Jacopo Bassano: Entrada de los animales en el Arca de Noé (h.1570). Museo Nacional del Prado, Madrid.
Escuela inglesa: Hombre con tres perros y un gato (s. XIX).
Yo, una mascota adoptada, perro de buen servicio y grandes afectos, me dirijo a su natural curiosidad y posible interés hacia mis colegas pendientes del favor de la adopción.
Ustedes adivinan que estas líneas las escribe la persona que me ha adoptado, porque carezco del don de la palabra, y aunque me familiarizo con los lenguajes que me convocan otra cosa es hablarlos y aún más allá expresarme con humana diligencia; pero al mismo tiempo deducen, con razón, que las he inspirado y también, para ayudar a mis semejantes, pedido.
Permítanme que me presente: soy un animal recogido por una institución benéfica, integrada y dirigida por personas beneméritas, a quien agradezco me brindara un futuro de hogar, y al cabo adoptado para satisfacción mía y de mis acogedores; dicho esto último con la debida modestia. Nacido para vivir en el mundo que a todos, racionales e irracionales, nos acoge, mi caza diaria y preferida es la de voluntades, gratitudes y sentimientos, a los que correspondo con mi carácter afable, de especificidad conviviente. mi intención doméstica, propósito familiar, mis ganas de sumar emociones, con juegos y anhelos recíprocos, y mi afán por recorrer los paisajes del mundo de la mano de quien me lleva y me trae sea cual fuere el medio empleado para llegar y volver —sin excederme en los trasiegos, que la obediencia es el primer mandamiento—, de la mano y ojo de quien me cuida, me enseña, y mutuamente nos protegemos y nos damos vida. Un regalo compartido que deseo eterno.
Porque nada hay para mí, después de poder entregar mi devoción, que supere la dádiva de la tranquilidad: poder dormir sin temor a la inclemencia, a los sobresaltos —y no me refiero sólo a los petardos y a las aglomeraciones ruidosas, que dentro de casa olvido pronto— y a las amenazas es una maravilla; sentir de la mañana a la noche la compañía querida es una bendición. Cuando reina esa confianza nada me asusta y estoy dispuesto a participar en lo que me propongan los míos dispensando alegría y plena actitud.
Ya sé que el contenido de la carta es aplicable a todos mis hermanos animales y, en mayor o menor medida, a todos los seres que pueblan la Tierra; por lo cual y para no reiterarme en virtudes demostrables con el trato, su seguro servidor les ruega que adopten y que al elegir no descarten a unos por carecer publicitaria y subjetivamente de la fama y los atribuidos talentos de otros. No se arrepentirán, les doy mi palabra; y esta vez no es prestada.