La idea del cambio circunstancial de apariencia, con motivo de una celebración arraigada en la que suele participar gente diversa plena de ánimo lúdico, es casi tan antigua como el deseo de conocer la causa y el sentido de los fenómenos que rigen la existencia humana.
Eduardo León Garrido: Un buen libro.
La muestra ocasional de personalidades tomadas en préstamo cobra un cariz variable, de acuerdo con la variopinta elección de los actores, involucrados en la trama de enredo al adquirir el compromiso de la asunción extemporánea y paródica, rayana con lo burlesco o desbordante de sarcasmo, de los interpretados en sus más destacadas peculiaridades.
La muda de vestuario y papeles, la adopción del carácter forjado por la naturaleza y los hábitos en el individuo, el retrato de situaciones y demás episodios de la escenificación añadidos al hilo conductor, el entretenimiento, la exageración cómica, también el ajuste de cuentas y el sueño apenas cumplido de asemejarse al modelo, son las lecturas de la aproximación doméstica al teatro de la denuncia y la sátira.
Eduardo León Garrido: La hora del té (1897).
Importa menos el ridículo propio cuando se representa en nombre de un tercero que, ausente o presente, deja correr los acertijos para no magnificar el alarde fustigador de su cola ni el énfasis dramático de la puesta en escena.