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Memoria recobrada (1931-1939) XXIX


Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega da cuenta en tres documentos de la infiltración y control de los agentes soviéticos en el gobierno y las instituciones del Frente Popular que dirigía la II República; son testimonios recogidos por el historiador César Alcalá que los traslada de sus autores al lector.

Stalin indica a Largo Caballero cómo debe llevarse a cabo la revolución en España disimulando el carácter revolucionario del régimen.
1) Convendría dedicar atención a los campesinos, que tienen un gran peso en un país agrario como es España. Sería de desear la promulgación de decretos de carácter agrario y fiscal que dieran satisfacción a los intereses de los campesinos. También resultaría conveniente atraerlos al Ejército y formar en la retaguardia de los ejércitos fascistas grupos de guerrilleros formados por campesinos. Los decretos en su favor podrían facilitar esta cuestión.
2) Sería conveniente atraer al lado del Gobierno a la burguesía urbana pequeña y media o, si acaso, darle la posibilidad de que siga una actitud de neutralidad que favorezca al Gobierno, protegiéndola de los intentos de confiscación y asegurando en lo posible la libertad de comercio. De lo contrario, estos sectores seguirán a los fascistas.
3) No hay que rechazar a los dirigentes de los partidos republicanos, sino que, por el contrario, hay que atraerlos, acercarlos y asociarlos al esfuerzo común del Gobierno. Particularmente resulta necesario asegurar que Azaña y su grupo apoyen al Gobierno, haciendo todo lo posible para acabar con sus vacilaciones. Esto también resulta necesario para evitar que los enemigos de España vean en ella una república comunista y evitar así su intervención declarada, lo que constituye el peligro más grave parea la España republicana.
4) Se debería hallar la ocasión para declarar en la prensa que el Gobierno de España no tolerará que nadie atente contra la propiedad y los legítimos intereses de los extranjeros en España, de los ciudadanos de los países que no apoyan a los alzados.
Un saludo fraternal,
Stalin, Molotov y Voroshilov
21 de diciembre de 1936 N. 7.812

Marchenko informa a Voroshilov de la conversación mantenida con Juan Negrín el 10 de diciembre de 1938. En ella se determina que tras la guerra, la España del Frente Popular se convertirá en una dictadura de izquierdas.
    Serguéi Grigorievich Marchenko era el encargado de negocios de la URSS en España, pero actuaba como sustituto del embajador Rosenberg ante el presidente del Gobierno del Frente Popular Juan Negrín. Este es el resumen de la entrevista:
Sobre la creación de un Frente Nacional de todos los españoles, Negrín me dijo que había estado hablando con Díaz y Uribe [los dirigentes del PCE José Díaz y Vicente Uribe] sobre el asunto de la creación de un Frente Nacional unido que concibe como una forma distinta de nuevo partido. Esa idea se le ocurrió después de perder la confianza en poder unir a los partidos socialista y comunista. Semejante unificación no se pudio llevar a cabo por la oposición de los dirigentes del partido socialista. Como mucho, se podría esperar que el partido socialista fuera absorbido por el comunista tras acabar la guerra, pero en ese caso los dirigentes más conocidos del partido socialista, Prieto, Caballero, Besteiro, Almoneda, Peña y otros, no aceptarían la unificación, y los burgueses los seguirían considerando como el partido socialista para aprovecharse de la división.
    Pero ¿en qué partido podría apoyarse el Gobierno? No resulta adecuado apoyarse en el comunista desde el punto de vista de la situación internacional. Los partidos republicanos que ahora existen carecen de futuro. El Frente Popular no tiene una disciplina en calidad de tal y sufre la lucha de los distintos partidos. Lo que se precisa, por lo tanto, es una organización que unifique lo mejor de cada uno de los partidos y organizaciones y sirva de apoyo fundamental para el Gobierno. Se podría denominar Frente Nacional o Frente o Unión Española. Negrín ni ha pensado cómo debería construirse esa organización de manera concreta. Sería posible la doble militancia, es decir, que los miembros del Frente Nacional pudieran seguir perteneciendo a los partidos que ya existen. El partido comunista debería ofrecer colaboradores a esa nueva organización, pero, sal principio, no de entre sus dirigentes. Sería más conveniente utilizar a gente poco conocida. La dirección del trabajo de organización y de propaganda del nuevo partido debería quedar en manos de los comunistas. No cabe un regreso al viejo parlamentarismo. Sería imposible permitir el ‘libre juego’ de los partidos tal como existían antes, ya que en ese caso la derecha podría conseguir nuevamente llegar al poder. Eso significa que resulta imperativo o una organización política unificada o una dictadura militar. No ve que sea posible ninguna otra salida.

