerza en mayo de 1936, al calor del Frente Popular que preside el Gobierno de España y domina el paisaje de Las Cortes, y es dotado “para preparar la resistencia armada” contra el enemigo exterior y el interior, contra la unidad militar y la anarquía de partidos y sindicatos de izquierda, con voluntarios y armas suficientes. El 26 de julio de 1936 decreta la creación del Comité de Milícies Antifeixistes de Catalunya, organización responsable de los miles de paseos (eufemismo por detención arbitraria, confinamiento, retención y orden de eliminación), torturas y asesinatos, establecida en decenas de checas.
La actividad represora, sectaria y vengativa del personaje queda de manifiesto en los siguientes epígrafes, que de modo implícito, sin que en este artículo, por la naturaleza del mismo, sea preciso recurrir a una exposición pormenorizada de los hechos consumados bajo su presidencia de partido y regional, ni a un exhaustivo balance cuyo resultado de por sí evidencia el periodo ejecutivo, social y político de Companys.
—Incautación y confiscación de bienes privados y de la Iglesia desde agosto de 1936.
—Adopción de medidas para colectivizar el mayor número de fábricas, arrebatándolas a sus propietarios e implantando un sistema de gestión comunista, reproducido del existente en la Unión Soviética por sus agentes instalados en Cataluña desde la primavera de 1936, consiguiéndolo en aproximadamente 500.
—Expolio de bienes y moneda destinado a la apertura de cuentas y depósitos en el extranjero.
—Destrucción organizada del patrimonio artístico sito en iglesias, templos, monasterios y basílicas (Sagrada Familia, La Merced, Montserrat, entre los lugares más conocidos); salvo algunas obras que fueron derivadas al tesoro acumulado en el extranjero. Un número aproximado de 7.000 edificios de culto (ya prohibido) fueron arrasados por la actuación devastadora.
—La mayor persecución religiosa en la historia de Cataluña, y por ende del cristianismo, a la par con la efectuada en toda España, ejecutada en la región por el Comité de Milicias antes citado. De resultas de la misma el 30% del clero catalán y miles de católicos seglares fueron asesinados.
—Establecimiento de una red de campos de trabajo-concentración para los declarados enemigos por la arbitrariedad gubernamental y la hegemonía de partidos y sindicatos coaligados en el Frente Popular.
—Un total de 8.129 asesinados durante su mandato, según el informe oficial documentado de víctimas, de todas las edades, condición y profesiones.
Fuentes principales
Estudios de César Alcalá, Pío Moa, César Vidal, Javier Barraycoa, Ricardo de la Cierva y José García Domínguez.
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El cementerio de Montcada i Reixac
La localidad de Montcada i Reixac es la población de Cataluña donde más personas se fusilaron durante la Guerra de España entre 1936 y 1939.
Los fosos de este pequeño cementerio, proporcional a las dimensiones del lugar y el número de habitantes censados, se convirtieron en el punto neurálgico para eliminar físicamente, con el uso de armas de fuego, a cualquier persona con ideas políticas distintas a las proclamadas por sus asesinos; y también, fuera cual fuese el motivo esgrimido, la represión y muerte de aquellos sometidos al prejuicio de la variopinta delación, los captores y ejecutores.
En el libro documental La repressió a la reraguarda de Catalunya (1936-1939) [La represión en la retaguardia de Cataluña], escrito por Josep María Solé i Sabater y Joan Villarroya i Font, se describe lo siguiente al respecto: “La situación de Montcada [a orillas del río Besós y muy cerca de Barcelona], en un cruce de carreteras, y el contacto con comités y patrullas de control de todo tipo, acentuaron la acción represora de los hombres de acción del pueblo, que colaboraron con los piquetes de ejecución que actuaron en el cementerio y que convirtieron aquel sitio en el lugar de Cataluña donde fueron asesinadas más personas”.
Una vez efectuadas las exhumaciones de manera oficial, el número de cadáveres ascendió a 1.198; de los cuales sólo 483 identificados por sus familiares, quedando 715 sin identificar. El foso de los enterramientos tenía una profundidad de siete metros.
Los cadáveres no identificados se inscribieron correspondientemente en una serie de fichas en las que se indicó los datos relacionados con el muerto, tales como vestuario, accesorios y fisiología reconocible.
En el cementerio de Montcada i Reixac se asesinó a todo tipo de personas, no únicamente a católicos practicantes. El procedimiento usual consistía en la captura de la persona (o personas) designada por un articular o un comité; el incautado (o incautados) era conducido a la checa situada en la calle San Elías de Barcelona, en el barrio de San Gervasio (Sant Gervasi de Cassolas), la más importante de la ciudad, probablemente; y desde allí, con la sentencia sumaria y firme, era trasladada a la localidad de Montcada i Reixac para su ejecución.
Se describe a las checas y a los chequistas en la obra testimonio La dominación roja en España. Causa General instruida por el Ministerio Fiscal, del siguiente tenor literal: “Los partidos políticos extremistas y las sindicales obreras, así como la Federación Anarquista Ibérica (FAI), tanto en Madrid como en las demás poblaciones, establecieron en los numerosos edificios incautados para la instalación de sus respectivos centros comisiones represivas, con facultades ilimitadas para realizar detenciones, requisas y asesinatos. Estos locales destinados a la represión fueron conocidos con el nombre genérico de checas, y su número fue extraordinario dado el desenfreno típico de la zona marxista y el gran número de edificios que en cualquier población de mediana importancia tenía requisados cada partido político u organización obrera para el establecimiento tanto de su centro principal como de sus sucursales y cuarteles de milicias autónomas, más aficionadas a las ventajas de la retaguardia que a los riesgos del frente de combate”.
Fuentes principales
César Alcalá, Persecución en la retaguardia. Cataluña 1936-1939. Ed. Actas.
César Alcalá, Checas de Barcelona El terror y la represión estalinista en Cataluña durante la Guerra Civil al descubierto. Ed. Belacqua.
José Javier Esparza, El terror rojo en España. Ed. Áltera.