Dícese, repítese hasta la hipócrita saciedad que eres, justicia, un don cívico de equilibrio, cual el fiel de la balanza, e igualdad, porque con tu ceguera altruista y genuina no distingues al que puede del que merece.
Filippo Pedrini: Alegoría de la justicia (s. XVIII). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Mas ni se dice ni se cuenta que tú, justicia, naciste para proteger a las personas y sus bienes y, derivado de tan alta instancia, también para impartir equidad y analogía.
De ti, en este hoy de largo ayer y difuso mañana, queda la invocación y un canto antiguo.
Perdida la razón y el sentido extraviado, justicia, te has quedado en teoría. En declaración altisonante para oídos sordos, obediencias, y oportunistas al acecho, se circunscribes tu labor y entre suspiro y guiño ahí te las den todas.
Si de social se te adjetiva, justicia, eres equívoca e irreal, injusta; si la calificación ampulosa y enfática es de universal, tan sólo respondes a grupos de presión y a intereses creados.
Es lo impuesto, justica, y hasta tú, que fuiste referente de conductas y pilar de edificios, te sometes al mandato del juego de cesiones en los tiempos venales.