Hay un día al cabo del año que adiciona y sustrae con su solo advenimiento. Esta fecha concreta, periódica y significada, a la que no es preciso investigar con procedimientos hermenéuticos para entender su cometido, aparece cuando le corresponde, añade y resta lo que cada cual conoce, o debiera conocer, y como la cosa más natural del mundo, algo que es absolutamente cierto, despide una época, un episodio, un momento y retoma su paciente espera hasta el siguiente aniversario de esto, lo otro y aquello.
Es variado el motivo que llegado el día se celebra, conmemora, sufre, condena, pues son tantos los acontecimientos recurrentes, coincidentes, dispares, que asisten a la persona que es a la vez, desde el principio de su existencia y para siempre, causa y efecto.
Lo mismo puede aplicarse, en letra y espíritu, a cualquier manifiesto orgánico de la naturaleza en el universo inmediato; aunque difiere el sentido dado por la irracionalidad, característica del ser vivo excluido de la especie humana, a los fenómenos propiciados por la ejecución de la racionalidad y también, en la medida del instinto, el argumento esgrimido en pro o en contra del inicio y el final de cada ciclo, situación y actividad.
Y como cada día tiene su afán, conviene poner buena cara al mal tiempo, remedio a la adversidad y un detalle al frente que alegre la vida.