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Orden y concierto (I)


También la supervivencia exige una disciplina y el cumplimiento de obligaciones.


Con tres palabras y su equivalente, una frase corta, basta y sobra para definir a buena parte de la humanidad en cualquiera de sus latitudes y longitudes a lo largo y ancho del mundo descubierto. Probablemente no haya texto más específico que uno breve y compendioso al calificar el carácter y la actitud de un grupo social, tan amplio como quiera buscarse, silencioso por lo común y silenciado por imperativo de un modo de regulación política absorbente y eliminador con años de experiencia y resultados patentes doquiera mirar, inmune a las acusaciones, impune a las demandas.
    El orden es una forma de vida.
    Las personas de orden son fieles a un sistema que, con independencia de adjetivaciones, permite vivir, convivir y prosperar en la estructura de conjunto que la necesidad y el instinto, características de las que emanan los actos y los deseos, normativiza para facilitar las relaciones y las finalidades.
    La promesa política bandea entre la utopía y el manifiesto.
    Es utópico creer en una organización social liberada de leyes y controles; es falaz considerar posible una administración sin el concurso de administradores y administrados.
    Es, simple y llanamente imposible, que no impensable (el pensamiento como el papel donde se escribe aguanta carros y carretas), una sociedad sin fundamento legal, sea cual fuere a priori el cuerpo legislativo, y jerarquía; hasta en el caso esporádico de una vida en singular, la de un individuo sin más compañía que su sombra y su credo, está presente el método, la norma, el ordenamiento.
    Incluso la supervivencia exige una disciplina y el cumplimiento de obligaciones.
    Derechos, obligaciones; derechos naturales, obligaciones morales; derechos adquiridos por el decurso de una civilización concreta, obligaciones entrañadas por la pertenencia a la civilización. Una de cal y otra de arena en la frontera de los límites, las limitaciones, los limitadores; el acervo cultural suma y resta, conjugado en pasado y presente para que llegado el futuro vuelva a evaluarse, adicionando y sustrayendo conceptos y peculiaridades en el presente con remembranza en el pasado y proyección hacia el futuro.
    El giro y la inercia de la rueda.
    Antaño fue de una manera, hogaño es de una manera igual pero diferente, en el fondo similar pero no idéntica, aparentemente coincidente pero no casual sino causal. Hoy como ayer, el empleo de un juego de palabras para justificar una salida o una entrada, una incorporación o un rechazo, el realismo y la realidad de que no hay nada nuevo bajo el sol y de que cada cosa tiene un nombre que viene de lejos y pese a las mutaciones (leído en su acepción en curso) y adulterios (leído en su acepción antigua) no cambia en el imaginario popular aún naturalizado y vigente.

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