Asesora el sabio, grave, entregado a su alta misión, con la voz en el tono adecuado de responsabilidad, consciente de su doctrina; el que aconseja, postura en ristre, es perito y letrado por caminante intrépido de cuantas rutas cruzan la experiencia para conocer la dimensión de los asuntos del mundo.
Los asuntos del mundo en torno, la cosa pública.
Esas materias imperecederas, susceptibles de gestión, que, llevadas y traídas, siendo su carácter ambivalente, es decir, de ida y vuelta, incumben, marcan y disponen la tarea gobernante adjudicada por cuna, legado, victoria o alguna clase de procedimiento electivo con validez inmediata y repercusión acorde.
Eduardo Barrón: Nerón y Séneca (1904). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Escucha el prócer, atiende, capta la voluntad de las palabras.
El talento escribe las páginas de la vida que en la gran historia se incluyen con caligrafía esmerada.
La vida propia es la expresión del propio talento. Y cuestión, y pregunta, y supuesto, también.
El aconsejado calla y reflexiona los momentos en que el protagonismo le ignora, algo beneficioso para la establecida relación de poder. Consejero y asesorado quieren convencerse de obrar con inteligencia, añadida a la pasión por los respectivos encargos. Uno ha de convencer del sentido de las acciones, y su contrario; el otro ha de aceptar sumirse en la realidad trasladada por la vía de la íntima connivencia.
Los dos, cada cual en su estricta parcela, aislados en un territorio hermético, confían en el audaz destello de la buena suerte.