Incluso los héroes, que no es una especie asimilada a la humana abundante en el mundo ilustrado del progreso y el bienestar por sanción administrativa, han de precaverse contra los males habidos y por haber; y con agilidad física y mental zafarse, también ellos, de la rutilante propaganda y los machacones cantos que lían por disposición gubernativa al cuerpo y el alma con la única trayectoria posible, la impostada vía de incorporación al pensamiento hegemónico y excluyente.
Es cosa de esforzados y libérrimos sortear las dificultades esparcidas por la autoridad circunstancial, sempiterna ella, reconocible en todos sus modos y maneras, sin eludir el enfrentamiento directo así como dar rienda suelta a la guía fructuosa de la inteligencia evasiva.
Estos esforzados y libérrimos son gente de paso con las ideas claras.
El héroe cotidiano, que deriva de los anteriores, ha de ser consciente de sus limitaciones naturales tanto como de los impedimentos artificiosos, antiguos, constantes. La tarea presenta dificultades, a qué negarlo, pero otorga grandes satisfacciones y, lo mejor, regala los sentidos con el placer de la conquista.
La norma básica para salir del laberinto es que mientras se recorre la ida, hacia las entrañas, se va dibujando el camino de vuelta, hacia la salvación del espíritu.