La visión de Manuel Azaña, despechado y en trance de contrición presidente de la II República, sobre el apoyo de los comunistas a Juan Negrín y su gobierno títere. (Azaña otorgó carta de naturaleza a los comunistas para la constitución de un Frente Popular, a la orden de la Unión Soviética de Stalin, y su mantenimiento, aunque puramente simbólico, en la presidencia.
Los comunistas son los más firmes aliados del presidente del Gobierno Ven en Negrín el hombre más adecuado para presidir un gobierno de Unidad Nacional que pueda movilizar en una sola dirección todas las energías de las fuerzas que apoyan a la República. Los comunistas, que eran un partido minoritario al declararse el conflicto, han pasado a ser una fuerza decisiva. Su disciplina, su energía en los primeros días, sobre todo en la defensa de Madrid, su inequívoca apuesta por la creación de un Ejército Popular que sustituya a las entusiastas e ineficaces milicias, les ha dado un gran prestigio en una buena parte de los militares profesionales que han permanecido fieles a la República. Pero también entre los jóvenes de izquierda que se han presentado voluntarios a la lucha. Las adhesiones al PCE, un partido que tiene una decidida vocación de “partido de masas”, se producen a millares. Y los comunistas han sido tremendamente hábiles a la hora de absorber a los jóvenes socialistas en una organización que, en teoría, es independiente, pero en la práctica es un apéndice del PCE, las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas), dirigidas por Santiago Carrillo.
    Con ellos, con los comunistas, Negrín obtiene de rebote la confianza del único país que ha atendido las angustiosas llamadas del Gobierno para conseguir material de guerra, la URSS. Los comunistas españoles son fieles seguidores de la III Internacional que encabeza Stalin. Sin las armas enviadas por éste (a cambio, desde luego, de una buena parte del oro depositado en el Banco de España), la resistencia a las puertas de Madrid y las campañas posteriores no habrían sido posibles.
    Esa ayuda es tanto más importante cuanto más duro es para los socialistas tener que asumir que las organizaciones internacionales que le son afines mantienen una política dubitativa, exenta de energías, que no defiende en realidad a la República. Francia, gobernada por una alianza de Frente Popular [igual que en España desde febrero de 1936] en la que están los socialistas de Blum [Léon Blum] con los radicales de Daladier [Edouard Daladier], podría haber sido decisiva para darle la victoria a la República en pocos meses, si no hubiera mantenido una postura equívoca y de sumisión a la política británica. Blum carece de la fuerza suficiente en el interior, porque su aliado Daladier no es amigo de la República, y en el exterior, porque Inglaterra no desea la victoria de los que queman iglesias ni enfrentarse a Italia, país al que espera atraerse mediante benévolas concesiones para mantenerlo alejado de la Alemania hitleriana.
    Los comunistas, sin embargo, mantienen una doble política que les convierte en socios tan confortables en algunos aspectos como incómodos en otros. No buscan con excesivo afán controlar los ministerios, pero intentan copar los puestos clave en el Comisariado del Ejército. No quieren controlar el Ministerio de Defensa, pero hacen todos los esfuerzos para que el SIM [Servicio de Inteligencia Militar, órgano de control y represión creado y en principio dirigido por el socialista Indalecio Prieto], el órgano militar de la represión antifascista [de todas las represiones habidas en la zona dominada por el Frente Popular], actúe en obediencia de sus consignas. Intentan controlar la propaganda y lanzan al aire mensajes diarios de difícil rechazo público para los socialistas como el de la creación del partido único del proletariado, una consigna de apariencia hermosa y desinteresada que los socialistas saben que contiene una trampa.
    Los sucesos de mayo de 1937, que provocaron cruentos combates en Barcelona, han desembocado, además, en una pacificación de la CNT anarquista y una colaboración de la UGT, el sindicato de origen socialista en el que están también los comunistas, que han permitido a Negrín contar con su apoyo al esfuerzo y la política de guerra. Las tentaciones, alentadas por Largo Caballero [Francisco Largo Caballero, dirigente máximo del PSOE y de la UGT, anterior presidente del Gobierno], de una preeminencia sindical en la política Casi han desaparecido de la discusión diaria que refleja la prensa.
    Pero en la resolución de la crisis de mayo de 1937 están también implícitas las debilidades de la República. Una de ellas es la del control de algunos aparatos del Estado, como la policía política que es el SIM, creada por Prieto pero controlada por el PCE, y responsable de muchas ejecuciones sumarias, fuera del control judicial, y de la brutal represión contra el POUM [Partido Obrero de Unificación Marxista], un partido comunista muy radical que ha coincidido con los elementos más extremos de la CNT [Confederación Nacional del Trabajo, sindicato anarquista] y la FAI [Federación Anarquista Ibérica, la organización política del anarquismo], en poner la revolución como un objetivo anterior a la victoria en la guerra.
    El líder del POUM, Andreu Nin, ha desaparecido estando en manos de la policía política. Sobre ese asunto hay todo tipo de rumores. Nadie medianamente informado duda de su muerte. Los comunistas le han ejecutado, por orden de Stalin, a quien deben obediencia. La liquidación de los seguidores de León Trotsky o Leon Trotski [Lev Davidovich Bronstein] no tiene nada que ver con la retórica, es física. Y el POUM, pese a que sus dirigentes han tenido algunas discrepancias con Trotsky, está calificado por Stalin como un seguidor de las teorías de su viejo enemigo, ahora exiliado en México.
    El juicio contra los demás dirigentes del partido se va a ver pronto. Hay en España, pero también en el extranjero, serias sospechas de que se producen presiones muy fuertes sobre los jueces para que la sentencia contra los poumistas sea ejemplar. Los comunistas no se cortan a la hora de pedir que sean ejecutados.
    Nacionalistas vascos y catalanes, republicanos de todas las tendencias y casi todos los socialistas recelan del poder de los comunistas en el seno del negrinismo. El control sobre el SIM y las numerosas ejecuciones sumarias no son un motivo menor en esta desconfianza, que comparte el presidente de la República.

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